"Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar"
María Torres / 22 de Febrero de 2012
Era la medianoche del 22 de enero de 1939 cuando
Antonio Machado se vistió con su mejor traje: azul marino, limpio y bien
planchado. En su mano, un maletín repleto de papeles y documentos, los más
valiosos para él. Esperó al coche que habría de recogerle junto con su familia
para llevarle al exilio desde Barcelona. Compartió caminos, carreteras
secundarias, ciudades y pueblos abarrotados de los que como él, huían de los
bombardeos y la barbarie franquista.
Pocos metros antes de la frontera de Port Bou, la
comitiva se detuvo y la familia Machado fue abandonada a su suerte. Imposible
aproximarse más. El ligero equipaje de Don Antonio y su familia se quedó en el
vehículo. Llegaron a la frontera sin documentación, sin dinero, sin nada, al
igual que los otros miles que se agolpaban a la entrada de la misma.
Alguien les consiguió un billete de tren hasta Collioure y siguiendo la
recomendación del Jefe de Estación se alojaron en el Hotel Bougnol-Quintan,
cuya propietaria, Pauline Quintana, era simpatizante de la República española.
Doña Ana Ruiz, la madre del poeta, en brazos de Corpus
Barga. Don Antonio, agotado, intentando dejar atrás la cruenta guerra, pero no
los dolorosos recuerdos. Ninguno de los dos saldría con vida de ese Hotel.
El poeta no podía olvidarse de España. Cada día
suplicaba a la señora Quintana que le permitiera escuchar la radio para conocer
las noticias de su torturado país y le dice: "Ya que no tengo
dinero para pagarle, le haré un poema". Entre ellos germina la
amistad y una tarde, Antonio Machado la entrega una pequeña cajita: "Es
tierra de España. Si muero en este pueblo, quiero que me entierren con
ella". Pauline guardó la caja hasta el final de sus días.
A primeros de febrero escribió a José Bergamín:
"Después de un éxodo lamentable, pasé la frontera... en condiciones
empeorables (ni un solo céntimo francés), y hoy me encuentro en Collioure... y
gracias a un pequeño auxilio oficial, con recursos suficientes para acabar el
mes. Mi problema más inmediato es el de poder residir en Francia hasta
encontrar recursos para vivir en ella de mi trabajo literario o trasladarme a
la URSS, donde encontraría amplia y favorable acogida"
Según narró su hermano José, unos días antes de
su muerte, una tarde Antonio Machado le comentó: "-Vamos
a ver el mar". Esta fue la última de las salidas del hostal. Nos
encaminamos a la playa y allí nos sentamos en una de las barcas que reposaba
sobre la arena. El sol del medio día nos daba casi calor. Era en ese momento
único en que se diría que el cuerpo entierra su sombra bajo los pies. Hacía
mucho viento. Antonio, mi hermano, se quitó el sombrero. Lo sujetaba con una
mano mientras la otra reposaba sobre la cayada de su bastón como él
acostumbraba hacer. Y señalando las casitas de pescadores que hay detrás dijo:
-Quien pudiera vivir ahí tras una de esas ventanas, libre ya de toda
preocupación. Después se levantó con gran esfuerzo, emprendiendo el regreso en
el más profundo silencio. Así trascurrían los días desde finales de enero que
habíamos llegado".
El 18 de febrero empeoró de su neumonía. Falleció 4
días más tarde, el 22 de febrero de 1939, de asma y de pena. Sus últimas
palabras fueron: "Adiós, madre". Unos días más tarde, su
hermano encontró en uno de los bolsillos de su viejo gabán, escritos a lápiz,
tres papelitos arrugados: En el primero las palabras iniciales del monólogo de
Hamlet “Ser o no ser”; en el segundo unos versos de “Otras
canciones a Guiomar"; y en el último un solo verso alejandrino:
"Estos días azules y este sol de la infancia".
Por expreso deseo de su hermano José,
convencido de que cumplía con la voluntad del poeta ("Para
enterrar una persona, con envolverla en una sábana basta) fue
amortajado con una simple sábana.
El 23 de febrero de 1939 fue enterrado en el
cementerio de Collioure, en un nicho prestado. Su ataúd cubierto por la bandera
republicana que la noche anterior cosiera Pauline Quintana. El féretro,
que contenía como inscripción tan solo las letras “A.M.” fue llevado a hombros
por seis milicianos, seguido de todos los habitantes de la pequeña población
francesa y un grupo de presos republicanos a los que les permitieron acudir al
entierro.
Don Antonio Machado aún continúa en el cementerio de
Collioure. Su España, la misma que le heló el corazón, jamás se interesó por
sus restos y cuando hubo de abandonar después de dos décadas, el nicho
prestado, fue una colecta popular en la que contribuyeron gente como Pau
Casals, Albert Camus y André Malraux, la que consiguió la construcción de una
nueva sepultura donde yace con su madre, en suelo donado por el ayuntamiento de
Collioure.
"Hoy es siempre todavía"
En esos días de desesperanza, quizas, el mar, la mar que diría Alberti pudieron dar un poco de alegría a su mirada y sentir en sus cansados ojos el viento que llegaba de su España
ResponderEliminarGracias por este recuerdo.
ResponderEliminarEl dolor del exilio y la tristeza de la derrota de la República fueron más letales que las balas fascistas que se llevaron la vida de otros como Federico García Lorca.
Qué dolor y cuánto hay que reparar!
Un abrazo desde Argentina
Con solo una palabra puedo resumir este recuerdo que nos regalas del gran Antonio Machado.
ResponderEliminarEMOCIÓN
Estuve hace un mes ante su tumba y no está nada cuidada. Que vuelva con Leonor,es lo que él quisiera.
ResponderEliminarDon Antonio el Bueno, el meu poeta espanyol!
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