Consejillo en la Generalidad. A
mediodía el Presidente, señor Companys, reunió en su despacho a los consejeros
señores Lluhí, Dencás, Esteve y Gassol, con los que conferenció respecto a las
últimas noticias que le habían sido transmitidas de Madrid, relacionadas con el
curso de la crisis.
Los consejeros se negaron a hacer manifestación alguna
a los periodistas, pero éstos creyeron observar en los consejeros muestras de
contrariedad por la forma como iba desarrollándose la situación política.
Manifestación prohibida. Al
recibir ayer tarde a los informadores, el consejero de Gobernación les dijo que
nadie había solicitado permiso para celebrar la manifestación acordada por la
Alianza Obrera, manifestación que, por otro lado, no sería en modo alguno
permitida. - No son los momentos actuales -agregó el señor Dencás- propios para
gritar, sino para esperar tranquilamente, dispuestos a obrar como proceda. No
hay que dar espectáculos, ni originar perturbaciones. Si quieren entregar
algunas conclusiones o formular protestas pueden hacerlo ante el Presidente de
la Generalidad o ante mí; pero, repito, no de modo espectacular, sino
particularmente.
Incidentes en las Ramblas. A
pesar de la prohibición gubernativa, los elementos de Alianza Obrera intentaron
anoche, a las siete, celebrar la anunciada manifestación contra el fascismo.
Desde las seis de la tarde, en la plaza de Cataluña y
rambla de Canaletas la animación y expectación del público, enterado de los
propósitos de los elementos de Alianza Obrera, era notable. La autoridad había
dispuesto algunas medidas de vigilancia, viéndose una sección de guardias de
Asalto, con su camioneta, y varias parejas de guardias del mismo cuerpo
prestando servicio de vigilancia. En la rambla de Canaletas los guardias
procuraban disolver los grupos que se iban formando. A las siete y media, como
quiera que los esfuerzos de los guardias de Asalto resultaban inútiles para
hacer circular al público, formando en su mayor parte por curiosos, la fuerza
pública hizo un movimiento de conjunto, lo que originó alguna alarma entre los
grupos que se desbordaron refugiándose muchos en los establecimientos abiertos
a ambos lados de la rambla de Canaletas, y a la entrada de la calle de Pelayo.
Pasada la primera impresión, el público volvió a ocupar
sus posiciones, y como en aquel momento un grupo enarbolase una pequeña
pancarta, se dió un toque de atención y se produjo una desbandada general con
los consiguientes sustos y alguna que otra caída. Inmediatamente, rehechos los
manifestantes, alguno de los cuales fué detenido por la Policía, a la altura de
la calle de Tallers se enarbolaron dos o tres banderas rojas. Entonces la
fuerza pública dió una carga, repitiéndose las carreras y los sustos. No por
esto, y sin duda por ser hora de mayor afluencia en las Ramblas, se logró
despejar al público. La fuerza pública volvió a dar otro toque de atención. En
aquel momento llegó una sección de guardias montados que a su vez dió una
carga. Frente a la calle de Tallers, junto a las Ramblas de Canaletas y de los
Estudios la fuerza pública tuvo que operar con energía, ya que continuamente se
rehacían los grupos de manifestantes y de curiosos, oyéndose silbidos y gritos.
La actividad de los guardias de Asalto duró hasta las nueve menos cuarto de la
noche, en que el público y manifestantes comenzaron a abandonar las Ramblas. No
obstante, quedó un retén de fuerzas de Seguridad y de Asalto en previsión de
que los incidentes volvieran a repetirse más tarde.
La policía practicó algunas detenciones, entre ellas
las de los portadores de la pancarta ya citada y de las banderas rojas de que
hemos hecho mención. También resultaron, a consecuencia de las cargas, algunos
contusos que, según nuestras averiguaciones, no requirieron asistencia en
ningún centro benéfico.
Los detenidos. Los detenidos, al
apoderare la fuerza pública de la "pancarta", fueron conducidos a la
Comisaría general, donde manifestaron que se llamaban Joaquín y Enrique Lino y
Mariano Cabrero Monclús. Los dos primeros pertenecen a la Federación sindicalista
y el tercero es socialista. Los tres negaron que fueran ellos los que llevaban
el cartel y la bandera. Todos ingresaron en los calabozos a disposición del
comisario general.
La inscripción del cartel de que se apoderaron los
guardias, dice: "Las juventudes comunistas ibéricas (B.O.C.), amenazan con
destruir por su cuenta las organizaciones fascistas si el Gobierno no lo
hace."
Medida de precaución. A
primeras horas de la noche se dió orden de que fueran retiradas las pizarras
que algunos periódicos tenían expuestas en las Ramblas para dar cuenta al
público de los incidentes de la tramitación de la crisis.
Esta medida tenía por objeto evitar que con motivo de
leer noticias se aglomerase el público.
Detenciones en un bar. Anoche
la Policía, por sospechas de que un grupo de individuos que se hallaban en el
bar "La Tranquilidad" estuvieran celebrando una reunión clandestina,
procedieron a la detención de doce de las personas que se hallaban en dicho
bar, trasladándolas en una camioneta a la Comisaría general donde se les tomó
la filiación y quedaron a disposición del jefe de la brigada social para
examinar si tienen o no antecedentes.
Grupos sospechosos. A
última hora de la tarde de ayer fué avisada la Comisaría general de que por las
inmediaciones del edificio de la Casa del Marino rondaba un grupo de individuos
en actitud sospechosa. Acudieron prontamente varios guardias de Asalto, que no
pudieron detener a nadie por haberse dispersado el grupo al llegar la fuerza
pública.
Declaraciones del señor Dencás. Como
de costumbre, el consejero de Gobernación recibió nuevamente a los reporteros a
las ocho de la noche de ayer, cuando acababa de celebrar una larga entrevista
con el ex-jefe de servicios de la Comisaría e Orden Público, señor Badía.
El señor Dencás dijo a los periodistas que todo se
hallaba en plan de normalidad, pendiente, sin embargo, de los acontecimientos
políticos de Madrid, los cuales, naturalmente, podrían tener repercusión en
Cataluña.
-Estamos, pues, en un compás de espera -agregó el
consejero de Gobernación.
La Vanguardia, 9 de diciembre de 1934
La Vanguardia, 9 de diciembre de 1934
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