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407. La mujer durante el franquismo - 2ª parte




EDUCACIÓN DE LAS MUJERES BASADA EN EL GÉNERO


En el franquismo los dos componentes del nacional catolicismo, falangismo y catolicismo coinciden en la exaltación del patriarcado y la glorificación de la maternidad. Esta última como misión determinante de la vida de las mujeres, definiéndolas como productoras y reproductoras de hijos y de ideología por lo que su principal función social será la maternidad. De una característica biológica, la posibilidad de ser madres se deduce la obligación cultural de la maternidad, rodeada de un complicado sistema de valores y sentimientos que condicionan sus comportamientos. De aquí se derivará su aislamiento en le espacio privado, su separación del mundo productivo y político y el adjudicarle unos valores culturalmente definidos como femeninos, destinados a salvaguardar esta vocación maternal, supuestamente innata en la condición femenina.

Como consecuencia, si al hombre se le identifica con la razón y a la mujer con el sentimiento, mientras los varones, mediante la educación, desarrollan sus capacidades intelectuales y se forman para dominar y transformar el mundo, las mujeres perfeccionan las sentimentales encaminadas a formarlas en su papel de futuras madres y esposas. Al mismo tiempo quedará alejado de su formación todo aquello que se defina como masculino ya que estorbará en los objetivos a conseguir.

«El problema de la educación femenina exige un planteamiento nuevo. En primer lugar se impone una vuelta a la sana tradición que veía en la mujer la hija, la esposa y la madre y no la intelectual pedantesca que intenta en vano igualar en vano a los dominios de la Ciencia. cada cosa en su sitio. Y el de la mujer no es el foro, ni el taller, ni la fábrica, sino el hogar, cuidando de la casa y de los hijos, y de los hábitos primeros y fundamentales de su vida volitiva y poniendo en los ocios del marido una suave lumbre de espiritualidad y de amor».

Esta educación que defiende las diferencias descansará, en el caso de las mujeres, en dos principios, como pueden ser, la separación de sexos y la feminización de la enseñanza, estrechamente relacionadas ya que parten de la base de la consideración de hombres y mujeres como seres que desempeñarán en la sociedad papeles distintos, por lo que se pretende una educación diferenciada y, para poder impartirla de manera adecuada, separada para cada sexo.

Por otra parte, la de sentencia definitiva de la educación mixta se fundamenta en la eficacia educativa, al defender que cada sexo realizará mejor sus respectivos aprendizajes por separado y que el maestro para el niño y la maestra para la niña serán modelos diferentes de conducta que facilitarán un aprendizaje más correcto de actitudes y comportamientos.

Relacionada con este principio se encuentra la feminización de la enseñanza, la elaboración de un vitae y de unas prácticas educativas que ayuden a una formación diferenciada de las mujeres, potenciando los valores considerados desde la perspectiva genérica como femeninos, una educación en la que destaque la sensibilidad frente al intelecto, la intuición sobre la racionalidad, la práctica sobre la teoría. De las distintas cualidades se derivan diferentes funciones sociales y por ello la educación de las mujeres debe ser contrapuesta de manera considerada a la masculina, es decir, específica y separada del hombre, ya que tiene distintas cualidades fisionómicas y anímicas y que va a cumplir una misión distinta de la del hombre, reina del hogar.

En el ámbito de la educación formal, la aplicación del principio de democratización de la enseñanza concreta en una amplia escolarización y en la posibilidad de un acceso generalizado a los diferentes niveles educativos, no fue una de las prioridades del Nuevo Régimen. Si añadimos a esto el género, se encuentra que el mínimo acceso de las mujeres a los niveles de secundaria y universitarios en las primeras décadas del franquismo se intentará fundamentar e incluso incitar mediante una base teórica en la que se expresa el rechazo de la formación intelectual de las mujeres. La mujer erudita, preocupada por su desarrollo cultural y profesional, será definida como poco femenina. Si en la etapa republicana se había aumentado el acceso de las mujeres a la educación secundaria y a la Universidad, habían desempeñado profesiones como la abogacía o la medicina, habían sido parlamentarias, escritoras y periodistas, conformando un modelo de mujer que pensaba, discutía, ejercía una profesión y votaba, es decir, habían completado su formación personal e intelectual.

La Iglesia católica coincide en la condena a las mujeres independientes y críticas, planteando que frente a las mujeres Bachilleres , presuntuosas y sabias, deben formarse amas de casa, expertas en la práctica de su papel tradicional. El jesuita Herrera Oria condena la supuesta intelectualización de las mujeres y el abandono de sus papeles tradicionales y sugiere, además, una condena a una problemática corresponsabilidad en las tareas domésticas.


Diferenciación de sexos en las asignaturas comunes

En lo que respecta a la diferenciación de programas en asignaturas comunes a ambos sexos, la razón utilizada es que a pesar de que la materia es la misma los objetivos a alcanzar son diferentes, condicionados por los papeles que cada uno ha de desempeñar. Por ello hay programas distintos en Formación del Espíritu Nacional, ya que los hombres requieren una formación para la vida política pública y las mujeres para la familiar. La Educación Física se encamina a formar soldados en los hombres y madres en las mujeres, y la Música en donde se formará el espíritu patriótico de los niños y el cultural en ellas.

En la Formación del Espíritu Nacional(FEN) se defiende que hombres y mujeres sirven de forme diferente a la Patria: ellos con las armas y como miembros activos de la política, ellas en la retaguardia, en el día a día, con su ejemplar sacrificio cotidiano, sin participar en la vía pública. Por tanto, en los programas de esta materia predominarán los contenidos de teoría política en la masculina y los referidos a la disposición de servicio, sobre todo a través de la familia, en los destinados a ellas.

En el campo de la Educación Física puede observarse que mientras en los hombres se trataba de una auténtica formación premilitar, en la que predominaba la disciplina corporal encaminada a conseguir la resistencia física para aguantar las privaciones de la batalla. La de las mujeres se encaminaba a conseguir que fueran sanas, eficaces y bien preparadas para las continuas maternidades. Por ello, los ejercicios estaban programados en un intento de asociar su frágil naturaleza y sus necesidades reproductoras futuras, rechazando todas aquellas disciplinas deportivas que pudieran masculinizar su imagen corporal.

La música sólo era cursada por los niños más pequeños quienes veían reducido todo su aprendizaje musical a la enseñanza de marchas e himnos militares y patrióticos, acompañados de saber marcar militarmente el paso. Por el contrario, las niñas contaban con una amplia programación que incluía solfeo y numerosas canciones populares aunque sin menospreciar a los himnos patrióticos.

La tercera disposición consistía en la matización de los contenidos, impartiendo los mismos pero realzando unos u otros aspectos según sus destinatarios fueran hombres o mujeres. Así, en historia, mientras los hombres marcarían la virilidad de los héroes españoles, se trataría de profundizar en las virtudes femeninas de las heroínas: la maternidad en Isabel la Católica, la prudencia en la Latina, el sacrificio de Santa Teresa de Jesús...

Los libros de texto contribuían a la jerarquización mediante la representación de la mujer sólo como madre y realizando tareas domésticas, su ausencia como protagonista de la Historia, la edición de versiones diferentes de los mismos textos o la existencia de libros sólo para niñas. Textos e ilustraciones formarán mujeres−madre, mediante la presentación de grupos y estructuras familiares muy habituales, con funciones y deberes diferenciados según el sexo. Así el padre representará la autoridad, el miembro de la familia que sale fuera de casa para ganar el sustento diario que mantiene a toso el conjunto familiar y que, dentro del hogar, descansa. Por el contrario, la madre se ocupa de administrar el hogar, y de mantenerlo en orden, tanto material como espiritualmente. Los trabajos que hace se reducen a los domésticos y fuera de esto, sólo aparee realizando faenas de tipo agrícola y aquellas profesiones consideradas femeninas (maestra, enfermera, mecanógrafa). Ella se ocupa del bienestar de la familia.


Educación desde la Falange

De manera paralela la Falange se encargaba, a través de la Sección Femenina, de completar la educación femenina. Franco les había responsabilizado de llevar a todos los hogares de España el mensaje falangista y durante su existencia nunca dejaron de cumplir sus órdenes. Se trata de que las mujeres continúen la transmisión de ideas y valores falangistas. Para ello puso en pie un soporte de instituciones gracias al que llegaba a todas las mujeres, tanto de campo como de ciudad, amas de casa o trabajadoras, jóvenes o adultas, falangistas militantes o no, en el tiempo de descanso o de trabajo.

Pilar Primo de Rivera, la hermana del Fundador José Antonio, se convirtió en la cabeza y el alma de la Sección Femenina, en la máxima Mando y en la auténtica conservadora de las esencias falangistas. Tal vez por ello sea la parte femenina de la organización falangista que más tarde en adaptarse a los nuevos tiempos y continúe hasta casi el final del franquismo transmitiendo una ideología superada por los hombres. Su modelo de mujer se identifica con el de madre y su educación se dirige a formarla como buena ama de casa y reproductora, suprimiendo todas aquellas materias que resten importancia a la formación del hogar.

El conjunto de mujeres era educado en los principios falangistas gracias a su introducción en el sistema formal, en el que contaban con sus propias escuelas de primaria, de Enfermeras y de Magisterio además de los servicios complementarios de Colegios Mayores y Menores y, sobre todo, mediante las Escuelas de Hogar que comprendían las materias de labores del hogar, economía doméstica, puericultura y cocina, y se complementaban con las enseñanzas de Formación del Espíritu Nacional, de gimnasia y de música. Cursarlas era obligatorio en el Bachillerato y en las Escuelas Normales femeninas siendo impartidas por instructoras de la propia organización con lo que se facilitaba su acceso e influencia ideológica en lugares como los colegios regidos por ordenes religiosas. Las maestras de enseñanza primaria para poder ejercer el Magisterio en escuelas estaban obligadas, antes de la Oposición, a cursar durante un mes estas materias, en cursos que recibían en verano en Albergues en calidad de internas. Se garantizaba así el contacto con la organización de todas las maestras españolas, una influencia ciertamente privilegiada.

La educación de las mujeres españolas durante todo el franquismo estuvo guiada por los principios doctrinales de la separación de sexos y feminización, pero debe tenerse en cuenta que fueron adaptándose a las necesidades sociales y la evolución político−económica que el país conoció a lo largo de los cuarenta años, ya que, a pesar de las intenciones inmovilistas, la sociedad femenina iba evolucionando, produciéndose sucesivas crisis que afectarían a la educación. Aunque cabe destacar que siempre existieron grupos de personas que representaban alternativas a los modelos oficiales, minorías que no dejaron de oponerse al Régimen y cuya influencia contribuyó a la modernización del mismo.


LOS AÑOS CUARENTA

Cuando termina la guerra civil, el Nuevo Régimen siente la necesidad de reconstruir la Patria a partir de una España con falta de personas y también por carencia de ideales, fruto de las ideologías disolventes de la etapa republicana, que han atacado sus esencias tradicionales. Se trata, por tanto, de recuperar una España Imperial y, por esta razón, se reivindica la mujer−madre, reproductora de hijos y de costumbres. El millón de muertos en el conflicto el medio millón de exiliados y las víctimas de la represión emprendida por los vencedores y que supondría la eliminación física de todo tipo de discrepantes, supusieron un enorme descenso de habitantes y por ello, de mano de obra productiva. Pero para recuperar los niveles de producción hacía falta personas y sólo las mujeres serían capaces de ocuparse de ello.

Dentro del aparato educativo formal, la enseñanza primaria se caracterizará por la publicación, en 1945, de la Ley de Enseñanza Primaria que permanecerá en vigor hasta 1970. en lo que hace referencia a la educación de las mujeres establecerá de manera rotunda y detallada los principios de separación de sexos y feminización de la enseñanza.

Su división en dos etapas diferenciadas, de 6 a 10 años, general, y de 10 a 12 años, especial, hace que las mujeres queden todavía discriminadas y que realmente a los 10 años abandonen la escuela porque ni piensan continuar el bachillerato ni integrarse en el mundo laboral. Es una educación con un fuerte contenido religioso, patriótico y de formación hogareña, como se encarga de recordar la Junta Provincial de 1ª Enseñanza de Valencia a las Juntas Municipales de Educación primaria.

«Función de la escuela: Es importante la cultura; es deseable y debe cultivarse la fortaleza física; pero lo es más el temple del alma, la rectitud de la conciencia, el valor, el espíritu de sacrificio y hermandad, la conducta siempre ajustada a nuestro fin imperial y eterno. Sin olvidar el distinto matiz que ha de tener la educación de cada sexo, la prohibición de la coeducación, inadmisible como sistema pedagógico, y la educación familiar. Educación para el hogar: Es la familia sana, fundamento de la sociedad; y la española es todavía la más sana del mundo; precisa preservarla de contagios disolventes, y para ello, educar a nuestras mujeres con esa aspiración: que sean, ante todo, mujeres, el alma del hogar y aglutinante de la familia; que ellos son el trono y el reino de la mujer cristiana y española; y sin que con ello se proscriba la cultura femenina deseable, hay que tener en cuenta ante todo, que el sistema educativo de la mujer, debe mirar fundamentalmente al hogar; y que esto no debe olvidarse en ninguna escuela».

En lo que respecta a la enseñanza secundaria, surte el efecto deseado en una década en la que las mujeres que podían estar cursando el Bachillerato eran necesarias en sus casas o trabajando. Prueba de esta eficaz campaña de desprestigio de la secundaria femenina es que las niñas que recibían este tipo de enseñanza suponían un 36% del total del alumnado al comenzar la década, y habían disminuido a un 35% en el curso 1949−50.

Es en el nivel de enseñanza superior o universitaria en donde se percibe con mayor claridad los efectos de la ideología sexista predominante en el franquismo. Si ya se consideraba el Bachillerato como escasamente adecuado para la mente femenina, mucho menos propio será la formación universitaria y de la teoría se pasó a la práctica viendo las mujeres prohibido su acceso a las carreras de Judicatura y de Diplomacia, además de su exclusión de la vida militar y eclesiástica. Por tanto, quedaban excluidas de los tres órganos del poder social: Justicia, Ejército e Iglesia.

En el ámbito no formal, la Sección Femenina de los años cuarenta centra su atención en el fomento de la maternidad acompañado de la lucha contra la mortalidad infantil, concretada en campañas a favor de la lactancia materna, concursos de bebés, confección de canastillas y la labor de las divulgadoras rurales, con formación de enfermeras y asistentes sociales, que en los barrios marginales y en las zonas rurales se encargaban de proporcionar a las madres conocimientos teóricos y prácticas de puericultura.

Las imágenes de mujeres reales y transgresoras no son las que se encuentran en los medios educativos formales pero sí en otras instancias también socializadoras. Por ello, a pesar del empeño del Régimen, capaz de censuras y manipulaciones con tal de difundir una imagen idealizada de la mujer−madre asexuada , piadosa, patriótica, ejemplar, se vislumbra una realidad cotidiana menos ideal y mucho más cercana a las contradicciones propias de toda sociedad gracias a la existencia de otros medios que no pueden ser controlados totalmente.

La radio se convertirá en los años cuarenta, en uno de los instrumentos de socialización de las mujeres de mayor alcance tanto por los espacios de audiencia que crea como por los propios mensajes transmitidos. La radio puede escucharse en el ámbito privado, al mismo tiempo que se realizan los trabajos domésticos, y en el público, mientras se trabaja en almacenes, fábricas... e incluso podía llegar a fomentar la audición conjunta. En esta época las mujeres trabajaran al sonido de las melodías populares y los programas de mayor éxito.

Por último, cabe destacar uno de los medios que mayor influencia han tenido en la socialización de la mujer, como puede ser la publicidad. Los anuncios publicitarios están destinados a crear y satisfacer las necesidades, a materializar los sueños y a convertirse en mensajes imprescindibles para aconsejar a las consumidoras, que ello mismos provocan y satisfacen. Son un testimonio asombroso de la evolución y la transformación de los modelos de mujer y de las relaciones sociales en estas décadas. Los productos anunciados en revistas y diarios nos muestran la miserable realidad. Las mujeres se encontrarán con la ayuda de los mensajes publicitarios para poder ejercer su misión y con esta finalidad abundarán los anuncios de productos de higiene corporal y de limpieza, de similares de alimentos, de productos farmacéuticos.


LOS AÑOS CINCUENTA

Los años cincuenta significaron la continuación y pervivencia temporal del modelo teórico diseñado en la década anterior que puede sintetizarse en la frase fijada como lema por la Sección Femenina: mujeres para Dios, para la Patria y para el hogar, es decir, cristianas, decentes, patrióticas y perfectas amas de casa, prototipo que sufre algunas modificaciones respecto al precedente como consecuencia de la mejora de las condiciones socioeconómicas y que coincide con el vigente a nivel mundial.

Las mujeres son educadas con escasas ayudas al terreno teórico aunque de manera lenta iban produciéndose incorporaciones cuantitativas que producirán los grandes cambios de los años sesenta. Si reducimos el análisis de la educación de las mujeres al ámbito formal, puede afirmarse que es un década inmovilista persistiendo en ella los principios básicos de la educación femenina hasta el punto de que la mayor novedad en el interior de las escuelas pueda encontrarse en la aparición del reparto de la leche americana, fruto de los acuerdos con los americanos y que proporciona un acuerdo de olor y sabor desagradables que simboliza a la perfección esta década.

En la enseñanza primaria continua la obligatoriedad de la separación de los sexos y trata de reforzarse el principio de fiminización. Varias disposiciones legales aprobaron la convivencia de seguir siendo el maestro modelo para los alumnos y maestra para las alumnas y la importancia de cursar las niñas las materias propias de su sexo. Este nivel de enseñanza puede considerarse como una prolongación del anterior, y en el de secundaria se producirán importantes novedades estructurales, al promulgarse la Ley de Ordenación de la Enseñanza Media de 23/02/1953 que permanecerá en vigor hasta la Reforma de 1970.

Así, se consolida la feminización de la secundaria con la obligación de cursar las materias de Escuela de Hogar en todos los cursos de los niveles elemental y superior y la inclusión en las pruebas de reválida de una prueba específica sobre estas materias, cuya no superación privaba de obtener el correspondiente título. La insistencia en esta cuestión y la realidad de la progresiva incorporación de las mujeres a la secundaria y al mundo del trabajo llevará a la creación de un Bachillerato Laboral Femenino (1957), adaptación del Bachillerato Laboral creado en 1953 como alternativa al Universitario. Esta adecuación de la enseñanza a las necesidades de las mujeres fue respaldada por la Sección Femenina.

El nivel de enseñanza universitaria es el único que tiene transformaciones en estos años, ya que se produce un aumento en la incorporación de la mujer a la Universidad, incremento que se puede calificar como lento y constante.

El aparato educativo formal produce los ideales de feminidad y discriminación consustanciales al franquismo. La pobreza de la enseñanza primaria, la escasez de institutos femeninos y el predominio de la privada, atenderían a los rasgos más destacados de los cincuenta.

La Sección Femenina avanza con su labor de educación falangista, aunque con algunos matices diferentes, obligada por las distintas condiciones socioeconómicas que se crean en el país. Continúa de manera dominante su campaña a favor de la maternidad física e ideológica pero centrándose más en el aspecto teórico e ideológico, con conferencias sobre diferentes aspectos de la misma, aunque sin olvidar la necesidad de reproducción, fomentada por el Régimen, que continuaba premiando la natalidad. Así, en marzo de 1956, el Caudillo entregaba en Madrid el primer premio de natalidad a un matrimonio con 22 hijos de los que vivían 20, teniendo el padre 78 años y la madre 55.

En el aspecto social, los 50 fueron los años en que comenzaron a coger fuerza los fenómenos de la inmigración del campo a la ciudad, de la emigración a Europa y de la afluencia de turistas. Poco a poco el franquismo toma conciencia de la necesidad de adaptar su ideología a los nuevos tiempos pero sin perder sus esencias, intentando que la sociedad asimile su necesidad pero sin renunciar a sus principios fundamentales. Estos cambios se ven en los medios de comunicación, quienes persisten en su labor de educación de las mujeres en nuevos patrones.

La radio empieza a modernizarse y alcanza su esplendor en esta época. Continúa la emisión de canciones con características parecidas a las de la etapa anterior y, desde el punto de vista de la educación femenina surgen dos nuevos tipos de programas que alcanzarán gran audiencia en esta etapa y en la siguiente. Los espacios femeninos suelen girar alrededor de algún producto de cosmética o del hogar. Son de ideología reaccionaria y muy marcados por la censura.

La publicidad se convertirá en la educadora de los ciudadanos y ciudadanas que necesitan aprender de los usos y costumbres de una sociedad urbana y una clase social burguesa a la que desean pertenecer. Hombres y mujeres que acababan de abandonar la sociedad rural necesitaban modelos que les reeducaran para desempeñar eficazmente su nuevo papel. Por ello, las mujeres copiarían los vestidos, peinados y productos de cosmética de las modelos publicitarias.

Los cincuenta terminan con una mujer educada pero que empieza a conocer una realidad económica y social distinta, a la que tendrá que adaptarse. Las necesidades reales superarán los márgenes que el franquismo se empeñaba en mantener, en este caso, a las mujeres.


LOS AÑOS SESENTA

El modelo de planificación económica propuesto por los tecnócratas supuso la hegemonía de los ideales de eficacia y rentabilidad, que se reflejarían en la economía y en la vida política. Los Planes de Desarrollo y las divisas procedentes del turismo y la emigración acabarían con la tradicional mujer ahorradora, capaz de autoabastecer a su familia, y ofrecerían como alternativa la consumidora eficaz y ordenada, a la que se convencerá de que el trabajo doméstico forma parte importante de la economía nacional. Sigue vigente el modelo de mujer reproductora que alcanza en estos años gran importancia y se produce un auténtico boom de natalidades, dando lugar a la denominada generación de los baby boom.

En esta nueva situación socioeconómica la Sección Femenina presenta la Ley de Derechos políticos, concretamente, en 1961, con el objetivo de adaptar el antiguo fuero de los españoles a las necesidades del desarrollismo y reconocer la progresiva existencia de mujeres trabajadoras. Una ley contradictoria en la que junto al reconocimiento del derecho de la mujer soltera a ocupar puestos de trabajo asalariado con igual salario para un mismo trabajo, se valora el trabajo doméstico y se sigue manteniendo la permanencia de la mujer casada en el hogar. Pilar Primo de Rivera mantiene que:

«La ley en vez de ser feminista sea, por el contrario, el apoyo que los varones otorgan a la mujer como vaso más flaco. ¡Qué más quisiéramos que el salario del hombre fuera lo suficientemente remunerador para que la mujer, sobre todo la casada, no tuviera que trabajar por necesidad! Yo os aseguro que si la vida familiar estuviera suficientemente dotada, el 90% de las mujeres no trabajarían. Para nosotras es mucho más cómodo y más apetecible tener todos los problemas resueltos. Pero hay numerosas familias que no sólo en España sino en el mundo que no pueden prescindir del trabajo de la mujer precisamente para que la atención y la educación de los hijos, fin primordial del matrimonio, sean suficientes». 

Por otro lado, los 60 significan la entrada de las mujeres en el sistema educativo formal. Al 50% que le corresponde primaria, se une la incorporación de secundaria, alcanzando el 45,6% y en las Universidades el 26%. Esta década representa, para las mujeres, el acceso de la educación secundaria mientras que el reto universitario se conseguirá posteriormente. Sólo hay una importante deficiencia en este avance, que es la que corresponde al analfabetismo que, entre las mujeres, supera el 10%.

La modernización tiene su reflejo en la publicación de los Cuestionarios del ciclo de formación manual correspondientes al Bachillerato Laboral Femenino de la Modalidad Industrial y Minera, en el que van incorporándose conocimientos como, conceptos de fontanería doméstica, el estudio de los aparatos eléctricos domésticos y de los gases utilizados para los aparatos domésticos, conceptos de electricidad, etc. Se observa que, posiblemente, en las Escuelas de Artes y Oficios Artísticos es donde mejor puede apreciarse la evolución de la incorporación de las mujeres a la formación profesional, ya que se produce un importante acceso que llega a representar el 45,12 en el año 1965.

La enseñanza universitaria presenta una incorporación masiva en cantidad y rápida en el tiempo a partir del principio de los 60, como consecuencia directa del gran aumento producido en la escolarización de mujeres en el Bachillerato. Por otra parte se produce la superación de las diferencias en el acceso a ciertas Facultades por razones de sexo, considerándose así, un ingreso masivo: Ciencias, Derecho y Medicina, triplican su cifra en toda la década. En Filosofía y letras se observa por primera vez un descenso en el porcentaje, mientras que Farmacia sigue aumentando su alumnado, predominando las mujeres.

En los sesenta, se pone en marcha la Campaña Nacional de Alfabetización (Decreto 24/07/1963) dirigida a elevar el nivel cultural de una población que necesitaba una formación más específica y compleja que la que se solicitaba en una sociedad agraria. Esto también favorece a los hombres. Prueba de esta intención de aumento de la productividad, es la publicación de anuncios destinados a hacer ver a los empresarios las ventajas de la alfabetización de sus empleados.

«¡Empresario! Procura la alfabetización y elevación cultural de todos tus trabajadores y así, además de cumplir con graves obligaciones, legales y morales, aumentarás la productividad de tu negocio».

La Sección Femenina también se adapta a los nuevos tiempos. Las falangistas dedicarán sus esfuerzos a formarlas y desplazan los esfuerzos del área de campesinas, privilegiada en los cuarenta, a la de Sindicadas, potenciando su participación en los sindicatos y en la vida política y cultural. Pero al mismo tiempo modernizan sus planteamientos respecto a las mujeres casadas a las que quieren convertir en amas de casa modernas que deben continuar apartadas del mundo laboral, dedicadas al cuidado del marido y los hijos pero ya no tan centradas en la economía de subsistencia para la que las habían preparado sino a la actual del consumismo. La finalidad es conseguir una mujer más culta, mejor preparada, capaz de realizar todos los gastos necesarios para conseguir la máxima comodidad en su hogar y para su familia, pero que siga considerándolo como centro de su vida. Dentro de este tema, las Escuelas de Hogar se convierten en centros culturales, en donde se pronunciaban conferencias de temas religiosos, políticos y de actualidad nacional e internacional además de los clásicos cursillos de decoración, cocina, etc...

Una de las novedades planteadas por la modernización de la Sección Femenina desde la perspectiva desarrollista, es la apreciación del trabajo doméstico como una contribución a la economía nacional, por lo que exigen su conocimiento social y salarial. A partir de esta valoración surgen las primeras reivindicaciones de salario de las amas de casa, valoración positiva que hace aumentar la autoestima de las mujeres pero con el equilibrio de tener que contribuir a perpetuar la división de papeles y ámbitos de actuación de hombres y mujeres. Consecuencia que también se extrae de su planteamiento de los horarios de media jornada, jornada partida o por horas para las mujeres, que les permiten compaginar el trabajo dentro y fuera de casa, es decir, mantener la doble jornada.

Puede afirmarse que, finalizados los 60, el modelo falangista femenino había evolucionado hacia el de un mujer que, consentía una especial formación integral como persona, reconociendo el derecho de las mujeres solteras a realizar trabajos pagados, valorando el trabajo de las casadas e intentando una mayor participación en la vida política y sindical. Las nuevas mujeres que deseaba la Sección Femenina de finales de los 60 están representadas por las universitarias del SEU, las sindicalistas activas, las alcaldesas elegidas a través del tercio familiar, las amas de casa que asistían a los Círculos Medina y reivindicaban un salario por su trabajo.

El aumento de la capacidad adquisitiva y e tiempo libre del que comienzan a disfrutar los españoles hacen que se consuma más y más, y serán los medios de comunicación quienes reflejarán con mayor precisión los cambios ocurridos. El ideal femenino continúa siendo reunir las cualidades tradicionales de realizar a la perfección las tareas domésticas, ser laboriosa, buena, alegre, dulce y atractiva, y así mantener la finalidad de una boda que permanece invariable, como el mensaje conservador, que también permanece.

En el cine, los primeros 60 representan una continuación de la década anterior, con el éxito de mujeres frágiles e inocentes, como Natalie Wood, Audrey Hepburn, o Julie Andrews, mientras que el mito erótico seguirá siendo Marilyn Monroe, que representará a la perfección el papel de mujer seductora. Finalizando los 60 surgen los nuevos modelos de mujer que necesita la estética pop dominante, mujeres dulces pero independientes. En España surgen las imitadoras de Audrey Hepburn como Enriqueta Carballeira o Sonia Bruno y a finales de los sesenta, las chicas modernas, que reciben el nombre de ye−Yes: Concha Velasco o Teresa Gimpera aunque la máxima representante continúa siendo Sara Montiel.

La publicidad conoce una época brillante. En una sociedad en la que ha aumentado el nivel adquisitivo de buena parte de la población, el consumo aumenta y se extienden los mensajes dirigidos a crear y satisfacer necesidades. Las mujeres son el público perfecto por ser, a su vez, protagonistas y usuarias, y aumentan la calidad y cantidad de los anuncios. Esta publicidad enseña a las mujeres cómo comportarse, qué productos usar y cómo vestirse y arreglarse de acuerdo a las nuevas exigencias de la sociedad.

Al finalizar la década de los sesenta las mujeres han evolucionado desde el modelo tradicional, vinculado al estilo católico y al conservadurismo falangista, a uno modernizado, aunque ideológicamente se pretende igual al de los primeros años del franquismo, ha sufrido transformaciones debido a las necesidades económico−sociales. Su socialización en este nuevo modelo se ha producido por los mensajes recibidos a través de los medios de comunicación y la práctica diaria que, ha forzado su acceso a niveles educativos cada vez superiores.


LA MUJER EN ESPAÑA
Biblioteca Gonzalo de Berceo


La Biblioteca Gonzalo de Berceo agradece a Mª del Carmen Agulló Díaz (profesora titular del Departamento de educación comparada e historia de la educación de la Universidad de Valencia) que ha permitido publicar estas líneas, extracto del capítulo (pps. 243-295) "Azul y rosa": franquismo y educación femenina", incluido en el libro "Estudios sobre la política educativa durante el franquismo", coordinado por Alejandro Mayordomo y publicado por la Universidad de Valencia en 1999.







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