«Muchas veces, comentándolo con mis compañeros, con los compañeros que tenían motivo para entender de estas cosas, yo decía: si triunfamos nosotros, tal y como ahora somos, el arte de la guerra, según lo concebimos, y como nos lo enseñaron, vendrá al suelo, porque habremos demostrado cómo una masa que se llama ejército, sin haber logrado una organización; sin cohesión, porque aún no responde fielmente a los resortes de la obediencia y de la colaboración; sin unidad moral, porque en nuestro conglomerado político-militar aún tiene cabida todo y porque se halla minado por múltiples discordias intestinas; sin grandeza de aspiraciones en algunos dirigentes, que anteponen sus intereses personales o partidistas a los de la masa popular, despertando con ello en muchos combatientes miras localistas antes que las nacionales que mueven a los ejércitos; sin medios materiales adecuados para hacer la guerra, porque los que tenemos son escasos, malos o tardíos y siempre inferiores a los del adversario; sin instrucción, porque no puede improvisarse la de más de un millón de hombres, sin técnicos, etc.; una masa así, decimos, habrá vencido a tropas donde se revelan características totalmente opuestas».
Segundo: Porque hemos carecido de los medios materiales indispensables para el sostenimiento de la lucha.
«Esta penuria ha sido permanente. Lo fue en los primeros tiempos, lo ha sido durante toda la guerra y fue extraordinaria en la maniobra de Cataluña. Todos los pedidos de material adolecían de pobreza; nunca se ha adquirido más de la cuarta parte de lo que se pedía y era indispensable, muchas veces, como en la ocasión de Cataluña, ha llegado tarde. La escasez de recursos financieros o la visión limitada de nuestros políticos ha dado lugar q que se careciese de las dotaciones mínimas: nos faltaban 400.000 fusiles para tener el ejército armado; los 3/4 de armas ametralladoras, los 5/6 de la artillería y 7/8 de la aviación; esta última cifra representaba lo necesario para igualar al adversario. Nuestra industria no ha logrado producir lo preciso para alimentar el desgaste…»
Tercero: Porque nuestra dirección técnica de la guerra era defectuosa en todo el escalonamiento del mando.
«De un modo general, todos, incluso los elementos profesionales, no estábamos preparados para los cargos que la realidad nos obligaba a desempeñar –aunque pueden señalarse valiosas excepciones− y la masa de cuadros medios no podía ser debidamente preparada. La guerra moderna es eminentemente técnica. Todos los materiales, medios, armas y artificios (a excepción de los gases tóxicos) que la ciencia bélica pone al servicio de la lucha, han sido ampliamente aplicados, y algunos de ellos, como los aéreos y antiaéreos, en una extensión y con una amplitud proporcionalmente superior a como fueron utilizados en las guerras precedentes. Pues bien, nosotros teníamos que dirigir nuestras fuerzas, sin mandos preparados para una lucha eminentemente técnica, porque la masa de cuadros, desde el jefe supremo al cabo, eran improvisados y es sabido que la guerra está reñida con la improvisación.
En cuanto a la dirección suprema y a la coordinación de todas las fuerzas, jamás se ha realizado de una manera efectiva. Ha faltado un elemento fundamental: el jefe. Se ha querido desarrollar tercamente una teoría constitucional y no se ha querido vivir una realidad. El mando único, político y militar, ha existido en el papel; pero no se ha podido ejercer la función de mando. También ha existido el jefe; pero tampoco el jefe podía serlo, por una razón elemental: porque no era militar. El jefe militar tiene una función bien definida en la guerra. Si este jefe falta, la función queda incumplida. Nuestra política no quiso que el jefe militar existiera con plenitud de derechos y responsabilidades. Sus razones tendría; pero es natural que la realidad se impusiera al artificio y que el adversario le facilitase el triunfo, pues en la batalla que es la pugna de dos voluntades, ha faltado una».
Causas Políticas
Primero: Porque la República no se había fijado un fin político.
«A nuestros políticos, durante los dos años y medio de la guerra, les han preocupado más las menudencias personales y partidistas que los grandes problemas nacionales…»
Segundo: Porque nuestro Gobierno ha sido impotente por las influencias sobre él ejercidas para desarrollar una acción verdaderamente rectora de las actividades del país.
«No ha podido establecer la unidad política, la unidad de acción, la unidad de mando, la unidad de aspiraciones y fines, la unidad de la retaguardia y el frente, de lo civil y de lo militar; no ha podido crear una moral sólida en la retaguardia, un régimen de disciplina férrea, austeridad en el consumo y equidad en la distribución; y no ha podido, en fin, llevar la dirección política interior y exterior de la guerra, y asegurar la concurrencia de esfuerzos y voluntades hacia la victoria…»
Tercero: Porque nuestros errores diplomáticos le han dado el triunfo al adversario mucho antes de que pudiera producirse la derrota militar.
«La política exterior de la España republicana fiaba demasiado en la acción y en la ayuda de la diplomacia de los países afines o simpatizantes; en cambio no tenía fe en la propia fortaleza de la causa que defendía, por cuyo motivo, y por ignorarse en el extranjero el fin político de nuestra lucha, aparecía ésta en un plano falso. Teniendo, por nuestra situación, derecho a la exigencia, nos hemos conformado con mendigar. Si hemos sostenido diplomáticos derrotistas, ¿cómo íbamos a ganar crédito en el exterior…?»
Causas sociales
Primero: Porque ha logrado la superioridad moral en el exterior y en el interior.
Segundo: Porque ha sabido asegurar una cooperación internacional permanente y pródiga.
Vicente Rojo
Vicente Rojo
"¡Alerta los pueblos! Estudio político-militar del periodo final de la guerra española"
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