El doctor Gonzalo Gurriarán (1904-1975) recibe un homenaje a finales de marzo en el Barco de Valdeorras, su tierra natal. Es un auténtico desconocido en Galicia. Los organizadores pretenden honrar su figura por el compromiso demostrado con esta tierra y sus gentes. En su biografía hay muchos momentos que reseñar, pero tiene especial relevancia su colaboración con la guerrilla antifranquista en la inmediata postguerra.
En el tiempo del terror fue capaz de superar su propio miedo, en el tiempo de la represión supo estar al lado de los huídos, en aquel tiempo de persecución y violencia tuvo la valentía de poner su profesión al servicio de la resistencia. Atendió a muchos maquis y, por medio de enlaces, suministró medicamentos a los miembros de la guerrilla. Esta era una actividad de alto riesgo. Entre el Barco y Ponferrada, en el año 1945, se produjeron más de 2.000 detenciones. Recuerda David Simón en un artículo que "las partidas de la guerrilla mantuvieron importantes períodos de actividad hasta 1950-52 en muchos lugares de Galicia. Una importante zona de actividad fue la raya con Portugal y el oriente de la provincia de Ourense, en los territorios montañosos y especialmente en el macizo de Trevinca. Fue una lucha duradera: unos diez años de resistencia organizada". En esa zona los miembros de la resistencia tuvieron el apoyo y la atención sanitaria ofrecida por el doctor Gurriarán.
Su hijo Ricardo, historiador, nunca escuchó estas historias en la casa familiar. Supo de las actividades de su padre cuando ya había muerto, repasando las cinco mil cartas que guardaba. Publicó un libro con la biografía del doctor Gurriarán que, en sus primeros años, parecía destinado a una vida diferente de la que tuvo. Hizo la carrera de Medicina, de forma brillante, en Salamanca, fue alumno de la Residencia de Estudiantes de Madrid y amplió estudios en Estrasburgo, donde se inició en la investigación biomédica.
Pero la Guerra Civil lo lo truncó todo. No tenía una especial actividad política, aunque en las tierras de Valdeorras era apodado Negrín, por el vínculo personal que tenía con quien había sido profesor suyo y que luego llegó a presidente de la República. Cuando comenzó la guerra él estaba en el Barco. Después de estar escondido durante un tiempo, en febrero de 1937 fue incorporado como cirujano en diversos hospitales de campaña del frente de Madrid. Cuando terminó la contienda no tuvieron en cuenta los servicios prestados: le abrieron un expediente de depuración, le impidieron continuar con su trabajo de investigador y no pudo ejercer la profesión en la sanidad pública hasta 1948. Pero, para entonces, ya llevaba años ejerciendo la medicina privada y colaborando con el maquis.
En aquel ambiente asfixiante, con los falangistas y la guardia civil vigilando sus pasos, a finales de los años 40 organizó el "Club de Montaña Pena Trevinca" (que protegía sus frecuentes visitas al monte) y dirigió la primera y única selección gallega de esquí, que debutó en la sierra del Guadarrama con un jersey que llevaba bordado el nombre de Galicia. Son jirones de una historia personal que ejemplifica la de muchos resistentes en el tiempo del franquismo. El doctor Gurriarán guardó silencio. Había cosas que no se podían nombrar. Ni al propio hijo. Hay silencios cargados de emociones. Pero es ya tiempo de desenterrar las palabras -como reclama Clara Valverde en un hermoso libro-. Es preciso saber qué le pasó a nuestros padres y a los abuelos, para poder contárselo a nuestros hijos. Hay que romper el pacto de silencio alrededor del miedo. El Estado no hizo los deberes elementales de la democracia -verdad, justicia, reparación-, y tenemos una sociedad enferma, con un duelo permanente individual y colectivo. En España, afirma Clara Valverde, 75 años después de la Guerra Civil, 40 años después de la muerte de Franco y décadas después de la Transición, la transmisión generacional de traumas sociales y políticos aun no se abordó. Hay que recuperar la palabra, reconstruir el relato de nuestra historia familiar y colectiva, tenemos que saber de donde venimos para poder entender como somos.
El doctor Gonzalo Gurriarán fue un héroe. Hay que recuperar su nombre y su ejemplo del olvido. Tenemos que saber que, en los tiempos de la infamia, hubo muchos como él, que arriesgaban la vida por ayudar a las víctimas.
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