“Dada la situación, había más
gente de lo previsto: unas trescientas personas, entre las cuales cincuenta
periodistas y fotógrafos europeos. Obreros, estudiantes, mujeres, niños y un
personaje político: Radomiro Tomic.
El sol apenas calentaba.
Había en el aire algo que sugería aún el olor, el color del invierno, mientras
el féretro, cubierto con la bandera chilena, era transportado a través de los
jardines hacia la carroza funeraria estacionada en la puerta. Cuando el cortejo iba a
iniciar su marcha, se escucho en el silencio de la calle un grito anónimo:-
Camarada Pablo Neruda.
Algunas voces contestaron:
- Presente.
Luego:
- Compañero Salvador Allende.
Ahora un coro cerrado contestó:
- Presente.
El grito se repitió dos veces
con la misma réplica. Luego la voz anónima cortó: ¡Ahora y siempre!
Y el cortejo inició su marcha
muy despacio. No hay mucha distancia de la casa de Neruda al cementerio
general: dos kilómetros a lo sumo. En el clima que vivía la ciudad (autos
militares erizados de metralletas, en las esquinas patrullas con casco y fusil
en ristre), aquel fue un recorrido lento y cargado de tensión".
"Al llegar delante de la
alta y abovedada puerta del cementerio, el féretro fue descendido de la carroza
funeraria y depositado sobre una especie de tarima rodante. El grupo se hizo
denso. De pronto, mientras avanzaba hacia el cementerio, se alzó alrededor del
ataúd el rumor sordo de un canto. En la acústica de la galería que sirve de
entrada, las voces se hicieron más decididas, más firmes. Algunos puños se
alzaron en alto. Cantaban La Internacional.
Detrás, en la plazuela que se
abre delante del cementerio, se escuchaban sirenas de vehículos militares.
Soplaba un viento glacial
entre los mausoleos de piedra y los cipreses polvorientos, mientras el cortejo
avanzaba por una avenida de cemento, cantando".
"Frente al mausoleo
donde habrían de ser sepultados los restos de Neruda, se produjo un silencio
apenas alterado por el zumbido de las cámaras filmadoras. El mismo silencio se
mantuvo mientras se pronunciaban, sin ayuda de altavoces ni amplificadores, los
discursos de tres escritores y una mujer. Luego, de pie frente al féretro
cubierto de flores, un estudiante leyó un poema de homenaje a Neruda, poema que
traía escrito a mano en una hoja de cuaderno.
Cuando el ataúd iba a ser
introducido en el nicho, en medio de una lluvia de flores arrojadas por los
presentes, estalló de nuevo el grito: “¡Camarada Pablo Neruda!”. Un coro de
voces contestó: “¡Presente…!”.
De pronto el funeral de
Neruda se había convertido en un sorpresivo mitin político. “Primer acto
público de oposición”, titularía el diario francés Le Monde. Fue de todas
maneras un acto muy breve.
Al salir del cementerio, la
multitud encontraría de nuevo los camiones militares y la tropa armada con
metralletas.
Muy cerca, en la puerta de la
morgue, había un grupo de mujeres vestidas de negro, llorando. No lloraban por
Neruda: eran las viudas de obreros y dirigentes de izquierda que habían sido
fusilados la víspera. Acababan de encontrar los cuerpos de sus maridos
destrozados por las balas.
Nadie se detuvo en oírlas. La
gente caminaba en silencio, dispersándose en todas direcciones".
PUEDEN CORTAR LAS FLORES,PERO NO PUEDEN IMPEDIR LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA!!!!
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