"Fue
una aventura dramática, trágica y hermosa a la vez. La Guerra Civil española
nos marcó para siempre y fortaleció nuestra convicción de que sólo una sociedad
socialista puede modificar las condiciones de la vida humana".
"Salimos
muy doloridos, tristes e indignados. Nos fuimos de España con la sensación de
que traicionábamos a la República".
"En los años del
golpe de Uriburu empecé a trabajar en solidaridad con los presos comunistas y
anarquistas. Y me incorporé al Socorro Rojo. Fue allí que me propusieron
afiliarme al Partido Comunista. Dije que sí, sin saber qué era el comunismo ni
cuáles eran sus ideales y me llevó un tiempo comprender que la dictadura y las
condiciones de vida del pueblo tenían una relación íntima. Esos años, ‘34, ‘35,
‘36 fueron determinantes para mi futuro: me había convertido en militante y
había conocido al que sería mi compañero para siempre. Era periodista de La
Vanguardia y lo habían echado porque no coincidía con la línea política de la
dirección del Partido Socialista. Se fue con un grupo de izquierda y empezó a
trabajar, como periodista también, en la Federación Nacional de la
Construcción, muy poderosa, como se demostró en la huelga general del ‘36. En
ese mismo año, Bernardo Edelman y yo nos casamos. Al poco tiempo estalló la
Guerra Civil Española y nos cambió la vida. Los argentinos y los grupos de
italianos y españoles dimos origen a un movimiento solidario que adquirió una
presencia enorme en el país, pese a la Sección Especial. Fue una labor
increíble de ayuda material y política, comida, ropa, ajuares tejidos por las
mujeres de aquí para los bebés que nacían en el bando republicano. Contábamos
con el apoyo de Angel Gallardo, el embajador de la República Española, un
católico militante a quien no le preocupaba que la ayuda proviniera de
socialistas, comunistas y anarquistas. Fue en la Federación Nacional de la
Construcción que mi compañero escuchó hablar por primera vez de las Brigadas
Internacionales y resolvió, junto a un amigo, alistarse con ellas. Llegó a casa
y me dijo “¿Qué te parece si me voy?”. Yo le contesté: “Nos vamos”.
En agosto o septiembre del
‘37 llegamos a Amberes. De Amberes nos fuimos a París, donde se coordinaba toda
la acción solidaria mundial. Se palpaba el despertar antifascista que, de todas
formas, no empezaba con la República Española: ya en el ‘33, Henri Barbusse,
Romain Rolland, Thomas Mann y el propio Einstein habían convocado a una reunión
de intelectuales alertando sobre el peligro que representaba el nazismo en
Alemania. Por esos días, en París se había inaugurado la Exposición
Internacional y como teníamos un rato fuimos. Nos encontramos con el Guernica,
una obra impresionante, imponente. Ahí, en París, nos arreglaron los papeles,
la entrada a España por Perpignan y el destino final, en Madrid. En Madrid tomé
contacto con las milicias populares, germen del ejército popular que unificó
las guerrillas, porque hasta ese momento cada uno tenía su dirección y era
imposible garantizar la defensa de Madrid"
Fanny Edelman
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