La mujer ha sido considerada tradicionalmente como un sector atrasado de la sociedad, refugio de la Iglesia y de la reacción. Éste carácter atrasado no es innato en la mujer, como se ha hecho creer. La explicación a esto no hay que buscarla en aspectos biológicos, sino en la doble explotación que sufre bajo el sistema capitalista, ya que el sexo femenino sufre doblemente: sufre bajo la dependencia social de los hombres y, por otra parte, mediante la dependencia económica en que se hallan las mujeres en general. Pero la historia nos ha demostrado que en los períodos revolucionarios, las mujeres han estado siempre en primera línea, y han jugado un papel muy decisivo en la lucha.
Durante los cuarenta años del
franquismo, España fue un ejemplo del más puro estilo de patriarcado. Durante
la Segunda República se había dado el voto a las mujeres, se les había
concedido derechos y comenzaron a incorporarse al mundo laboral. Durante la guerra,
las mujeres participaron de forma muy activa en los dos bandos, pero finalizada
ésta, se las hizo volver al rol tradicional en el hogar, reivindicado como
propio de las mujeres por el Frente Nacional. se suprimió inmediatamente toda
la legislación de la República que concedía derechos a las mujeres. El Estado
decidió que se debía liberar a las trabajadoras del taller y la fábrica, y a
las profesionales de clase media se les cerraron todos los puestos de trabajo.
Se suprimió la educación mixta en las escuelas y se diseñó una formación
especial para convertir a las mujeres en buenas esposas y madres. La familia
conservadora tradicional se convertía en el fundamento de la nación.
Para llevar a cabo esta tarea
se creó la Sección Femenina de la Falange, encargada de educar a las mujeres en
su verdadero papel. La Sección Femenina recogía este espíritu. Y, aunque el
desarrollo económico de la segunda mitad de los sesenta adaptó algo la
incorporación legal al mercado de trabajo, ya que muchas mujeres habían trabajado
en la economía sumergida por necesidad, estos principios se mantuvieron
vigentes hasta la muerte de Franco.
EL MOVIMIENTO
FEMINISTA EN ESPAÑA
ORÍGENES DEL
FEMINISMO.
El feminismo llegó tarde y
mal a España. En Inglaterra, los países escandinavos y los Estados Unidos había
adquirido fuerza y amplitud gracias al desarrollo de las democracias liberales
y al crecimiento de una clase media fuerte, base de estas democracias. Pero en
España, donde tal desarrollo no había tenido lugar, la naciente burguesía
industrial se alió con las clases del país más retrógradas y reaccionarias, y
ello condicionó la formación de un feminismo consciente y solidario. Pese a que
se dan casos de gran inteligencia (Emilia Pardo Bazán o Concepción Arenal) y
pese a la existencia de algunas organizaciones de mujeres, lo cierto es que el
feminismo inicial español se convirtió en un movimiento moderado y acomplejado
en sus postulados y en su acción pública.
Así, no fue tanto su lucha
como los cambios producidos en la Segunda República lo que llevó a la mujer
española a su nivel más alto de emancipación. Después de crueles debates
parlamentarios y constantes ataques antifeministas en la prensa, la mujer
española obtuvo su derecho al voto en 1931. Aunque tardía, la Constitución
republicana llegó a ser una de las más avanzadas en leyes como la del divorcio.
Se llevó a cabo la reforma del Código Civil: la mujer casada podía conservar su
nacionalidad; tendría personalidad jurídica completa; poseería idéntica
autoridad sobre los hijos que el padre; la administración matrimonial sería
llevada conjuntamente por ambos componentes del matrimonio, etc. Se
introdujeron, además, leyes que protegían a las madres trabajadoras y que
garantizaban la igualdad laboral entre ambos sexos (aunque, esto último, lo
aseguraba sobre el papel).
La vida de la Segunda
República fue demasiado corta para que se desarrollase una ciencia feminista.
Si los partidos políticos se interesaban por la causa de la mujer era porque
resultaba una manera de atraer su voto; nunca demostraron una preocupación real
por las raíces más profundas de la dominación femenina. Además, los líderes
republicanos temían que la mentalidad de la mujer española, influida por el
clero, obstruyera los propósitos reformistas de sus programas políticos. Y la
mayoría de las mujeres políticas participaban de ese temor. A pesar de los
cambios políticos y las reformas de la legislación, permanecían en las raíces
de la sociedad española los viejos tabúes y los valores morales tradicionales que
discriminan y dominan, en la práctica, a la mujer. La Iglesia, por su parte,
inició una fuerte campaña para contrarrestar lo que consideraba una peligrosa
influencia de la ideología revolucionaria en la mujer. Y lo mismo sucedió con
las organizaciones derechistas, como Falange Española. Hubo mujeres que se
plantearon la necesidad de crear organizaciones separadas de los partidos y los
sindicatos, con el fin de encaminarla lucha por la liberación de la mujer en
todos los terrenos.
La Guerra Civil (1936−1939)
representó un revulsivo para la toma de conciencia de muchas mujeres, cuya voz
se escuchó en los mítines, en las reuniones y a través de periódicos y
revistas. Su actividad durante aquellos años fue asombrosa, y hubiera sido
elevadamente productiva para el futuro de haber podido seguir el país la vía
democrática iniciada.
FEMINISMO EN EL
FRANQUISMO
Tras el establecimiento del
régimen del general Francisco Franco, los ideales más reaccionarios, que
definían a la mujer en relación con su esencia y destino natural, fueron
concretados, desde un principio, en las nuevas legislaciones, tanto civiles
como penales y laborales. La mujer era esposa, madre y reserva de los valores
espirituales. Se protegió a la familia como núcleo vital del nuevo Estrado y se
prohibió el matrimonio civil, la contracepción y el divorcio. Se estimuló la
procreación y se premió a las familias numerosas. La legislación española,
inspirada en el Código de Napoleón, comparó a la mujer casada con menores de
edad.
La mayor parte de la
normativa laboral contenía la condición de que las mujeres abandonasen el
trabajo al casarse. Se prohibió que las mujeres ejercieran una serie de
profesiones, como abogada del Estado, notaria o diplomática. Con fines morales
se prohibió también la educación mixta.
El ideal femenino era el del
sacrificio, de la obediencia y el de la subordinación. Era natural que el
feminismo se convirtiera en algo satánico antifemenino y antinatural. Las
reclamaciones de igualdad entre el hombre y la mujer eran una equivocación, ya
que para los ideólogos falangistas y para las voces que se hacían oír dentro de
la Iglesia Dios había marcado desde el principio la distinción entre los roles
sexuales, y había creado al hombre como un ser activo y a la mujer, como un ser
pasivo.
Sin embargo, aunque el Fuero
del Trabajo había establecido que el Estado se encargaría de liberar a la mujer
casada del taller y la fábrica, la crisis de finales de los cincuenta, obligó a
una serie de revisiones de la política económica del régimen. La expansión
industrial necesitaba incrementar la población laboral, y especialmente la más
barata, y se recurrió a la mano de obra femenina. La nueva sociedad de consumo
estaba más preocupada por su bienestar económico que por las órdenes
ideológicas del régimen.
Poco a poco los signos de
cambio fueron haciéndose más visibles: se empezaron a publicar libros sobre la
cuestión de la mujer donde se analizó con dureza la problemática femenina en la
sociedad española, y las grandes teóricas del feminismo internacional fueron
traducidas a finales de los sesenta. Por otra parte, surgieron varias
asociaciones legales de mujeres (universitarias, juristas y separadas), y
también organizaciones clandestinas vinculadas a partidos políticos de la
oposición.
NUEVAS TENDENCIAS EN
ESPAÑA
A la muerte de Francisco
Franco, el 20 de noviembre de 1975, empieza en España un lento proceso
democrático, y el motivo inicial de liberación de la mujer, encuentra un clima
más favorable para expresarse públicamente. Este clima permite que las mujeres
que se habían organizado ya antes, clandestinamente o no, salgan a la calle y
se movilicen. Su trabajo se difunde muy pronto en los barrios, las asociaciones
de vecinos, organizaciones profesionales, centros de planificación familiar e incluso
en el interior de los partidos políticos legalizados. En diciembre de 1975 se
celebraron en Madrid las Primeras
Jornadas por la Liberación de la Mujer, y en mayo de 1976 tuvieron lugar en
Barcelona las Jornades
Catalanes de la Dona.
A través de grupos de
vanguardia u organizaciones de masas, el feminismo español se ha ido
configurando en los últimos tiempos, a través de diferentes tendencias: las que
se integran en los partidos políticos, tanto de la derecha como de la
izquierda, las radicales o las sexistas, que partían de la base de que la
mujer, dado su puesto en el sistema productivo como ama de casa, constituye una
clase social opuesta al hombre, y en consecuencia, tenía que organizarse al
margen de los partidos políticos y sindicatos. Las organizaciones autómatas de
tendencia socialista (el Frente de Liberación de la Mujer), y las reformistas,
las cuales, dentro o fuera de los partidos, defienden cambios sociales y
legales en el marco de las estructuras vigentes. Sin embargo, esta
clasificación es poco menos que superficial, puesto que las radicales y las
socialistas parten de un análisis parecido en cuanto a la necesidad de
transformación de la sociedad para lograr la total liberación de la mujer, y la
necesidad de crear organizaciones feministas autónomas e independientes de los
partidos políticos es compartida y defendida por muchas militantes de los
partidos de la izquierda tradicional.
LA MUJER EN ESPAÑA
Biblioteca Gonzalo de Berceo
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