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394. Despiertan las voces dormidas

La leonesa Josefina Villa, compañera de tres de las ‘Trece Rosas’ paseadas en agosto de 1939, cumplió diez años en la cárcel de Ventas y ofreció un valioso testimonio sobre las presas ‘rojas’ y sus condiciones.


Ana Gaitero | Diario de León - 19/08/2012

Josefina Amalia Villa se hizo mayor de edad en los calabozos de Gobernación. El 7 de abril de 1939 cumplía 21 años. Su único regalo fueron unas palizas que dañaron sus tímpanos para el resto de sus días. Acababa de poner los pies en Madrid después de un año trabajando como enfermera de guerra en Murcia. Consiguió llegar a casa de unos amigos de su hermano y allí la detuvieron, acusada de colaborar con las fuerzas republicana.

Apenas había transcurrido una semana desde el último parte de guerra emitido por el bando vencedor: «En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo (...) ha terminado la guerra», proclamó la radio el 1 de abril de 1939.

Terminó la guerra y comenzó —y prosiguió en buena parte del territorio español— la represión del régimen fascista. Fue casualidad que Josefina Villa naciera en León —su padre mexicano de cuna y oriundo de Asturias, era funcionario y estuvo destinado en la capital— pero también quiso la suerte que el día de la sublevación de los militares, el 18 de julio de 1936, la joven estudiante de Filosofía y Letras, estudios que cursaba en Salamanca, estuviera en la capital de España, que quedó bajo el control de las fuerzas republicanas hasta 1939.

«La guerra la sorprendió en Madrid porque se vino a pasar un mes. Su hermano Rafael estaba en el equipo de nadadores de Salamaca e iba a ir a la Olimpiada Popular de Barcelona. Pero se quedó en Madrid y se fue al frente», cuenta Fernando Hernández Holgado, biógrafo de Josefina Villa y uno de los comisarios de la exposición Presas de Franco que saca a la luz la historia de las mujeres presidiarias y de la situación de las cárceles de mujeres durante la dictadura.


Enfermera de guerra

La joven, con 18 años recién cumplidos, se quedó en la Residencia de Estudiantes. «Estuvo deambulando de un sitio para otro y ya en el 38 hizo cursillos de enfermería y se fue a trabajar al hospital del Aire, en un pueblecito de Murcia», explica. Fue testigo de los bombardeos de Murcia, donde se enteró de que su hermano estaba vivo.

Al terminar la guerra regresó a Madrid a casa de unos amigos de su hermano. Al día siguiente fueron a buscarla. Pasó dos semanas detenidas en Gobernación, donde recibió fuertes palizas. «Le rompieron los tímpanos», aclara el historiador.

El testimonio de Josefina Villa se puede escuchar en la exposición organizada por la Fundación de Investigaciones Marxistas y el PCE de León en el Museo de León: «Cuando yo llegué a la prisión de Ventas eran tres mil mujeres. En cada celda individual había once personas. Mas luego salías de la celda y los pasillos estaban llenos de mujeres, las escaleras... No se podían cerrar los departamentos. No se cerraba más que la puerta de salida a la calle».


Detenida tres veces

Es parte de la entrevista que le hizo Fernando Hernández en el año 2001, en su domicilio del madrileño barrio de Manoteras. Su historia fue recogida también por la escritora Dulce Chacón para documentarse al escribir la novela La voz dormida, recientemente llevada al cine. «Dulce Chacón hizo una gran labor porque estas mujeres se vieron muy reconocidas», subraya Fernando Hernández.

Josefina Villa fue detenida tres veces consecutivas después de la guerra. Primero por sus antecedentes en el la Agrupación Profesional de Estudiantes de Bachillerato y en la FUE cuando accedió a la Universidad. Había tenido un enfrentamiento en Salamanca con el falangista Alonso Cardona, quien le siguió la pista y ordenó su detención en 1939.

Desde Gobernación, el emblemático edificio de la Puerta del Sol, hoy sede municipal, fue trasladada a la prisión de Ventas. Fue puesta en libertad el 2 de septiembre. Aquel día se declaró la II Guerra Mundial.

La joven salió en libertad provisional gracias a las influencias de amistades del padre de Josefina. Pero el 28 de marzo de 1940 fue llamada al consejo de guerra y detenida de nuevo en Gobernación. Tras dos días, pasó de nuevo a la cárcel de Ventas.

Salió el 18 de mayo de 1940, convertida en enlace del Partido Comunista. El 24 de septiembre de 1942 fue detenida por tercera vez. No salió hasta 1950. Su rostro se había tornado triste.


Oficina de penadas

Durante su primera estancia en Gobernación, Josefina Villa conoció a una mujer que sería trascendental en su vida: Matilde Landa. La dirigente comunista (Badajoz 1904-Palma de Mallorca 1942) fue condenada a muerte, pero logró que la directora de la cárcel de Ventas, Carmen Castro, le permitiera poner en marcha una oficina de penadas desde la que solicitaba indultos para las compañeras en su situación. La labor de esta oficina, apoyada por otras presas jóvenes, fue muy útil para mujeres que no sabían leer ni escribir, pero sobre todo «supuso un apoyo psicológico inestimable para estas mujeres: las hizo sentirse menos solas y las regaló una esperanza», apunta la exposición Presas de Franco.


La tragedia de Landa

A Matilde Landa le conmutaron la pena de muerte por 30 años de cárcel y fue trasladada al penal de Palma de Mallorca. Según relata la exposición, fue sometida a «una presión intolerable para que se bautizase». Según testimonios de mujeres que compartieron presidio con ella, «le llegaron a chantajear con mejorar la alimentación de los niños».

En la tarde del 26 de septiembre de 1942, cuarto aniversario de su encarcelamiento, se suicidó arrojándose al vacío desde una galería.


«Victoria lloraba»

Josefina Villa también conoció a algunas de las Trece Rosas. Al menos tres con las que coincidió en el departamento de menores de Ventas a donde fue destinada pese a tener los 21 años cumplidos. De la noche del 5 de agosto de 1939, cuando llamaron a las jóvenes para icas fueron llamadas para su ejecución rememoró esta escena: «Hubo que despertar a Victoria y a Martina. Victoria tenía dieciocho años y en el mismo expediente iba un hermano suyo que se llamaba Gregorio. Era menudita, con un bonito pelo castaño. Martina era más alta, con el pelo negro rizado y muchas pecas. Hasta aquella noche no me había dado cuenta de que tenía muchas. Se destacaban en su rostro pálido. Se vistieron. Victoria lloraba. No mucho. Lo único que le oí decir fue: «Mi pobre madre. Primero Juan, y ahora, Goyito y yo».


«Almacén de mujeres»

De las penurias sufridas dela cárcel de Ventas da cuenta Josefina Villa: «No había nada. (...) Nada más que algarrobas. (...) Cuando aquello cocía más o menos se daba de comer. Te podía tocar la comida a las tres de la mañana, a las cinco o a las... No se podía dar de comer a tres mil mujeres con una cocina para 450, vaya. No había agua; tenían que venir los bomberos a traernos agua. Aquello era el infierno». Por algo la llamó «almacén de mujeres».

Josefina Villa falleció en Madrid en el año 2006. Pertenece a una generación de mujeres que fueron doblemente reprimidas: «Por rojas y por mujeres». Se formaron e iniciaron en la política al calor de la II República, desafiaron al franquismo y a una sociedad patriarcal de raíces seculares y «vieron castigada su osadía con largas penas de cárcel e incluso con la muerte», subrayan los comisarios de la exposición Presas de Franco. A través de fotos, textos y testimonios orales visibiliza la experiencia penitenciaria femenina en las primeras décadas de la dictadura. Sus voces, dormidas en el olvido, despiertan.







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