El 20 de enero de 1939, desde las emisoras de radio de la Generalitat, el presidenta de Catalunya, Lluis Companys, pronunció la siguiente alocución: (La Vanguardia, 21 de enero de 1939)
«Catalanes:
Hace unas semanas, con ocasión del aniversario de la muerte de Francisco Maciá, os dirigí una alocución patriótica. Y hoy os hablo en circunstancias de alcance y trascendencia tales que la complejidad y violencia de los sentimientos no encuentran en la palabra vehículo bastante penetrante, sensible y rico de expresión para hacerme adentrar en vuestros corazones, hoy que lo deseo como nunca lo he deseado, por el bien de la patria, el amar a nuestra tierra y a la comunidad permanente y fiel que a todos nosotros, catalanes, nos une, nos define y nos funde en un destino, un amor y un alma: Catalunya!
Catalanes: Cuanto significa y quiere, cuanto ha sido y puede ser Cataluña, todo pide de vosotros el sacrificio sin tasa; cuanto hagáis y deis en dolor y en sangre es en defensa de nuestra tierra querida.
Penetro en el sentimiento de mi pueblo y en todos los rincones espirituales donde se confunden sus inquietudes. Tengo en cuenta, y de nuevo os lo repito, que la dignidad, la conveniencia, las posibilidades y las esperanzas, los hechos en toda su crudeza, nos obligan a multiplicar los recursos, a fin de que cada árbol, cada mata, cada rincón y todos los pechos y brazos de Cataluña se conviertan en fortaleza viviente donde se estrelle la fuerza de los invasores.
He dicho muchas veces que la fibra que mueve los resortes más vivos del alma de nuestro pueblo y pone en vibración todo su ser es el amor y la fidelidad a la tierra catalana, la defensa de sus libertades y el conjunto que las rodea como patrimonio espiritual que arranca de las entrañas, que la historia nos lo trae, le da hoy el presente y le abre el destino del mañana.Todo lo nuestro es bello, y nos conmueve y nos impregna de amor hacia todo, pues es fecundo y creador. Se amen la vida y la inmortalidad. ¡Es Cataluña!
Pues bien, catalanes: Por eso tantas veces exaltado; por lo que he dicho y callado y por lo que todos me habéis oído; por la Cataluña histórica y dominadora y a la vez maestra de civilización; por los siglos tristes de nuestro sueño letárgico; por el glorioso y fecundo renacimiento; por los Almirall, los Maragal, los Verdaguer y tantos otros; por la Cataluña autónoma; yo espero, estoy seguro, seguiréis dando todo el sacrificio de hoy y todo el caudal de vuestras posibilidades humanas.
El Gobierno de la República coordina, dirige y asume las funciones y responsabilidades inherentes a la dirección de la guerra. Y es obligación de todos acatar sus disposiciones, dar nuestro concurso espontáneo y entusiasta y hacer que la movilización del país continúe sin interrupción, constituyendo un alzamiento majestuoso y terrible, símbolo de la fortaleza impenetrable de Cataluña.
A este cumplimiento del deber es preciso infundirle el calor y el sentimiento de un alma patriótica. Los resortes morales son más necesarios que nunca, a fin de que surja la fuerza espiritual que da presencia al sentido heroico de la vida. Esto es lo que resplandece en el heroísmo de los soldados del frente, y esto es lo que brilla en la retaguardia y ha de alimentarse para colocarnos a la altura del momento en que jugamos el papel más trascendental de nuestra historia.
Nuestros enemigos conocen el valor extraordinario que tienen en nuestro pueblo los resortes sentimentales y patrióticos, porque es un pueblo con un ideal colectivo. Y por ello, tratarán ahora de emplear nuestro lenguaje y regalarnos con música nuestra al son de bombas que ametrallan poblaciones civiles. Menosprecio a Cataluña lo hicieron patente con la abolición del Estatuto, con la prohibición de nuestra lengua en la zona rebelde, con su propaganda y persecuciones y con sus concepciones y sistemas que pretenden establecer bajo el signo de la opresión y el despotismo.
Frente a nosotros no hay nada catalán, ni nada español. Es la invasión extranjera de países que aniquilan toda expresión de libertad individual y colectiva, y que sólo toleran la vida con sometimiento mecánico o la más abyecta y servil esclavitud. Cataluña tiene una conciencia definida y es una realidad. Y ama la libertad, la democracia, la cultura, el derecho; todas las cosas humanas creadoras y pacíficas, en el orden, el trabajo y la justicia.
En esta guerra, catalanes nos lo jugamos todo; hasta el nombre.
Siento vergüenza y dolor inmensos que me sublevan con oleadas de coraje y de rabia, al pensar en la gran extensión de tierra catalana de las comarcas leridanas y tarraconenses que están ya en poder de los invasores. Tiembla mi corazón al pensarlo. Pero, catalanes, no han de avanzar un paso más. Ninguno de nosotros ha de permanecer inactivo; todas las horas, todas las energías, todas las inquietudes, todas las fuerzas humanas y sobrehumanas para cerrar el paso al invasor.
Durante estos días se han recibido en la Presidencia de la Generalidad millares de telegramas de todo el resto de la España leal, que me han conmovido y a los cuales quiero corresponder.
La exaltación, la fe, la conciencia de voluntad y de derecho que ponemos en el amor a Cataluña, dan más energía y calor a nuestro entusiasmo en la defensa de la República española, que nos une y enlaza con vínculos de una intensidad nimbada por la gloria. A los demás españoles, allí donde la bandera de la República se levanta al sol y lanza al viento sus pliegues magníficos que extienden esperanzas de libertad para el mundo entero, les presento abierto de par en par el corazón de nuestro pueblo. Y ante la tragedia que padece España entera al servicio de intereses extranjeros, que son los únicos que pueden salir ganando, mientras el país se desangra y se devasta, rechazamos toda la responsabilidad, en nuestra posición de defensa de lo que nunca podremos abandonar y que son los ideales que alimentan nuestra vida: las libertades de Cataluña, la independencia de la República y los derechos naturales de la personalidad humana.
Catalanes, hermanos míos: he querido hablar a vuestro entendimiento y a vuestro sentimiento. ¡Arriba, todos los que lleven dentro el amor a la patria! ¡Arriba, con exaltación bélica y voluntad inflexible! Un deber, un esfuerzo, cada minuto al servicio de la victoria. ¡Arriba el corazón, y clavados los pies en tierra! Hemos de ser de granito y de llama.
Bajo las horas ásperas presentes y las que puedan venir, se mantiene la confianza que asoma en la perspectiva. ¡Aguantar, que los días se precipitan a favor de mejores posibilidades!
Catalanes: Al empezar he recordado que estas palabras vienen después de las que pronuncié como una oración patriótica, en el aniversario de la muerte de Francisco Maciá. Hoy, que debía volver a hablaros, he visitado también su tumba, en la pequeña meseta de la montaña que mira el mar azul, y he puesto un ramo de flores sobre el mármol. Entonces he sentido, y hasta creo haber dicho, así: «Descansa. No perturbarán tu reposo. No llegarán aquí. ¡No profanarán tu sepulcro!
¡Viva Cataluña!
¡Viva la República!»
¡Viva la República!»
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