Hace tres años, los trabajadores
chilenos sorprendían, al país y al mundo, con el resultado de la elección
presidencial. Se preguntaban todos si el pueblo, limpio vencedor en las urnas,
sería capaz de llevar a cabo la empresa que se había propuesto. Tras muchos
años de esfuerzo, de reveses y éxitos parciales, si dura fue la lucha para
llegar al Gobierno, teníamos claro que, más había de serlo la que tendría que
enfrentar la ejecución del programa de transformaciones más ambiciosas y
profundas de la historia nacional.
Hoy, a tres años de esa fecha,
podemos medir todo lo que hemos sido capaces de hacer, para construir un nuevo
orden y dejar atrás las estructuras de la oligarquía agraria, del gran capital
monopólico y financiero, de la sumisión de nuestras riquezas básicas a la
explotación extranjera.
No ha sido tarea fácil.
Enemigos tenaces, constantes,
existían antes de la elección. Después de ésta, cuando el pueblo estaba en el
Gobierno, se alzaron con más vehemencia, al verse heridos en sus intereses, al
ver hundirse el mundo de sus privilegios. Al paso del pueblo se fueron
colocando obstáculos, unos aquí y otros en el exterior. Ardua empresa la de
construir frente a un adversario que gastó sus mejores empeños en no dejarnos
gobernar.
Después de tres años, el cuadro está
claro. El pueblo, más maduro, más consciente, con más experiencia, más resuelto
qué nunca a avanzar sin tropezar. Frente a él, un adversario que también ha
cambiado. Pero, mientras el pueblo ha cambiado en calidad, para mejorar su
capacidad de construir una nueva realidad económica y política, el adversario
ha desarrollado sus tácticas. Si antes del 4 de Septiembre se usó la campaña
del terror psicológico, hoy se la acompaña del atentado: el terrorismo
efectivo, contra vidas humanas, bienes públicos y privados. La reacción está
demostrando que, para atajar el avance del pueblo, no vacila en recurrir a prácticas
fascistas. Pero, hoy como ayer, como hace tres años, Chile entero y el mundo
están contemplando nuestra capacidad para seguir adelante, frente a un
adversario que recurre a todo para derrotar al pueblo, aún a riesgo de destruir
la Patria. Los que crearon ayer el sistema de Gobierno que nos rige, no aceptan
hoy ser gobernados y quieren destruirlo. Los que apoyaron ayer las
Instituciones del régimen para mantenerse en el Gobierno, consideran hoy que ya
no les sirven para sus intereses. Llegan a dejar reemplazar sus partidos
políticos por grupos aventureros. No vacilan en atacar a los Rectores de las
Universidades, a la propia Iglesia, a su Cardenal. Nada los detiene, sino
nuestra propia fuerza, unidad y convicción por lo que estamos luchando. Han
roto, o intentan romper, todas las formas de la convivencia. La legalidad ya no
les sirve, y la pisotean. Desde el Congreso invocan solemnemente el golpe de
Estado, crimen de lesa Patria, impulsando irresponsablemente a la guerra civil.
Pero ya hemos demostrado nuestra capacidad de avanzar, en medio de las mayores
dificultades económicas y políticas.
Los trabajadores derrotaron, en
octubre, el paro sedicioso. En marzo impidieron que la legalidad se usara para
destituir al Gobierno legítimo. Después, estamos viendo el asalto contra el
Pueblo y su Gobierno, con nuevos procedimientos, nuevos en Chile, viejos en el
mundo, pero gastados y derrotados por los pueblos demócratas. En las barbaries
provocadas por el fascismo, ante nuestros propios ojos, hay una fuerza de
represión brutal, ejercitada con tal crueldad, que constituye una muestra de lo
que sería capaz de hacer contra los trabajadores, si tuviera el Gobierno en sus
manos.
Es una muestra mínima de su desprecio
por la democracia, por la vida de los hombres, mujeres y niños; de su odio, de
su insaciable capacidad de destrucción.
Ayer lunes, fueron sepultados dos de
sus víctimas: Un joven que recién se asomaba a la vida, un voluntario de la
Patria, que cargaba y descargaba sacos de harina para dar pan a un vasto sector
de Santiago, privado de él por el paro criminal de los transportistas. Hoy, las
llamas consumieron la sede del Partido Radical, el más viejo de nuestra vida
republicana. En este Tercer Aniversario surgen, como símbolo de capacidad
revolucionaria y constructiva del pueblo, los voluntarios de la Patria,
exponentes de la madurez de los trabajadores, de la toma de conciencia de los
jóvenes, de la entereza de nuestras mujeres.
Trabajadores de Chile: el invierno
está terminando, y aparecen ante nosotros horizontes económicos promisorios. En
los últimos años, recibimos el castigo, del bajo precio del cobre en el mercado
internacional. Hoy, alcanza cifras altas que nos proporcionarán las divisas
indispensables para importar materias primas y bienes de consumo. La
producción, de Chuquicamata, el mes de agosto, ha sido la más elevada de la
historia. Las siembras de este invierno duplican la superficie sembrada el año
pasado. Tenemos que repetirlo en las siembras de primavera. De éste modo, la
mayor producción minera, agrícola e industrial, la organización y capacidad
creadora de los trabajadores, lograra detener el año próximo, la inflación y el
desabastecimiento. Al mismo tiempo, su voluntad de lucha derrotará la huelga
anti patriótica de un sector de camioneros; su gran capacidad de trabajo
impedirá que el nuevo paro nacional de la burguesía detenga el país.
A Chile solo lo paran los
trabajadores. Y sus mujeres mostrarán, con su esfuerzo abnegado, donde está la
mujer del pueblo, cuando la insolencia de las reaccionarias salta por la calle,
a lamentar la pérdida del mundo feliz que las rodeaba en medio de la miseria de
la mujer campesina, de la mujer del obrero, de la mujer pobladora. Es ella la
que le da su tibia ternura al hijo de nuestro Chile, a su hijo, al ciudadano
del mañana. En la unidad combativa de trabajadores y demócratas, tiene Chile su
más preciosa reserva, en defensa de las libertades democráticas, patrimonio de
todo el pueblo.
Siempre he pensado que el día más
feliz, será aquel en que el trabajador pueda estudiar, producir y progresar
tranquilo y seguro del futuro de él y de los suyos, de sus hijos, el futuro del
pueblo, del futuro nuestro, del futuro de Chile. Ahora, compatriotas, debo
decirles, con franqueza de gobernante y de compañero: tenemos que estar
alertas, muy alertas, sin perder la serenidad, con la cabeza fría, y el corazón
ardiente.
Enfrentamos una grave conspiración.
Nuestra tarea principal es derrotarla por Chile y su destino.
Al despedirme, les repito lo que les
dijera hace justamente tres años: A la lealtad de ustedes, responderé con la
lealtad de un gobernante del Pueblo, con la lealtad del Compañero Presidente.
Salvador Allende Grossens
Santiago, 4 de septiembre de 1973
No hay comentarios:
Publicar un comentario