Lo Último

1112. Elegía a la mujer española




Tus hijas de América, que te mirábamos vivir, sentíamos a tu lado el placer de creernos superiores; nos sabíamos oprimidas e ignorantes, pero junto a ti éramos mayores.

Tú tenías más hijos que nosotras y no te sentabas fácilmente en la terraza de un café —las mujeres del Norte y las europeas también te miraban con desprecio—.

Tú no habías luchado en la retaguardia de la guerra y eras hasta hace poco una menor ante las leyes. Tú lo oías todo con indiferencia y seguías copiando los arabescos en tus rizos y mirando a tu hombre en los ojos de tus hijos. [...]

Tú eras, aún ayer, pasión melancólica y pagana que se inclinaba sobre los retablos y hoy eres la flor roja nacida en la trinchera.

Todo lo que en otras vino lentamente enseñado en el vivir y en el pensar y el comprender, a ti te lo enseñó el dolor en la primera etapa, trágica y sin saber qué era un fascista lo sentiste tu enemigo y lo mataste. Y al matarle con toda tu pasión arrastraste al mundo entero tras de ti, enseñándole a odiar a los que te odiaban. Y el odio prendió y creció y se hizo carne en nosotras todas porque el fascista había cometido el mayor crimen, el más horrendo y el más negro: había muerto los hijos de la madre española. De esa española que no quiso nunca antes sino eso: tener hijos; que no se inquietó ni prendió la ambición en su corazón ante ningún otro halago de la gloria, que concentró en ellos todas sus alegrías y todos sus dolores y todos sus renunciamientos porque ellos llegaran a su vez a tener alegrías y dolores perpetuándose en la vida.


Marta Vergara
"La Mujer Nueva", abril de 1937











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