El resultado de la guerra civil española se determinó en Londres, en París, en Roma, en Berlín, pero no en España. Después del verano de 1937, los que veían las cosas tal y como eran se dieron cuenta de que el gobierno no podría ganar la guerra si no se producía un cambio radical en el escenario internacional. Si Negrín y los demás decidieron proseguir la lucha se debió en parte a que esperaban que la guerra mundial que estalló en 1939 lo hubiera hecho en 1938. La desunión del bando republicano, de la que tanto se habló, no estuvo entre las causas fundamentales de la derrota. Las milicias populares se organizaron deprisa y corriendo, estaban mal armadas y hubo falta de imaginación en sus planteamientos militares, pera nada habría sido diferente si se hubiera alcanzado un acuerdo político global desde el principio. Cuando estalló la guerra, el trabajador industrial medio no sabía disparar un arma y el pacifismo tradicional de la izquierda constituía un gran obstáculo. Los miles de extranjeros que combatieron en España eran buenos como soldados de infantería, pero entre ellos había poquísimos que estuvieran especializados en algo. La tesis troskista de que la guerra se habría ganado si no se hubiera saboteado la revolución es probablemente falsa. Nacionalizar fábricas, demoler iglesias y publicar manifiestos revolucionarios no habría aumentado la eficacia de los ejércitos. Los fascistas vencieron porque eran más fuertes: tenían armas modernas y los otros carecían de ellas.
Ninguna estrategia política habría compensado ese
factor.
Lo más desconcertante de la guerra civil española fue
la actitud de las grandes potencias. La guerra la ganaron en realidad los
alemanes y los italianos, cuyos motivos saltaban a la vista. Los motivos
de Francia y Gran Bretaña son menos comprensibles. Todos sabían en 1936 que si
Gran Bretaña hubiera ayudado a la II República, aunque sólo hubiera sido
con unos cuantos millones de libras esterlinas en armas, Franco habría
sucumbido y la estrategia alemana habría sufrido un serio revés. Por
entonces no hacía falta ser adivino para prever la inminencia de un conflicto
entre Gran Bretaña y Alemania; incluso se habría podido predecir el
momento, año más o menos.
Pero la clase gobernante británica, del modo más
mezquino, cobarde e hipócrita, hizo cuanto pudo por entregar España a
Franco y a los nazis. ¿Por qué? La respuesta más evidente es que
era protofascista. Indiscutiblemente lo era, pero cuando llegó la
confrontación final, optó por oponerse a Alemania. Siguen sin conocerse
las intenciones que sustentaban su apoyo a Franco, y es posible que en
realidad no hubiera ninguna intención clara. Si la clase gobernante británica
es abyecta o solamente idiota es una de las incógnitas más intrincadas de
nuestro tiempo, y en determinados momentos, una incógnita de importancia
capital.
En cuanto a los rusos, sus motivos en relación con la
guerra española son completamente inescrutables. ¿Intervinieron en ella,
como creían los izquierdosos, para defender la democracia y frustrar los
planes nazis? En ese caso, ¿por qué intervinieron a una escala tan ridícula y
al final dejaron a España en la estacada? ¿O intervinieron, como sostenían
los católicos, para promover la revolución? En ese caso, ¿por qué hicieron
todo lo posible por abortar todos los movimientos revolucionarios, por defender
la propiedad privada y por ceder el poder a la clase media y no a la clase
trabajadora? ¿O intervinieron, como sugerían los troskistas, únicamente con
intención de impedir una revolución en España? En ese caso, ¿por qué no
apoyaron a Franco? La verdad es que la conducta de los rusos se explica
fácilmente si se parte de la base de que obedecía a principios
contradictorios. Creo que en el futuro acabaremos por pensar que la política
exterior de Stalin, lejos de ser una astucia diabólica -como se ha
afirmado-, ha sido sólo oportunista y torpe.
De todos modos, la guerra civil española puso de
manifiesto que los nazis, a diferencia de sus oponentes, sabían lo que se
traían entre manos. La guerra se libró a un nivel tecnológico bajo y su estrategia
fundamental fue muy sencilla: el bando que tuviera armas, vencería. Los nazis y
los italianos dieron armas a sus aliados españoles, mientras que las
democracias occidentales y los rusos no hicieron lo propio con los que
deberían haber sido sus aliados. Así pereció la República española, tras
haber «conquistado lo que a ninguna república le falta»
Si fue justo o no animar a los españoles a seguir
luchando cuando ya no podían vencer, como hicieron todos los izquierdistas
extranjeros, es una pregunta que no tiene fácil respuesta. Incluso yo
pensaba que era justo, porque creía que es mejor, incluso desde el punto de
vista de la supervivencia, luchar y ser conquistado que rendirse sin
luchar. No podemos juzgar todavía los resultados de la magna estrategia de
la lucha contra el fascismo. Los ejércitos andrajosos y desarmados de la
II República resistieron durante dos años y medio, mucho más, indudablemente, de lo que esperaban sus enemigos. Pero no sabemos aún
si de ese modo alteraron los planes fascistas o si, por el contrario, se
limitaron a posponer la gran guerra y a dar a los nazis más tiempo para
calentar los motores de su maquinaria bélica.
George Orwell
Recuerdos de la Guerra civil española
Capítulo VI
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