Vicenç
Navarro - Público.es - 9 Julio 2013
La dictadura que el golpe militar de 1936 estableció
en España, que la gobernó desde 1939 hasta 1978, se define fuera de España como
una dictadura fascista. Cuando el Sr. Juan Antonio Samaranch,
delegado de deportes durante aquella dictadura, y más tarde Presidente del
Comité Olímpico, visitó Atlanta en EEUU para inaugurar los Juegos Olímpicos que
tomaron lugar en aquella ciudad, la nota biográfica que el The New York
Times publicó de él lo presentó como Director General de Deportes del
régimen fascista liderado por el General Franco. Y así en Gran Bretaña y Suecia
(entre otros muchos países) donde también viví y trabajé por largos periodos de
mi vida. Solo en España se conoce aquel régimen como la dictadura franquista,
término ampliamente utilizado no solo por las derechas sino incluso también
(sorprendentemente) por las izquierdas. La causa de definir aquel régimen de
esta manera se debe a un proyecto conservador altamente exitoso que tenía por
objeto presentarlo como un régimen caudillista, autoritario, liderado por un
general, que limitaba la expresión de libertades sin intentar, sin embargo,
cambiar la sociedad e imponer una ideología totalizante a la población. Los que
intentaban hacer esto último eran los regímenes totalitarios, tales como los
regímenes comunistas. Estos eran no solo autoritarios sino también totalitarios
pues promovían el comunismo, que es una ideología totalizante que quería
establecer una nueva cultura, ideología y manera de pensar diferente y opuesta
a la de un sistema democrático, laico y republicano.
Esta distinción entre regímenes autoritarios y
totalitarios la había establecido el politólogo español Juan Linz, profesor de
Yale, EEUU, y había sido adoptada por el Departamento de Estado de aquel país
para justificar su apoyo a gran número de regímenes caudillistas
latinoamericanos, indicando que no eran totalitarios y que, por lo tanto,
tenían el potencial transformador en regímenes democráticos, cosa que no
ocurría con los regímenes totalitarios tales como los regímenes comunistas, que
no eran reformables y, por lo tanto, eran dignos de todo tipo de oposición.
Y el mismo Sr. Linz (español procedente de una familia
militante de la Falange, el partido fascista español) negaba que el régimen
español fuera totalitario y todavía menos fascista. Según él, el régimen
liderado por el general Franco era autoritario pero con el tiempo fue
cambiando, dando origen a un régimen democrático. Según este autor, aquel
régimen liderado por el General Franco tuvo muy poco de fascista, pues la
Falange (el partido fascista) fue una fuerza política con poco peso sobre el
aparato del estado. Debido a la enorme influencia del Sr. Linz en las ciencias
políticas españolas, esta visión fue ampliamente aceptada no solo por la
comunidad académica sino por la cultura mediática y política dominante, de
manera que incluso las izquierdas la aceptaron. Pocos líderes de izquierda se
refieren a aquel régimen como fascista. A lo único a lo que se llega es a
aceptar que puede que el régimen fuera fascista al principio, pero luego, con
la llegada de los tecnócratas del Opus Dei a la gobernanza del país, el régimen
cambió.
¿Qué es fascismo?
Veamos ahora los datos. El profesor Malefakis,
Catedrático de la Universidad de Columbia en Nueva York, y uno de los mayores
expertos sobre el fascismo europeo, ha definido las características del
fascismo (según él, ocho) de manera tal que si un régimen político las tiene
entonces es –según él- un régimen fascista. Veamos cuáles son y si el régimen
que existió en España tuvo cada una de ellas, señalando la evidencia que lo
avala.
Conforme al Profesor Malekafis, un régimen era
fascista si:
1. estaba dirigido por un hombre
presentado por el régimen como superhumano. Evidencia: el régimen
dictatorial español presentaba a Franco como “Caudillo por la Gracia de Dios”.
Yo no soy creyente, pero entiendo que es difícil alcanzar un nivel superior
para un ser humano que el ser nombrado a dedo por Dios, dotándolo de
características superhumanas. El hecho de que Franco fuera, en realidad, un
personaje de gran mediocridad es irrelevante. El régimen lo presentó como
superhumano;
2. este caudillo
superhumano utilizó a un partido, creado antes del régimen, que le ayudó a
tomar el poder y establecer su liderazgo en los distintos aparatos del Estado.
Evidencia: dicho partido se llamó la Falange, partido creado e
inspirado por el Partido Fascista Italiano, tal como reconoció su propio
fundador, José Antonio Primo de Rivera;
3. este partido tiene que tener
una ideología nacionalista extrema, con deseos imperialistas, con un canto a la
fuerza militar y a la fuerza y masculinidad en general. Evidencia: esta fue
la ideología que transmitía el régimen a través del partido;
4. tiene que tener pleno control
de todas las instituciones mediáticas creadoras de opinión con fines
propagandísticos, desde la radio, la prensa, las escuelas, las universidades.
Evidencia: el dictador nombraba a dedo a todos los directores de todos los
canales radiofónicos o de televisión, diarios y cualquier institución
transmisora de información y persuasión;
5. este control tiene que tener como
objetivo el de transmitir la ideología del régimen con el fin de crear una
nueva mentalidad y un nuevo tipo de sociedad. Evidencia: esa
ideología era un nacionalismo españolista extremo y un catolicismo
profundamente reaccionario. Tanto el nacionalismo como el catolicismo son
ideologías totalizantes que invaden todas las esferas del ser humano, desde la
lengua hasta el sexo. En realidad, es difícil encontrar una ideología menos
totalizante que el nacionalcatolicismo, que fue la ideología propia
e impuesta por el régimen en todos sus medios de información. Desde la lengua
que la población debía hablar hasta como realizar el sexo (dos esferas de
máxima intimidad) estaban normatizados en aquel régimen, con sanciones
(torturas, cárcel, asesinato y/o exilio) en caso de no cumplimiento;
6. el régimen debe intentar romper con un
orden anterior para crear uno nuevo. Evidencia: el régimen dictatorial
intentó no solo romper sino eliminar cualquier institución republicana, a la
cual consideró como anti-española. Su objetivo era crear una sociedad opuesta a
la sociedad democrática, laica y republicana, a la que intentó erradicar;
7. el régimen debe presentarse
como creador de una sociedad nueva. Evidencia: el objetivo
explícito de aquel régimen fue alcanzar este objetivo de desarrollar una
sociedad nueva, opuesta a la anterior republicana, con un imperialismo extremo,
regida por una cultura religiosa liderada por la jerarquía católica
profundamente reaccionaria, subordinando todas las instituciones económicas,
sociales y políticas a este objetivo;
8. el régimen debe basarse en
tener una alianza con grupos de poder económico y otros, subordinados al
estado, que sirvan al poder totalizante. Evidencia: en
España, todos los poderes y grupos fácticos, desde la Iglesia y el ejército
hasta las grandes empresas y bancos y los grandes terratenientes, apoyaron al
régimen, beneficiándose enormemente por ello;
Estas son, pues, las ocho categorías que Malefakis
considera necesarias y suficientes para que un régimen fuera definido como
fascista. Ahora bien, yo creo que estas categorías son incluso insuficientes
(para expandir en este punto ver mi libro El subdesarrollo social de
España, 2006, pp. 127-145).
Hay que añadir tres que se encontraron en el nazismo
alemán y en el fascismo italiano:
1. el régimen debe ser racista. Evidencia:
el régimen dictatorial español justificó la conquista de América Latina y el
imperio que se estableció en una supuesta superioridad de la raza española. De
ahí que el Día Nacional (día que celebraba el imperio) se conocía como el día
de la raza;
2. el régimen debe negar que el
mundo empresarial y el mundo del trabajo tengan intereses contrapuestos. Evidencia:
el régimen dictatorial negó la existencia de la lucha de clases, de donde
deriva el establecimiento de los sindicatos verticales, en
los que se incluía al empresariado y a los trabajadores;
3. el régimen debe ser
profundamente anticomunista. Evidencia: el régimen se caracterizaba
por su anticomunismo.
Argumentos en contra de la definición de aquel régimen
como fascista: sí que lo fue pero solo al principio.
Presentados con la evidencia de que el régimen
dictatorial reunía estas once características, han aparecido toda una serie de
contraargumentos (a los que contesto en el libro citado anteriormente) entre
los cuales el que se repite más frecuentemente es que, aun admitiendo que el
régimen pudo reunir estas características al principio, dejó de tenerlas
pronto. La Falange, por ejemplo, excepto en la primera etapa de gran represión,
fue perdiendo poder, cambiando la naturaleza del estado, dominado en su última
etapa por los tecnócratas del Opus Dei. Este argumento ignora varios hechos.
Uno, la complicidad del Opus Dei con la Falange y su reproducción del
nacionalcatolicismo. Es más, la simbología fascista y su parafernalia
continuaron hasta el último día de la dictadura. En la entrada de cada pueblo
de España aparecía el símbolo fascista, junto con el nombre del pueblo. Y ello
hasta 1978. También hasta esta fecha se requería juramento de lealtad al
Movimiento Nacional (que tenía desde el uniforme hasta el saludo, el fascista)
a todos los funcionarios públicos. Y así una larga lista de hechos.
El hecho de que en las últimas etapas la nomenclatura
que controlaba el estado no fuera o no creyera en el fascismo es irrelevante.
Tampoco la nomenclatura que controlaba el aparato burocrático en la URSS creía
en el comunismo y en cambio se le llamó hasta el último día régimen
comunista. En ambos casos, la nomenclatura eran personalidades que no se
adherían a ninguna ideología, defendiendo solo y exclusivamente sus intereses
personales (desde el Rey hasta Suárez, jefe del Movimiento Nacional). Pero ello
no previene que se debiera definir a aquel Estado como fascista, pues
todos sus símbolos así lo fueron.
Otro argumento que se ha utilizado en contra de
definir aquel régimen como un régimen fascista fue la existencia de otros
grupos y fuerzas políticas que competían con la Falange en su influencia sobre
el Estado. En realidad, varios autores han considerado la Falange como un
partido con escasa influencia. La evidencia muestra, sin embargo, lo contrario.
La ideología dominante de aquel régimen reunía cada una de las once
características definidas en este artículo. En cuanto a la pequeñez de la
Falange, ignora que un partido o fuerza política puede ser de escaso tamaño y
en cambio, su ideología, puede ser la hegemónica en el país. Los partidos
liberales hoy en Europa son minoritarios y, en cambio, el neoliberalismo es
hegemónico en Europa.
Por qué se quiere negar el carácter totalizante de
aquel régimen
Una última observación. El lenguaje no es inocente. La
narrativa oficial es siempre la que es promovida por la estructura del poder de
un país, y lo mismo ocurre en España. Negar el carácter totalizante del régimen
dictatorial, su nacionalcatolicismo, el ingrediente central del fascismo
español, tiene una función política de enorme importancia, como podemos ver
hoy. Las contrarreformas que está llevando el gobierno del Partido Popular y la
ideología que lo sustenta tienen sus raíces históricas en el fascismo español.
La obvia falta de cultura democrática del PP, su intento de recuperar un
nacionalismo extremo, su negación de la plurinacionalidad de España, su
represión de la clase trabajadora con pérdida de derechos laborales, sociales y
políticos, su estrecho ligamen con los grupos fácticos y poderes económicos,
sus contrarreformas educativas para generar “élites superiores” que gobiernen
el país, su profundo nacionalcatolicismo, son todo ello reliquias del fascismo
que caracterizó aquel Estado. No estoy, naturalmente, indicando que el PP o su
cultura sean fascistas, pero sí que estoy subrayando que partes de esta cultura
son heredadas del régimen fascista. Y soy consciente de que cuando lo defino
como fascismo en lugar de franquismo, se generará una respuesta de hostilidad,
no solo por parte de las fuerzas conservadoras españolas sino también incluso
por parte de algunas izquierdas que ven el término fascismo como “excesivamente
fuerte”. Y ahí está el problema. Viendo a aquel Estado como meramente
autoritario no se dan cuenta de la continuidad de la ideología que todavía hoy
rige el establishment conservador con la existente en aquel régimen dictatorial
que científicamente puede demostrarse que fue de una ideología totalizante
fascista.
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