Fernanda Jacobsen era una mujer fuera de la común.
Aunque era escocesa, conocía perfectamente España y a los españoles. Desde niña
visitaba anualmente nuestro país puesto que su tía había contraído matrimonio
con un español en 1905. Además, ya de adulta, mantenía una estrecha amistad con
Tomás Bordallo Cañizal, cónsul de España en Glasgow.
El 18 de julio del 36, Fernanda trabajaba en la
Universidad de Glasgow, en el despacho del hispanista Daniel Macaulay. Días
después de estallar la sublevación, su jefe la propuso organizar una expedición
de ayuda humanitaria para España y desde agosto, tanto Jacobsen
como Macaulay trabajaron incesantemente para poner en marcha la expedición, que
finalmente salió de Escocia a mediados de septiembre de 1936 y llegó a Madrid
el día 17. Fue una expedición financiada exclusivamente por el pueblo
escocés y su primer destino sería el puerto de Barcelona (llegarían en barco).
En total, la expedición estaba formada por seis ambulancias, 12 pequeños
camiones, un coche y un autobús. Pese al riesgo que suponía viajar a España en
pleno conflicto bélico, Fernanda decidió capitanear por su cuenta y riesgo la
expedición. De hecho, llegó a recibir el título honorífico de ‘Comandante de
las Ambulancias Escocesas’. Junto a ella, estaban otros escoceses como John
MacKinnon, Izod A. Joseph Carling, Thomas Peuman y Thomas Walters. También
formaba parte de la expedición un español llamado Joaquín Morales.
La llegada de las ambulancias escocesas a Madrid
coincidió prácticamente con el asedio a la capital por parte de las tropas de
Franco. Las seis ambulancias se distribuyeron por los diferentes frentes de
batalla de la capital y alrededores. Uno de los vehículos estaba emplazado casi
las 24 horas en la Casa de Campo. Otro había sido trasladado hasta Olías del
Rey (Toledo) y otros dos se encontraban ubicados en Parla y Getafe. El cuartel
general de las ambulancias escocesas se ubicó, días después de llegar a la
capital de España, en la zona de Aranjuez. Se cree que en los tres primeros
meses de guerra atendieron a más de 2.500 heridos. Fernanda Jacobsen concedió
una entrevista al diario Crónica en noviembre de 1936 en la que explicó
detalladamente cuál era su cometido: Nuestra labor no tiene paréntesis. Actuamos sin
descanso repartiendo víveres entre la población civil necesitada y colaboramos
en el traslado de heridos del frente de batalla a hospitales. También ayudamos
a las víctimas de los bombardeos. Los víveres que tenemos nosotros vienen
directamente desde Escocia. Llegan por barco a Valencia, nos desplazamos allí a
recogerlos y posteriormente los traemos de nuevo a Madrid. Ni que decir tiene
que van destinados fundamentalmente a mujeres, ancianos y niños. Quiero dejar
claro que nuestro viaje es puramente romántico. Ni el Gobierno de Escocia ni el
de España nos entregan nada de dinero. Venimos aquí porque creemos en los
valores democráticos.
Durante toda la guerra, ese fue el papel de Miss
Fernanda Jacobsen y sus ambulancias escocesas. Una de ellas quedó inutilizada
por un proyectil franquista en Ciudad Universitaria aunque, en esa ocasión, no
hubo que lamentar víctimas, ya que el chófer no se encontraba dentro. Otra de
ellas, se desvió de su ruta y por error entró en zona enemiga. El conductor y
el médico fueron detenidos por una avanzadilla de requetés que tras interrogarlos
y al comprobar que llevaban el emblema de la Cruz Roja, decidieron ponerlos en
libertad aunque sin ambulancia. En otra entrevista, Fernanda explicó las
escenas de horror que vio durante la guerra: He visto todos estos camiones cargados de heridos de
los frentes. Los traíamos a la capital pero los hospitales también estaban
repletos de soldados malheridos. No hemos podido salvarles a todos pero sí a un
buen número.
En diciembre de 1936, Fernanda y la gran mayoría de
componentes de la Unidad de Ambulancias escocesas regresaron a Escocia por
Navidad. A su regreso, Mis Jacobsen fue recibida con honores por la Universidad
de Glasgow, sin embargo, la sobra de la duda apareció contra los componentes de
la expedición. Desde Madrid, alguien acusó a cuatro camilleros de la delegación
de robar objetos de valor a los cadáveres de los milicianos que yacían en el
campo de batalla. Todavía hoy, seguimos sin saber si esas acusaciones eran
verdaderas o no.
En enero de 1937 las ambulancias escocesas regresaron
a España pero completamente renovadas. Un cincuenta por ciento de los miembros
que emprendían de nuevo la aventura española eran novatos. Entre los recién
incorporados estaba el médico Len Crome, que años más tarde se convertiría en
Teniente Coronel Médico del Ejército Británico y persona muy vinculada a la
Unión Soviética. La nueva expedición se olvidó de su anterior cuartel general
en Aranjuez y se instaló en uno de los anexos de la embajada británica en
Madrid. A partir de esta época, las ambulancias escocesas volvieron a estar en
boca de todos. Algunos miembros de las Brigadas Internacionales empezaron a
acusar a las ambulancias escocesas de entregar víveres a los franquistas que se
encontraban refugiados tanto en la embajada inglesa como en otras legaciones
diplomáticas. Paul Preston acusó a la señorita Jacobsen de lo siguiente: Ella distribuía la comida destinada a la República por
parte de los obreros escoceses a los madrileños derechistas refugiados en la
embajada inglesa.
El doctor Len Crome mantuvo, por este asunto,
acaloradas discusiones con Fernanda Jacobsen. Paralelamente entró en la
historia Cristopher Lance, el máximo responsable, por aquel entonces, de la
embajada inglesa en Madrid, situada en la calle Fernando El Santo que desde muy
pronto empezó a asumir funciones de embajador. Len Crome, que meses más tarde
se desvincularía de las ambulancias escocesas, veía al diplomático como un
“fascista traidor” por acoger en la embajada a cientos de “derechistas
perseguidos por la justicia republicana”. ¿Eran verdad estas acusaciones?
Posiblemente. Años después de terminar la guerra, el diplomático inglés fue
homenajeado por Franco. El libro ‘Voices for the spanish civil war’ le acusó
después de la contienda de organizar expediciones clandestinas de refugiados
franquistas a Valencia para desde allí ser trasladados a Francia. Estas
acusaciones llegan a decir que “los presos franquistas salían de la embajada en
las ambulancias escocesas, repletos de vendas, como si se tratara de heridos
republicanos”.
Por medio de Lance, Fernanda conoció al médico militar
Mariano Gómez Ulla. Pese a no compartir la ideología republicana, al
prestigioso doctor, la guerra le había sorprendido en Madrid. Durante casi dos
años, Gómez Ulla sirvió como médico para la República dirigiendo el Hospital de
Sangre del Hotel Palace hasta que fue detenido en 1938 cuando intentaba pasarse
a la España franquista. El doctor fue trasladado a Barcelona y condenado a
muerte (1938). Miss Jacobsen hizo todo lo posible para que la pena no fuera
ejecutada. Aprovechando su relación con Tomás Bordallo Cañizal (el ex cónsul
español en Glasgow y que ahora estaba en Marsella), le pidió al diplomático que
mediara para conseguir la liberación de su amigo. Tomás tampoco tuvo suerte.
De la noche a la mañana, Fernanda consiguió una
entrevista con el presidente, Indalecio Prieto.
En un intento desesperado por salvar la vida del
médico militar, Jacobson se desplazó hasta Londres para hablar de este asunto
con el Primer Ministro del Gobierno Británico, Lord Atlee. Ante él y ante
varios medios de comunicación ingleses, Jacobson afirmó de forma contundente
que el doctor Gómez Ulla era inocente y que se trataba de uno de los mejores
médicos de España que solo luchaba por salvar la vida de sus pacientes. Lord
Atlee habló personalmente con Negrín, vía telefónica, y el presidente del
Gobierno español decidió en última instancia conmutar su pena de muerte.
Después de realizar múltiples gestiones, Fernanda le había salvado la vida a
Gómez Ulla. Entre tanto, desde la zona franquista negociaban en secreto con los
republicanos y la Cruz Roja un canje. Finalmente, Gómez Ulla fue canjeado por
un médico republicano que estaba en poder de los nacionales.
Sus gestiones para la puesta en libertad de Mariano
Gómez Ulla no fueron las únicas. En febrero de 1938, Fernanda organizó
personalmente la evacuación de Madrid de unas treinta familias españolas
protestantes. En concreto hablamos de quince mujeres y diecisiete niños del
Spanish Evangelical Refugee Home quiénes fueron trasladados en varios camiones
de la organización de la capital a Barcelona. Una vez en Barcelona, Jacobsen
acompañó a los refugiados a la frontera francesa donde fueron entregados al
cónsul inglés en Paris. En territorio francés, las familias españolas fueron
trasladadas hasta Londres.
Durante la guerra civil, Fernanda Jacobsen fue
condecorada por el Gobierno Británico en la coronación de Jorge VI. Terminada
la contienda, Fernanda Jacobsen regresó a Escocia en abril de 1939. Sin
embargo, no se marchó antes de que llegaron los nacionales a Madrid sino que
les esperó en la capital. Por parte de la prensa comunista internacional, la
Comandante de Ambulancias fue muy criticada por esto. Le llegaron a calificar
como “una mujer ambigua”. Aún con los nacionales en la capital, Jacobsen y sus
pocas ambulancias que quedaban en pie, siguieron repartiendo víveres y ayuda
humanitaria entre la desnutrida población de Madrid. Fue entonces cuando
conoció a Priscilla Scott-Ellis, una aristócrata inglesa, que había trabajado
como enfermera del lado franquista en Salamanca y Jerez. Priscilla describió a
Fernanda de la siguiente manera: Una mujer increíble, pequeña y cuadrada con un culo
enorme. Siempre viste falda escocesa y medias gruesas de lana, zapatos de cuero
duro y chaqueta caqui militar. Lleva un capotillo con cardos y un sombrero
negro escocés.
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