Madrid, enero de 1936
Querido Guerrero:
Estoy consternado como tú por lo inmensamente triste
que acaba de pasar. Me dio la primera noticia Vicente Aleixandre, que la había
leído en un periódico y en seguida recibí una carta del hermano de la novia de
nuestro trágico amigo en la que apenas me decía lo sucedido. Espero con
ansiedad nuevas noticias que me expliquen la muerte temprana de mi hermano hace
diez días, porque no acierto a comprender esta verdad terrible. Me decía
aquella carta que todo había sido rapidísimo menos la agonía: entró en cama
hacia el trece o catorce de diciembre con un ligero malestar de estómago - no
me dicen si degeneró en peritonitis u otra cosa-, fiebre, a las siete del día
de Nochebuena empeoró y a las once dejó de existir. Es espantoso, querido
Guerrero. Me dicen que durante las últimas cuatro horas de su vida se dio
cuenta de que se moría. Yo sé lo que sufriría en ese tiempo porque yo sé el
terror que tenía a la muerte. Me dicen que no cesó de llamar a su novia a la
que quería como nadie querrá a nadie en el mundo fuera de él. Todas sus
esperanzas, todas sus ambiciones, todos sus amores muertos de repente. Yo lo
venía presintiendo desde hace algunos años: siempre lo veía temeroso, huido,
concentrado, lleno de desesperaciones, dudas y penas. Se estremecía si veía
pasar un entierro, le asustaba una pequeña herida, y pensaba escribir un ensayo
que iba a llamar "El matrimonio por el terror a la muerte". Todo hacía
pensar que no podía durar mucho aquella vida de tremendas tempestades consigo
mismo. Yo estoy muy dolorido de haberme conducido injustamente con él en estos
últimos tiempos. He llorado a lágrima viva y me he desesperado por no haber
podido besar su frente antes de que entrara en el cementerio.
Fíjate que me he quedado con una carta escrita para él
en la que le hablaba de ese triste asunto de Sevilla.
El mismo escultor que hizo el busto a Miró ha sacado
una mascarilla a Sijé, para hacerle otro y colocarlo frente al de Gabriel. Creo
que no ha habido ninguna persona de Orihuela que no haya sentido y llorado su
muerte. Se disputaban los muchachos amigos nuestros el ataúd. Dentro de mi
corazón se ha quedado vacío el rincón mejor.
Sí, hay que hacer un número extraordinario de El
Gallo Crisis, querido Guerrero. Hay que tributarle el más grande homenaje. Yo
no haré nunca bastante por él.
Ve tú la manera de poder llevar a cabo eso: me
encuentro en Madrid indefenso para todo. Quisiera ir a Orihuela donde tengo una
madre y una hermana que suspiran por mí también y no puedo acercarme. Pero
quiero que la memoria de Sijé sea enaltecida y haré los mayores esfuerzos por
llegar y sacar el número final de la revista que hasta un mes me decía él
volver a sacar, alentado por Juan Ramón y Manuel de Falla.
Ahora mismo voy a escribir a Juan Ramón dándole las
gracias por su recuerdo de ayer en El Sol y a pedirle un poema, para
empezar a tener con qué cubrir las páginas del número postrero de nuestra
muerta revista.
Escríbeme, ayúdame, abrázame. Me encuentro cada día
más solo y desconsolado.
Miguel
Miguel
Vallehermoso, 96, 1º derecha
Fotografía: Miguel Hernández evocando a Ramón Sijé durante
la inauguración de la plaza que llevaba su nombre en
Orihuela. Abril de 1936
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