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814. Nacianceno Mata, superviviente del horror

Gregorio Nacianceno Mata Rodríguez y su hermano Orencio arribaron al campo de concentración en la masiva expedición de españoles del 13 de diciembre de 1940. Orencio sucumbiría siete meses después, Nacianceno viviría para contarlo. En la terminología de Primo Levi, uno de ellos sería el hundido y el otro el salvado. Los dos de una misma familia.

Nacianceno siguió una trayectoria muy parecida a la de su hermano. Había nacido en 1911, tres años pues mayor que Orencio. Al igual que su hermano, le movilizan, deserta, va a Francia y luego a Alemania. Más curtido en los trabajos físicos, puesto que había trabajado en tareas agrícolas, resiste mejor los rigores de Mauthausen y logra sobrevivir porque según dice él mismo: “la suerte comenzó en torno a mí”. Vivió en París y murió hace cuatro años, en el 2003.

Las Memorias de Nacianceno llevan el sencillo y descriptivo título En Mauthausen. Del 13 de diciembre de 1940 al 5 de mayo de 1945. Fue escrita 26 años después de la liberación del Campo, en concreto la fecha de terminación de la obra es el 17 de mayo de 1971, lo que puede ser un inconveniente en cuanto a la fortaleza de los recuerdos.


La obsesión por la comida

En los primeros días de la llegada de los dos hermanos ocurrirá algo que sellará el diferente destino de los dos hermanos. Mientras que Nacianceno es designado a la limpieza del barracón 14, lo que le daba derecho al reenganche de las sobras de la comida, Orencio comete el error de alegar una lesión en la mano para librarse del duro trabajo. Ingresa en el barracón 19 para los enfermos, lo que equivalía a recibir la mitad de la ración que al resto. Nacianceno le daba una vez al día algo de la comida que le sobraba del reenganche -patatas hervidas sin pelar y estropeadas- a través de la alambrada o se las tiraba. Otras veces le daba otras sobras como colinabos, coles o algo de harina.

Muchas eran las cosas que hacía Nacianceno por aumentar su ración de comida y esto le salvó la vida. Por las tardes iba a la puerta del bloque 5, que alojaba a los presos veteranos alemanes y austriacos, y entre las basuras encontraba siempre algo que echarse a la boca. Casualmente en ese bloque conoció a un joven alemán, Walter se llamaba, a quien Nacianceno, a cambio de comida, tenía que darle clases de español. Otra de las cosas que hacía era el confeccionar guantes a cambio de platos de potaje que conseguía en lo que ellos llamaban “barrio chino”, es decir, un lugar escondido entre el bloque 15 y 20, donde se realizaban todo tipo de trueques, sobre todo de comida por productos manufacturados.

El hacer bien las camas era una ventaja para los presos. Los SS inspeccionaban los barracones y si detectaban que alguna cama no estaba como ellos querían castigaban al kapo, por supuesto este se vengaba después sobre el que la había hecho defectuosamente. Nacianceno, en el poco tiempo que disponía desde el toque de la campana hasta la formación para el recuento, tenía que hacer su cama, salir corriendo del bloque 11 al bloque 2 y hacer la de un checo que no tenía la destreza suficiente. El esfuerzo merecía la pena puesto que obtenía un trozo de pan tres o cuatro veces a la semana. Nacianceno reconoce que el hacer de doméstico para otros era “humillante y arriesgado”, puesto que si estaban mal las camas las culpas recaerían en él, pero nunca hubo quejas.

A principios de 1944 llegaron al campo las primeras noticias de la familia en España. Podían recibir paquetes y un día recibió uno lleno de cigarros puros, que eran muy apreciados por los kapos. Por cada puro pudo conseguir hasta un pan y medio. En los últimos meses se apreció un relajamiento de la disciplina, pero el temor por la comida no desaparecía porque el campo se iba llenando de presos de otros centros de internamiento, que eran desalojados por el avance de las tropas aliadas, sobre todo de las rusas por el este. Este hacinamiento provocó el temor de los presos a ver reducida su ración de comida, pero la experiencia y veteranía en el campo les hizo superar este problema.


El trabajo de los presos

Otro de los aspectos fundamentales de Mauthausen-Gusen es el apartado del trabajo de los presos. No hay que olvidar que este era un tema al que las autoridades nazis le daban una gran importancia. Las canteras de granito eran  uno de los objetivos económicos, pero a medida que la guerra se alarga la industria militar contará con la mano de obra del complejo de Mauthausen para construir componentes para la aviación y los tanques.

Ya hemos relatado que Nacianceno trabaja inicialmente en los servicios de su barracón y permanece en este puesto durante el primer año de su estancia en el Campo. Luego es destinado al Bloque 11, cuyos inquilinos estaban destinados al trabajo en la cantera, el más duro de todos. Al principio tuvo de nuevo la suerte de ser nombrado para el grupo de limpieza, pero no le duró mucho tiempo pues nombraron a otros para esa tarea y tuvo que ir a la cantera. Allí trabajó desde principios de 1941. Estuvo una semana trabajando con el compresor, que hacía agujeros en las grandes piedras, para abrirlas con cuñas de acero. Luego formó parte del grupo que llevaba las piedras desde el tajo a los talleres o barracas donde se trabajaba en gruesos bancos de madera. Cinco trabajaban en esta tarea. Un polaco le aconseja que aprenda a picar la tierra porque siempre estaría bajo techo, tendría doble ración y no le llevarían a comandos lejanos. Después de practicar le asignan a este comando de canteros y allí permanecerá hasta 1944.

Después de la cantera nuestro protagonista pudo ser destinado a la lavandería, gracias a la ayuda de otro preso con más influencia. El trabajo en ese servicio del Campo era muy codiciado, después de la cocina. Trabajaba bajo techo, no pasaba frío, los desplazamientos eran muy cortos, podía ponerse ropa limpia cuando quisiera y, además, podía hacer trabajos extras para los veteranos alemanes y austriacos que le reportaba alguna ventaja en forma de comida extra. Sus funciones eran muy variadas: lavar, secar, separar la ropa blanca de la lana, tender y hacer el zafarrancho del local. A este comando estaban destinados de 25 a 30 personas.

En ese periodo Nacianceno aprecia un cambio en la disciplina del Campo, que redunda en beneficio de los propios presos. Dice: “En los años 1944 y 1945, cuando la disciplina cambió –en parte- a nuestro favor, debido a sus fracasos militares en Rusia, los SS intranquilos descuidaban algo el control que cotidianamente se hacía a todos los comandos cuando entraban al campo”. El Reich se desmoronaba y todos lo presentían.


Masacres y asesinatos

Otro de los temas que predominan en las Memorias de Nacianceno es el de las masacres y asesinatos cometidos en el Campo. La mayor parte de las menciones son vividas directamente y eso le da al relato un gran valor.

En la primavera de 1942 llegaron unos 350 judíos holandeses. Les enviaron a subir las piedras de la cantera, como hicieron los primeros españoles en 1940.  En un mes y pico todos los judíos fueron eliminados. Nacianceno veía todo desde el fondo de la cantera. Normalmente se daban nueve viajes de la cantera al campo, pero a los judíos les hicieron dar 15. No les daban de comer y beber. Perdían sus zapatos y sangraban. Al que encontraban con una piedra pequeña en la fila para subir le pegaban patadas y unas tremendas palizas por retrasar el trabajo y le asignaban una piedra demasiado pesada como castigo. Luego tenía que subir la escalera. Se pegaron muchos garrotazos porque había que subirla deprisa. Gritos, llantos, desesperación.

Los judíos empezaron a enfermar, algunos murieron en los barracones y los que quedaron fueron arrojados desde los acantilados de la cantera, de unos 40 m. de altura. Hubo días en que tiraron a 20 de ellos. Se cogían de la mano y caían en grupo. Los judíos se alojaban en el bloque 10, cerca de la alambrada electrificada. Algunos de los heridos se arrastraban a la alambrada para electrocutarse.

Pero hubo más matanzas que quedaron selladas en la mente del autor del texto. Después del atentado que le cuesta la vida a Reinhard Heydrich en Praga, el 4 de junio de 1942, los checos prisioneros en Mauthausen fueron víctimas de terribles represalias. De los 3.000 checos que había antes de la muerte de Heydrich, sólo 300 seguirían con vida en 1944. Nacianceno nos cuenta lo que les ocurrió. La disciplina contra ellos se redobló y todos pagaron la venganza nazi. Las raciones de comida les fueron reducidas sustancialmente y les destinaron a los trabajos de la cantera. Nacianceno dice: “En la cantera los pude ver…agonizando; muy abatidos del trabajo y la poquísima comida…Lloraban de hambre, de verse perdidos y sabiendo que no tenían salvación alguna. Muchos murieron en unas semanas de martirio…”.

En los primeros meses de 1945 llegó a Mauthausen un gran número de judíos procedentes de otros campos. Hicieron construir precipitadamente un cerco o corral rodeado de una alambrada, no tenían bloques, ni cocina, ni agua y dormían en la tierra. Les llevaban muy poca comida desde el campo principal y el reparto ocasionaba peleas entre ellos, algunos presos les daban más pan a cambio de sus pertenencias personales de valor. Nacianceno dice que “Se veía claramente que los SS querían eliminarlos lo antes posible…”. Muchos murieron allí y fueron desalojados por el comando del horno crematorio. También nos cuenta que hasta un avión alemán bombardeó a los judíos desde el aire, ocasionando cinco o seis muertos, pero este hecho no es corroborado por otras fuentes, aunque su relato es bastante fiable, incluso cuenta que estaba en la lavandería en el turno de noche cuando “las bombas nos sorprendieron”. Según su relato, parece que el destino final de esos judíos fue el de la liquidación mediante el gas en las galerías cerca de Gusen, aunque dice que se lo comentaron, no lo vio personalmente.

Nacianceno recuerda una masacre de prisioneros desalojados de otros campos  que llegan a Mauthausen. Para él, “de todos los crímenes que vi…fue contra los 380 que murieron de frío y hambre el que más me horrorizó”. Fue en enero de 1945 cuando, después de caminar durante una semana, el grupo de supervivientes llega a Mauthausen. Los tuvieron desnudos al frío invernal, sin agua ni comida, durante tres días en un extremo del Campo, cerca de la puerta principal. “Al cabo de tres días no quedaba ni uno vivo”, dice Nacianceno.

Nacianceno también nos cuenta los diferentes castigos a los que son sometidos los presos: los 20 palos en el trasero, el despedazamiento por los perros de las SS y el castigo de la cadena para todos aquellos que cometieran alguna falta grave. También se utilizó la horca pero sólo en casos extraordinarios y para dar ejemplo al resto de los presos para que evitaran los intentos de fuga. Según su versión, tres veces funcionó la horca dentro del Campo y siempre se aplicó a alemanes o austriacos. Por dos veces afectó a un comando de austriacos que trabajaba fuera. La tercera vez fueron ahorcados cuatro de una vez.

Hay muchos más aspectos interesantes que aportan las Memorias de Nacianceno. Me refiero a aspectos que pudieran ser paradójicos en un campo de exterminio como el de los entretenimientos y diversiones. Los conciertos de música, los partidos de fútbol, los combates de boxeo y las representaciones de teatro marcan un contrapunto a lo anteriormente dicho sobre las masacres y asesinatos. El prostíbulo del campo es otro de sus capítulos interesantes y coincide básicamente con otros relatos.

También hay otros temas: las cámaras de gas, el coche con la cámara de gas,  el horno crematorio, las valoraciones sobre sus verdugos, las relaciones entre los españoles y muchas más cosas.

Finalmente, resaltar los acontecimientos relacionados con el final del calvario en Mauthausen. Era el 5 de mayo y ya los SS se habían ido, Nacianceno estaba en la lavandería y desde la ventana vio un coche de la Cruz Roja Internacional seguido de una serie de tanques americanos. A las once de la mañana entraron los tanques entre gritos de alegría y vivas a los libertadores.  Muchos presos se dirigieron a los bloques de las SS para coger todo lo que fuera útil: comida, ropa, armas, etc. Pero los americanos se fueron y el campo quedó a cargo de un Comité Internacional de Presos, que trataron de ordenar el caos en el que se había sumido todo el recinto. Hubo tiroteos con los SS cerca del Danubio. Algunos de los kapos alemanes fueron linchados por la multitud enfurecida, pero el orden se restableció rápidamente. Así transcurrió el día de la liberación para Nacianceno. Había terminado la pesadilla.


Sergio Millares Cantero, historiador
Abril 2007
www.historiadecanarias.com












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