Clara Aparicio de Dios tiene
20 años y se le hinchan los poros desvelando emocionada la historia callada de
su bisabuela paterna. La bisabuela Carmen, que murió cuando ella apenas tenía
siete años, le parecía un ser extraño. Hace tres, comenzó a preguntar por ella
y ha conseguido hilar una historia -una más de las de miles de vidas ocultas de
mujeres singulares- que abre, crujiendo, las páginas pegadas del pasado
reciente. Carmen Fernández callaba sus desgracias. Se casó con Jesús de Dios,
organizador del Partido Comunista en Sandiás, y se quedó viuda apenas cinco
años después. Una viuda viva: hizo suyo el legado político de su compañero y
ejerció el activismo ideológico hasta en la cárcel de Alcalá, donde pasó cerca
de 10 años, la mayor parte creando células del partido y organizando huelgas.
Con represalias, naturalmente.
"A mí me parecía como un
sargento, siempre seria, siempre distante, siempre callada", recuerda la
bisnieta su mirada de niña a la anciana que posaba con dureza sus ojos sobre la
vida. Clara comenzó a interesarse por aquella figura sobria que presidía con su
carácter mudo el mundo familiar. Su abuelo -Camilo de Dios , que formó en 1948
el grupo que intentó liberar a los líderes guerrilleros condenados a muerte de
la cárcel coruñesa, y también él condenado a muerte, de la que se libró por su
corta edad- comenzó a contarle la historia "poco a poco". "Con
todo lo que me ha dicho en estos tres años aún no sé nada de nada",
lamenta Clara.
"Está claro que la
bisabuela tenía muchísimo carácter, mucho genio", tira del hilo de su
historia para dar a conocer el esfuerzo y el castigo y el silencio que marcaron
la vida de su antepasada y la de muchas otras mujeres anónimas. "Recuerdo
que yo le decía a mi madre que me daba miedo y ella me contestaba, 'quita,
quita'; decía que eran tonterías mías", recuerda ahora la impresión que le
causaba la bisabuela a la que ahora comprende. "Había pasado muchísimo y
en casa no se hablaba de eso. Nada. Pero yo ahora quiero saber y quiero que se
sepa". A Clara siempre le llamó la atención que esa mujer de carácter
vistiera de negro, no de luto. "Incluso se casó también de negro. No sé
por qué esa elección, pero siempre fue así".
Los cinco años que Carmen
Fernández vivió con su marido los pasó huyendo. Enseguida estalló la guerra y
ambos escaparon a Portugal. Considerando que él era el referente comunista en
la comarca, no fue fácil. Tuvieron que mediar dos hermanos falangistas del
bisabuelo. En esos cinco años de matrimonio, a De Dios le dio tiempo para
trabajar en Portugal dedicado al "arreglo de todo tipo de cosas", a
regresar esporádicamente a España de forma clandestina, a ser condenado y
encarcelado y a recalar en Sandiás, donde murió en la cama. Mientras tanto,
Carmen asumió su papel. "Hizo de enlace antes, durante y después de la
guerra pasando información y víveres a su marido y a los camaradas",
cuenta Clara las "tareas" que forjaron el carácter de la bisabuela.
Ya en 1950, la sobria Carmen
Fernández Seguín viajó a Ávila con su hijo mayor, Perfecto, para ponerse en
contacto con la agrupación guerrillera de aquella zona. Pero madre e hijo caen
en esa operación. Él es fusilado y a ella la ingresan en la cárcel de Ávila,
desde donde la trasladan a Ourense. "Aquí la juzgaron y la condenaron a 30
años de cárcel y a muerte, claro", relata Clara los hechos aislados con
los que va construyendo la trayectoria política de la adusta antepasada. Solo
cumplió 13 años de cárcel. Pero durante ese tiempo, la silenciosa y espartana
anciana que intimidaba a la pequeña Clara, organizó células del partido en la
prisión, donde llegó a promover huelgas y protestas. "Y la vejaron no sé
de qué forma. Porque mi abuelo no ha querido contarme todavía nada de
eso".
Fuera de la cárcel la activa
militante comunista selló sus labios, pero no dejó de hablar. "Colaboró en Mundo
Obrero [el periódico
del PCE] y en otras revistas ilegales y panfletos subversivos". Después
regresó a Sandiás y allí pasó los últimos años de la dictadura y la democracia
mientras llevaba una vida "completamente normal", completamente
anónima, en la casa familiar. Como una sombra negra que miraba con crudeza y
con una fragilidad tan sobrada de carácter que imponía más que el pelotón que
acribilló a su hijo.
Fuente: El País
No hay comentarios:
Publicar un comentario