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983. Contra el Rey de España V




El peligro del militarismo español y la necesidad de su muerte

El Directorio representa un peligro para el mundo. Las naciones de régimen democrático, que son hoy las rectoras de la humanidad, deben fijar su atención en el actual gobierno de España, anacronismo absurdo y peligroso.

Las naciones de la América llamada latina sufren la influencia de este gobierno ilegal. Desde que existe el Directorio, algunos presidentes tiránicos de repúblicas sudamericanas ven una justificación de su conducta en este gobierno militarista de España, a la que llaman "la madre patria".

Alfonso XIII ha ido como un monarca de la Edad Media a leer ante el Papa un discurso en el que no reconoce otros españoles que los católicos, haciendo abstracción de los que viven aparte de tal creencia religiosa, como si los protestantes o los racionalistas no tuviesen derecho a vivir.

Gracias al gobierno del Directorio, el jesuitismo se está apoderando de España. Alfonso XIII durante su permanencia en Roma invitó al general de la Compañía de Jesús a que visitase lo que él llama "mi nación". Creo que por primera vez, desde los tiempos de San Ignacio de Loyola, el general de los jesuitas ha viajado oficialmente por España, y en el momento que escribo estas líneas aún está en ella, recibiendo toda clase de homenajes como una especie de "Rey Negro" que se considera en el fondo de su pensamiento, el verdadero rey de la nación. Alfonso XIII ha pronunciado un discurso más en la Universidad que los jesuitas tienen en Deusto. La Compañía de Jesús aprovecha esta racha de influencia que le proporciona el Directorio y pretende que Miguelito le conceda el privilegio de la enseñanza de la religión en las universidades, medio seguro de tenerlas bajo su influencia.

Ser protestante o tener otras ideas religiosas que las católicas es en España algo vergonzoso que hay que mantener oculto. Los templos no católicos sólo pueden existir en el interior de los edificios, sin tener signos exteriores sobre la calle, disimulándose como si fuesen lugares de perdición.

La persistencia del Directorio militar en el Gobierno y de Alfonso XIII en el trono de España representan un peligro para la paz del mundo. Alfonso XIII está a sueldo de la casa Krupp y de todas las casas alemanas que quieran darle una buena propina.

He dicho en otro capítulo que el rey de España es accionista de la Compañía de Navegación Transmediterránea. Tiene tres mil acciones liberadas que le regalaron a cambio de que apoyase con su influencia a la citada compañía. Esta es la que hace con sus vapores el servicio de tropas y el transporte para la guerra de Marruecos. De ello resulta que el rey tiene un interés financiero en que dure la guerra. Mientras más se prolongue, la Compañía Transmediterránea hará negocios mayores y él podrá cobrar mayores dividendos.

La Transmediterránea poseía unos astilleros importantes en el puerto de Valencia y los ha vendido recientemente a la casa alemana de Krupp. Los accionistas de dicha Compañía de navegación con motivo de tal venta se dividieron en dos grupos. Uno estaba compuesto de accionistas de ideas liberales, partidarios de los aliados. Dicho grupo se resistía a vender los astilleros a Krupp por ser una casa alemana, adivinando la finalidad que perseguía al querer realizar dicha compra. Pero el rey, con sus tres mil acciones, que están representadas por uno de los cortesanos, se decidió a favor de la venta, y esta fue acordada por enorme mayoría. Desde hace meses, los importantes astilleros de Valencia pertenecen a la casa Krupp.

Además, la misma casa Krupp acaba de comprar valiosas fundiciones de hierro en Barcelona y va a adquirir otros establecimientos en Tarragona para hacer instalaciones marítimas y grandes talleres. Todo bajo la protección y el apoyo oculto de Alfonso XIII.

No hay más que examinar un mapa de la costa mediterránea de España, Barcelona, Tarragona, Valencia, todo es ya de Krupp a estas horas, y se dice que el movimiento de expansión alemana va a continuar bajo el protectorado de Primo de Rivera y Alfonso XIII, instalándose nuevos establecimientos de Krupp en Málaga y también en Algeciras, junto a Gibraltar. Francia e Inglaterra dirán qué les parece esto.

Los establecimientos Zeppelín va a instalarse igualmente en Sevilla. Con el pretexto de intentar una comunicación aérea entre España y la América del Sur, creará Alemania en el corazón de la península un centro productor de máquinas volantes de guerra.

España, tiranizada en su vida íntima, se ve arrastrada exteriormente a desempeñar un papel desleal y odioso ante las naciones más afines a ella.

Hora es ya de que termine esta indigna y equívoca situación y eso sólo puede conseguirse echando abajo al causante de todos los males actuales, al que representa la institución corrupta que ha arrastrado a España a su triste situación actual.

Alfonso XIII debe desaparecer del suelo español. El y algunos generales del Directorio tienen tal conciencia de su fracaso que en estos momentos sólo piensan en hacer dinero para asegurar su porvenir. Nunca en la historia de España se vio tal avidez por saquear a la nación, favoreciendo negocios particulares. En sólo un año de gobierno militarista se han consumado negocios inauditos. Van dadas concesiones escandalosas a compañías de ferrocarriles. Se ha otorgado el monopolio de los teléfonos en toda España a una sociedad sin concurso ni subasta, gracias a enormes propinas repartidas previamente. Hasta se ha hecho un privilegio de la reventa de espectáculos (teatros, cinemas y corridas de toros), confiando dicho privilegio a un individuo por un millón de pesetas anuales que entrega ostensiblemente a la hacienda pública y algo más que reparte en secreto a los que le proporcionan tan bonito negocio.

El jugador Primo de Rivera ha suprimido el juego en los últimos tiempos y todos saben que esta prohibición es para preparar mejor el futuro negocio, para hacerlo más apetecible, dando el monopolio del juego en toda España a una empresa que entregue públicamente una cantidad para obras benéficas y pague en secreto otra suma mucho mayor a los que le proporcionen dicho privilegio. Ya se habla de individuos y empresas que se disputan este negocio. Unos mencionan al inevitable M. Marquet, otros a una casa francesa, otros a un multimillonario griego que tiene gran participación en Monte Carlo.

El rey y sus socios proceden como las gentes sin conciencia que al verse obligadas a abandonar una casa se llevan los clavos de las paredes. De todo quieren hacer dinero, aprovechando la situación presente, situación excepcional en la que no existe Parlamento que pueda fiscalizar los actos gubernamentales y la prensa está amordazada, publicando únicamente lo que le permite la censura.

Agentes que presumen de estar bien apoyados van proponiendo monopolios a banqueros de Francia, de Inglaterra, de los Estados Unidos, a cambio de gruesas comisiones. Yo he tenido el honor de estorbar algunos de estos negocios y aprovecho la ocasión para decir a los capitalistas de todos los países:

-No aceptéis negocios con la actual tiranía militar, ni con Alfonso XIII, el rey de las comisiones y las acciones liberadas. Cuando España recobre su vida legal y vuelva a vivir en pleno goce de sus derechos, someterá a una revisión todos los negocios de la época del Directorio y es casi seguro que se negará a reconocerlos, primeramente por haber sido realizados en una época ilegal y, en segundo término, porque la mayoría de ellos son un resultado del soborno.

La monarquía que ha envenenado la mentalidad nacional y reblandecido el carácter viril del español, cuenta con la indecisión y el miedo de las clases conservadoras.

-Si se va el rey, ¿qué pasará? -se preguntan millares de gentes simples.

Seguramente que no pasará nada tan terrible y absurdo como la presente guerra de Marruecos, y España, en cambio, se colocará en una postura de pueblo moderno, siendo mejor considerada por las grandes naciones civilizadas, que bien lo necesita...

Después de la última guerra han desaparecido de Europa dieciocho reyes y las naciones no han muerto por eso. Alfonso XIII será ahora.

Estas gentes asustadizas, de inteligencia vacilante y miedo pueril obran lo mismo que si al sentir arder sus vestidos interiores no se atreviesen a moverse, por miedo al cambio de postura. De continuar inmóviles acabarán por arder vivas, pero cuando intenten defenderse ya será tarde.

Gastamos en la guerra CINCO MILLONES DE PESETAS todos los días. ¿Puede esto prolongarse? España es pobre. La guerra europea hizo entrar en el país doce mil millones oro, lo que produjo un bienestar pasajero que hubiera podido prolongarse dedicando esta riqueza inesperada a las obras de la paz. Pero la mayor parte de tal riqueza la ha consumido una burguesía imbécil que se dejo timar por los alemanes comprándoles marcos, y el resto se disuelve en los derroches de una guerra infructuosa que nadie quiere.

Yo comprendo la guerra y la muerte por defender el territorio nacional; por mantener la integridad de la patria, pero ¿qué nos importa a nosotros Marruecos?... Podrá importarle a Alfonso XIII que desea jugar al Kaiser, empleando la juventud española como si fuese una caja de soldados de plomo. Le puede importar a la parte del ejército inconsciente o rapaz, que necesita una guerra para adquirir ascensos o hacer negocios, aunque perezca el país. Le puede interesar a los fanáticos que hablan aún de la cruz, de la media luna y quieren continuar la guerra contra los moros, como en la Edad Media.

Mas hay una parte del ejército que es honrada, verdaderamente patriota, y maldice en silencio esta guerra estúpida, inútil, sangrienta y de inciertos resultados; guerra que es del rey y no de la nación. Existen las madres y las esposas que lloran una lucha sin gloria en la que han perecido más de veinticinco mil hombres, o sea, la cuarta parte del ejército combatiente. Existimos todos los españoles que estamos pagando desde hace catorce años este capricho real del eterno adolescente.

-¿Qué pasará si se va el rey? -vuelve a repetir con tono de balido el rebaño de los simples y los miedosos.

Pasará que todos los españoles de buena voluntad nos juntaremos para crear de nueva una nación española que hace años dejó de existir. Todos podrán colaborar en esta obra santa: los que trabajan con sus manos, los que producen con su cerebro, los que llevan al cinto una espada honrada o empuñan un fusil y desean servir con sus armas a la nación, no a una dinastía, ni a una clase determinada; todos los españoles, en fin, que amen a España y deseen verla gobernada por ella misma.

Que hable por primera vez, después de medio siglo de silencio, la voluntad nacional. Que desaparezcan esos hambrientos de placeres y de riquezas que van de uniforme a todas horas, dicen vanidosamente a cada momento: "nosotros los soldados" y no sirven para ser soldados, pues harto lo han demostrado en una guerra que ellos mismo provocaron y cultivaron.

La monarquía de los Borbones fracasó completamente. El Directorio, que es su última obra, ha fracasado también, pero al morir se agarra al rey con los brazos succionantes del pulpo y lo retiene prisionero para arrastrarlo en su ruina.

Alfonso XIII vive en la actualidad cautivo de Primo de Rivera, su cómplice en el asesinato constitucional. El dictador conoce bien el carácter falso del rey, su deslealtad con los amigos, su afición a enredos y conspiraciones. Sabe que busca el auxilio de otros generales para hacerle caer y no oculta el concepto que le merece por tales manejos. Como respeto la vida interior de las familias, no me atrevo a repetir las palabras injuriosas y soeces con que Primo de Rivera designa muchas veces a su rey.

Alfonso XIII evita mostrarse en público. Pasa semanas enteras en sus posesiones reales y ni aun así consigue verse libre de la vigilancia recelosa de Primo de Rivera. Dos capitanes designados por el Directorio le siguen de lejos en sus paseos, le espían o permanecen de guardia en su antesala. La censura del Directorio abre todas las cartas dirigidas a Alfonso XIII. Primo de Rivera teme que se entienda con otro general cortesano, -como se entendió con él-, preparando un segundo golpe de estado contra el Directorio.

Según parece, entre los generales españoles afectos a la monarquía existen ya varios grupos que se miran con hostilidad. Gracias a Alfonso XIII, el generalato español es hoy un generalato al estilo de México. Sobre sus gorras con entorchados se ve el gigantesco sombrero a la mexicana de Pancho Villa. Pero hay que añadir en honor de los generales mexicanos que éstos, a lo menos, cuando se odian se hacen la guerra y se fusilan, tranquilamente. Los Obregones de España se tienen miedo unos a otros y únicamente se molestan con chismes, murmuraciones e ironías femeninas, como la de Primo de Rivera al echar de España a su rival Cavalcanti, enviándole a estudiar la organización de los... ejércitos balcánicos.

No es difícil reconstruir España de una forma moderna, tranquila y progresiva. Ante todo, que se vaya el rey. Haremos lo que acaba de hacer Grecia. Se constituirá un gobierno provisional compuesto de todos los elementos no contaminados por el régimen caído, y nación podrá expresar su pensamiento libremente al restablecerse la vida constitucional y recobrar todos los individuos el absoluto goce de sus derechos.

Durante dos o tres meses se hablará con libertad, se discutirá serenamente aleccionados por esa pesadilla que estamos sufriendo, y será organizado un plebiscito nacional en el que votarán todos los ciudadanos la forma definitiva del gobierno español. Si la inmensa mayoría del país se decide por la monarquía, así será, aunque, indudablemente, la tal monarquía tendría que ser con un rey más limpio y probo que el actual.

Digo esto como muestra de imparcialidad y de respeto a la opinión española; pero sé bien que la hipótesis de que la forma monárquica fuera triunfante en un plebiscito después de lo que está ocurriendo en el presente, es como hablar de la probable salida del sol a media noche. Alfonso XIII, el autor del desastre de Annual, del telegrama "Olé los hombres", se ha encargado de demostrar hasta a los más tardos de inteligencia, lo que cuesta a un pueblo tener por rey a un Borbón.

Si dicho plebiscito proclama la República, tendremos una república verdaderamente nacional en la que se podrán desenvolver todas las aspiraciones de los españoles, las cuales, aunque parezcan contradictorias, estarán guiadas por el común deseo del bien de la patria.

La República es la paz, es la escuela, es el respeto y la libertad de todas las opiniones, es el ejército verdaderamente nacional al servicio de la ley, sin aventuras y sin robos, con el militar conociendo bien su oficio; un ejército como los de Francia, de Suiza, de los Estados Unidos; ejércitos de república que han cumplido mejor sus deberes profesionales que el organizado corruptoramente por la monarquía española.

Dentro de la República, vivirán como adversarios corteses y tolerantes los españoles que hoy se hacen una guerra civil sin entrañas, justamente indignados por los atropellos y los crímenes de que han sido objeto. Las masas obreras, perseguidas brutalmente como bandas de animales feroces, se mostrarán iguales a las de otros países, defendiendo sus derechos pacífica y razonadamente dentro de un régimen de libertad, bajo una ley igual para todos. Las clases capitalistas no verán su dinero derrochado por la guerra ni tendrán que dar propinas corruptoras para emprender negocios de pública utilidad. El capital y el trabajo vivirán como en los grandes países civilizados. En ninguno de ellos se ha encontrado todavía la solución para sus antagonistas seculares, pero los conflictos económicos se van resolviendo en una forma culta y no por el asesinato, como lo ha venido haciendo la monarquía española. Los partidarios de la vida autonómica regional no tendrán que apelar a un separatismo que resultaría inútil y pernicioso para ellos mismos. Podrán vivir una existencia propia, como la viven los estados autónomos dentro de las república federales de Suiza y los Estados Unidos de América.

Mas para que resulte posible estas transformación nacional es preciso que primeramente desaparezca el rey. Mientras exista dentro de España debe considerarse grotesco todo intento de gobierno nacional y de plebiscito. Es un enredador, un intrigante, un biznieto de Fernando VII, que esparce en torno de su persona una acción corrosiva, semejante a la tinta que segregan ciertos moluscos...

Además, sería un bien para él y una tranquilidad para los nuevos gobernantes el verle lejos de España.

Alfonso XIII debe ser procesado al recobrar la nación su vida normal. Es de justicia. Veinticinco mil cadáveres de españoles, cuyos huesos blanquean sobre la tierra de

Africa, lo exigen con la voz silenciosa del más allá.

Y los procesos de los reyes, cuando éstos no se alejan previamente, acaban a veces de un modo trágico.

De esto saben algo la Inglaterra de Cronwell y la Francia de la Convención.


Vicente Blasco Ibáñez, Por España y contra el Rey











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