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341. Las hermanas Touza

Gabino Alonso / Septiembre 2012

Al caer la noche, un hombre sucio, barbudo, de elevada estatura, impresionantes ojos azules, casi harapiento, estaba acurrucado en una esquina del único banco del anden sobre la estación de ferrocarril de Ribadavia. Una voz sale del quiosco de la estación: “mira ese hombre, lleva todo el día sentado ahí, sin coger un tren”.

Ese hombre se llamaba Abrahan Bendaym y en su antebrazo llevaba tatuado el número 451. Logró llegar a Portugal y de allí a Nueva York.


Era uno de los aproximadamente 500 judíos que durante la II Guerra Mundial lograron huir hasta el fin del mundo para escapar del holocausto desde Ribadavia, en la comarca del Ribeiro (Orense), Todos ellos lo lograron gracias a la extraordinaria labor de tres heroínas, las hermanas Touza Domínguez: Lola, Amparo y Julia. Las Schindler gallegas. Desde el año 1941 los judíos atravesaban la península para intentar salir de Europa desde Portugal. De 1943 hasta 1946 la ruta de escape (quizá la más importante de la península) transcurría de los Pirineos en Gerona hasta Medina del Campo, para tomar camino al norte hasta Monforte de Lemos y de ahí hasta Ribadavia.

Habitualmente llegaba en grupos de 3 o 4 personas al anochecer y allí, en la estación, estaban las tres hermanas Touza, regentando la cantina (con zulo incluido) donde acudían los pasajeros en busca de rosca, licor de café y melindres realizados con una receta que no compartían con nadie, aunque este no era el secreto más importante que ellas guardaban.

Las Touza fueron encarceladas en varias ocasiones por socorrer a presos que eran transportados en los convoyes hacía las cárceles de Vigo, pero sin lugar a dudas su labor más destacada fue la ayuda desinteresada a los judíos perseguidos por el nazismo durante la II Guerra Mundial.

La casa donde vivían las hermanas, era un peculiar casino donde se jugaba a cartas, con un salón  en el que organizaban bailes para hacer caja para su causa clandestina. Disponían además, de un viejo sótano en el que escondían a los judíos, y que fue utilizado en el periodo de la guerra civil española de refugio y escondite de republicanos.

Les proporcionaban alojamiento y manutención mientras permanecían escondidos hasta que se preparaba su fuga hacia Portugal, e incluso les facilitaban algo de dinero para su subsistencia posterior.

Para lograr su objetivos, estas comprometidas mujeres montaron una red clandestina, que estuvo operativa de 1943 a 1945, probablemente la más importante de la península, ayudadas por vecinos de la comarca. Esta red estaba formada por:

Los taxistas Xoxe Rocha Freijedo y Javier Miguez “El calavera”, este último un antiguo legionario que durante la Guerra Civil había sido el conductor particular de Millán Astray en el frente de Pinto (Madrid)  y cuya labor era transportar a los refugiados hasta unos 30 km para el paso fronterizo  del río Miño.

El traductor Ricardo Pérez Parada, que había emigrado a Nueva York donde aprendió el ingles y llegó a defenderse en polaco por lo cual se entendía con los judíos.

Los pescadores Francisco Estévez y su hijo Ramón Estévez que eran los encargados del ejecutar el paso del río.

El 7 de septiembre de 2008 su increíble labor humanitaria recibió un sencillo y póstumo homenaje en su Ribadavia natal y donde se coloco una placa grabada con sus nombres que con el enunciado: “Loitadoras pola liberdade”, mantendrá vida su hazaña.

El estado de Israel ha reconocido también la gesta y hoy en una colina de Jerusalén, hay un árbol plantado por el centro Peres por la Paz en honor a Lola, Amparo y Julia, “as de Ribadavia”.

Esta increíble historia permaneció en el anonimato absoluto hasta que en el año 2005 el escritor Antón Patiño publico el libro “Memoria de Ferro” motivado por los comentarios de un exiliado gallego, Amancio Vázquez el cual a su vez conoció la historia por un judío residente en Nueva York que le solicito a su regreso a Galicia dar su más profundo agradecimiento a las tres hermanas.

























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