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868. Relato veraz de la realidad de Galicia, por Maruja Mallo. (1ª Parte)

25 julio 1939. Millan Astray y Moscardó en Compostela / Fondo Dionisio Pereira. - Nomes y voces


En Galicia, al producirse la rebelión, en los primeros días del criminal atentado, comenzó la era del terror: los encarcelamientos injustificados, los fusilamientos sin formación de causa, las matanzas en masa. Los campesinos que en aquellos momentos dedicaban sus tareas a la espléndida recolección del verano, los marineros y obreros que trabajaban pacíficamente, se sintieron sorprendidos ante las llamadas que por radio eran lanzadas: ¡Viva España! ¡Viva la República! ¡Acudir [sic] a defender a la República! Todos los trabajadores dejaron los instrumentos de labor para empuñar las armas que se les ofrecía para defender la República de España, para salvar la causa legítima de la democracia. Esta fue la primera traición de que se valieron los sublevados para atraerse a la masa popular. Así comenzó la cobardía de las fuerzas armadas de la nación frente a la población civil desarmada de España. Apenas iniciada la rebelión tuvieron que dar vivas a la República y proclamar su adhesión al Gobierno para poder así ametrallar a los trabajadores cuando acudían a las cuatro provincias por las armas prometidas para la defensa de la causa común española. Cuando mayor era el entusiasmo del pueblo y cuando más se expansionaba, más fuertes eran las descargas de los emboscados. La debilidad de los cuatro gobernadores que se opusieron a armar el pueblo creyendo en las escondidas palabras de los militares traidores que afirmaban permanecer fieles al orden establecido; que manifestaban su adhesión al Gobierno legítimo de la República; estas frases las comunicaban los gobernadores a los ciudadanos que acudían a ellos para expresarles su inquietud ante la realidad siniestra que se acercaba.

Esta estratagema de los rebeldes se mantuvo algunos días después del 18 de julio. En todas las emisoras los facciosos al final de sus alocuciones repetían: ¡Viva España! ¡Viva la República! La población civil quedaba sorprendida y alarmada ante estas tercas repeticiones, ya que en España no tenía aplicación el restablecimiento de un orden que nadie había acometido sino los mismos militares. Ya dueños de las ciudades, los sublevados comenzaron los primeros fusilamientos que fueron en su mayoría: las fuerzas de Seguridad, Asalto y Carabineros que, en su mayoría eran republicanas.

Entonces comenzó la era del terror: el orden establecido por la voluntad común de España fue asaltado por las fuerzas inertes armadas de los nacionalistas, por las hordas sangrientas de los falangistas. Nos extrañamos cuando después del 18 de julio oíamos decir: "Hoy va a haber limpieza". La realidad de esta frase es que la organización de la Falange, a determinadas horas de la noche, iba en camiones requisados a buscar a los trabajadores en sus casas. Los falangistas llevan en una mano una cruz y en la otra una pistola que descargan en el momento en que hacen arrodillar a los trabajadores preguntándoles si creen en Dios. Matan así a muchos maestros, obreros y médicos. Al día siguiente los familiares ante la desaparición de éstos van a buscarlos a las cárceles. Al no hallarlos y preguntar, la respuesta es siempre la misma: "No necesitan comer más". Después de buscarlos días y noches aparecen los cadáveres por los lugares más inesperados, por los rincones más insospechados. Es también muy frecuente encontrar los muertos en las carreteras o cruzados por los caminos. Aparecen los cuerpos de los trabajadores fracturados, macerados. El mar arroja también cuerpos mutilados. A esta forma de asesinar la llaman: "Sacar de las cárceles y casas para dar un paseo""No hay que dejar ni un rojo", dicen las fuerzas inertes armadas con profundo rencor ante la potencia creadora del pueblo, ante la realidad histórica de los trabajadores. Son impresionantes las luchas de los que se niegan a salir de las prisiones para ser fusilados o asesinados: de los que dicen que no reciben "el golpe de Gracia" en los cadáveres aún calientes, porque los tiradores dicen que "no son hábiles". Al día siguiente de estas matanzas en masa se oye decir a los fascistas: "Hoy hay carne fresca". Algunos hombres, ante esta orgía sangrienta, se alistan en el Tercio y dicen: "Para morir con la sangre caliente".

La alameda de Tuy es uno de los lugares de Galicia donde mayor ha sido la matanza. Cuando por la bestial invasión del Tercio y los moros en Badajoz los campesinos y obreros huían a refugiarse en la frontera, Portugal, a petición de Franco, devolvía a los españoles. La alameda de Tuy es hoy llamada por el pueblo: "El paseo de la muerte".

A las doce del día, y cuando el sol está más fuerte, es costumbre sacar a los presos de las cárceles para fusilarlos; pelotones de trabajadores de veinte a cuarenta años, radiantes de salud, quemados por el sol de las faenas del campo, o azotados por el salitre de los mares de altura, bajan las escaleras de las cárceles, serenos. Largas filas de mujeres les siguen arrodilladas, besan las huellas que van dejando por las calles y las aceras, mientras dicen: "Les arrancan la vida, por tener ideas, pero aquí aún quedamos nosotras, y en Madrid están los nuestros". Esta exhibición a pleno día está organizada para escarmiento de los que creen en la justicia, para los que están construyendo un mundo nuevo, para el pueblo español creador y ordenador. La mayor parte de las denuncias las hacen las beatas bigotudas y las prostitutas desdentadas que van a los Gobiernos civiles y a las Comandancias militares a hacer declaraciones. Los altos mandos suelen decir acalorados, después de escuchar estas acusaciones: "Estas sí que son mujeres patriotas". Después ante la eficacia de las denuncias ellas suelen decir: "Murieron sin confesión, en pecado mortal. Nosotros, que somos los buenos, porque vamos a misa, tenemos que rezar por ellos, para que no se condenen". Hablan así estos escombros encajonados, mientras que los nombres de las calles Colón, Cajal, Carlos Marx, Rosalía de Castro, Concepción Arenal, son sustituidos por los nombres de los altos mandos sangrientos.

Las carreteras y los pueblos de Galicia, antes del 18 de julio estaban repletos de campesinos que transitaban cargados de trigo y leña y de marineros que poblaban las playas inundándolas de redes y peces, cantando sus romances populares y sus canciones improvisadas. Este mismo pueblo no canta ya. Claman justicia por las carreteras y riberas grupos de mujeres y niños desamparados. Galopan hacia los montes los hombres perseguidos como perros, por la fiera agresión de los falangistas, por la brutal cacería de los nacionalistas que disparan ante la personalidad humana.

Los primeros grabados murales del pueblo que aparecían en las paredes, o con tiza en las vallas, representando los instrumentos de labor, las primeras manifestaciones plásticas proletarias, han sido cubiertas por los carteles de los sublevados. Uno de estos carteles que representa un puño cerrado con un puñal en gesto de agresión, dice así: "Este es el puñal que la Falange esgrime contra el hambre y la miseria". Las hordas sangrientas de la Falange dicen: "Primero el látigo y después el pan". Esto lo practican cuando los obreros no quieren trabajar sin sueldo, como sucede en Galicia, donde tienen que hacerlo "voluntariamente" una vez por semana. Los escaparates del comercio de La Coruña, El Ferrol, Santiago, Tuy, Vigo, Orense, toda Galicia, están abarrotados por las banderas alemanas, italianas, portuguesas y monárquicas españolas. Grandes letreros dicen: "Haremos una España libre, grande y única". Vocean los nacionalistas al mismo tiempo que por las calles nos cruzamos con los espías alemanes, y por sus puertos desembarcan armas extranjeras.

Someten a los comerciantes por la fuerza de las armas y el terror, a plagar los establecimientos de banderas y carteles invasores, a inundar los escaparates de copones, hostias y casullas, donativos de las beatas y señoras que acuden a la misa en las cárceles para presenciar el estado de ánimo de los sentenciados a muerte y comentar: "A este tipo no le faltan más que dos días y está tan fresco, no debían esperar tanto tiempo. Aquel no rezó en toda la misa y buena falta le hace porque es de izquierda". "Debía tener siete vidas para podérselas sacar, una a una".

Una de las actividades de la falange femenina es recaudar para el Ejército "el día del plato único" que es el primero y quince de cada mes. Van de puerta en puerta, las señoritas de las familias más distinguidas, con sus insignias monárquicas, calzadas de alpargatas, armadas de bastones para poder trepar los caminos y callejones más intransitables, para extraer hasta de las casas más humildes "la voluntad": "Hoy es el día del plato único"; en muchas casas la respuesta es la presencia de mujeres y niños vestidos de luto y: "Aquí ya nada tenemos salvo el hambre y nuestros muertos". En otras: "Desde el 18 de julio en esta casa no comemos". En otras contestan: "Señoritas; aquí no podemos hacer extraordinarios: todos los días tenemos plato único". 


Maruja Mallo
La Vanguardia, 14 de agosto de 1938

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