“España es una herida en mi corazón. Una herida que nunca cicatrizará. El dolor permanecerá siempre conmigo, recordándome siempre las cosas que he visto”.
María Torres - Noviembre 2012
Norman Bethune fue una de
esas personas empeñadas en cambiar el mundo, un solidario por oficio que se
negaba a vivir sin rebelarse y que nunca pensó en él mismo, sino en los demás. Uno de tantos héroes anónimos y
silenciosos, desconocido durante décadas en su país, elevado a la categoría de
mito en China y sepultado en el olvido en España.
A este rebelde con causa que
siempre vinculó su vida al compromiso, comunista por convicción más que de
partido, médico más allá de las fronteras, defensor de la sanidad universal, le
atrapó la muerte por septicemia la madrugada del 12 de noviembre de 1939 cuando
se encontraba ejerciendo de cirujano de campaña del Ejército Popular chino.
Resulta paradójico pensar que cuando contrajo una tuberculosis en 1926, logró
curarse a pesar de estar desahuciado médicamente y un pequeño corte en un dedo
cuando realizaba una operación en el campo de batalla acabó con su vida.
La tuberculosis le marcó tan
intensamente que durante varios años se dedicó a la investigación de la
enfermedad, se graduó en neuro-psico-inmunología e introdujo importantes innovaciones
en la cirugía torácica, entra ellas la creación de su propio instrumental.
Abandonó su cómoda vida en
Canadá y su trabajo de Jefe de servicio del Hospital Sacré-Coeur de
Montreal y el 3 de
noviembre de 1936 llegó a Madrid como voluntario de las Brigadas
Internacionales integrado en el Batallón
Mackenzie-Papineau, compuesto por 1.448 brigadistas. Formaba parte de la Unidad
Médica canadiense vinculada al Socorro Rojo Internacional. No era su primera
participación en una guerra ya que se alistó como camillero voluntario en la
Primera Guerra Mundial.
Su tarea inicial en Madrid
fue el Instituto de Transfusión
Hispano-Canadiense, uno de los primeros bancos de sangre creados en España, situado en la calle Príncipe de
Vergara de la capital. Los madrileños fueron llamados para donar sangre y en
pocos días se presentaron más de dos mil personas. El 23 de diciembre de 1936
el doctor Bethune realizó la primera transfusión en la Ciudad Universitaria.
La tasa de defunciones en el
frente de batalla por pérdida de sangre era muy alta y muchos soldados
fallecían antes de llegar al hospital. Así que Bethune ideó un procedimiento de
donaciones civiles para abastecer el frente a la vez que perfeccionó la técnica
para conservar la sangre en óptimas condiciones. Pero esto no era suficiente.
Su siguiente paso fue la creación de una unidad móvil de transfusión, la
primera en el mundo y que serviría de modelo posteriormente para la creación de
las M.A.S.H. (Móvile Army
Surgical Hospital). Esta
consistía en una furgoneta Ford a la que incorporó un frigorífico, una cámara
de esterilización y dotó del material quirúrgico necesario para la misión que
tenía prevista. La organización y financiación del proyecto corrió
exclusivamente de su cuenta.
Con su recién estrenada
unidad móvil recorrió los frentes de Madrid, Barcelona y Valencia, hasta el 7
de febrero de 1937. Ese día una
inmensa columna humana de ciento cincuenta mil personas compuesta en su gran
mayoría por ancianos, heridos, mujeres y niños, iniciaron una huida desde
Málaga hacia la única dirección posible: Almería. Perseguidos por las tropas
fascistas, fueron bombardeados, sin piedad desde el mar, y desde el aire por la
aviación alemana que jugaba a hacer blanco con sus cuerpos.
Gracias a Norman Bethune
tenemos imágenes de aquellos terribles días. Se trasladó desde Valencia hasta
Málaga para ayudar a la población civil que huía de la represión fascista. Fue
testigo excepcional de uno de los episodios más dramáticos y crueles de la
guerra civil española: la masacre y asesinato de miles de personas en la
carretera que une Málaga con Almería. Durante tres días y tres noches el doctor
Bethune y sus ayudantes (Hazen Sise y Thomas Worsley) estuvieron auxiliando y
trasladando heridos hasta la capital almeriense, sobre todo niños. Llegó a
transportar en su ambulancia a más de treinta personas por viaje.
El horror de esta tragedia,
en toda su dimensión, marcó profundamente a Norman Bethune y quedó plasmado en “El crimen de
la carretera Málaga-Almería”, un relato estremecedor que se
puede leer aquí.
En el mes de junio de 1937
regresó a Canadá, obligado por la política de “no intervención” adoptada por el
gobierno de su país, pero desde allí siguió ayudando a recuperar la libertad
del pueblo español, recaudando fondos e impartiendo conferencias para difundir la gravísima situación de los
españoles en su lucha contra el fascismo. Pero los rebeldes como Bethune no
pueden quedarse inactivos por mucho tiempo, así que el 8 de enero de 1938,
junto con una enfermera y una carga de suministros médicos, viajó a China que
se encontraba en guerra con Japón, para poner en marcha la creación de un
cuerpo médico regular del Ejército Popular.
Aparte de solidario, si hay un adjetivo que
encaja perfectamente con Norman Bethune es "eficaz". En poco
tiempo levantó el primer hospital de campaña en la región fronteriza de Chin-Ch'a-Chi y formó auxiliares
médicos capacitados en cuidados y cirugía básicos. También escribió manuales
para graduar a médicos y personal de enfermería en un corto espacio de tiempo.
La dedicación de Bethune fue
ejemplar. “Baiquien” (Al ataque), como le llamaban sus
camaradas chinos, se manifestaba a pesar del cansancio, un hombre feliz. Y
lo fue hasta el 12 de noviembre de 1939.
Cuando Mao Tse-tung se enteró de su fallecimiento,
escribió una carta: "En memoria de Norman Bethune", que se convirtió con el tiempo
en uno de sus más conocidos ensayos.
Los restos de Norman Bethune
reposan en el Cementerio de los Mártires en Shijiazhuang desde 1950,
compartiendo espacio con más de tres millones de soldados chinos que murieron
en la guerra de resistencia.
En Málaga aún deben de quedar
ancianos, sobrevivientes de la masacre, que recuerdan que cuando eran
unos niños y caminaban exhaustos junto a sus familiares huyendo de la barbarie
fascista, hubo un hombre que les salvó de la muerte.
“¿Qué aspecto tienen los enemigos de la raza humana? […] son gente respetable. Los llaman y se llaman a sí mismo señores […] Son los pilares del Estado, de la Iglesia, de la sociedad. Apoyan la caridad pública y privada con lo que les sobra de sus riquezas.
Dotan de fondos a las instituciones. En sus vidas privadas son amables y considerados.
Obedecen la ley, su ley, la ley de la propiedad. Pero hay una señal que define a estos pistoleros: amenaza con rebajar el beneficio de su dinero y despertará la bestia que hay en ellos, y lo hará con un rugido […]
Son ellos los que causan las heridas”. (Norman Bethune)
Por todas las sangres circulando todavía en venas de martirios, ¡¡¡Viva el camarada Bethune!!!
ResponderEliminarViva Bethune! Nuestro agradecimiento es eterno.
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