La
gramática nos enseña
que
el plural masculino de ciertos nombres
bien
puede comprender personas de ambos sexos.
Reyes,
por ejemplo, puede ser rey y reina,
o
monarcas hermafroditas.
Pero
desde que en el frente de Madrid,
así
como en Oviedo y Cataluña,
las
mujeres han peleado como leonas,
junto
a sus padres, maridos, novios, hermanos,
simplemente
camaradas;
desde
que Dolores Ibárruri
actuó
en primera fila
en
el ataque al cuartel de la Montaña,
y
reclutó legiones de mujeres
entre
las casas incendiadas de Madrid;
desde
que Caridad Mercader
se
cubrió de condecoraciones estampadas
en
los pliegues de sus heridas;
desde
que Lina Odena
se
echó a campo traviesa
para
darse un abrazo con la muerte;
desde
que las hijas de Eva
hicieron
justicia con sus propias manos
para
arreglar cuentas
con
los Caínes de España;
desde
entonces no es posible
referirse
a los defensores y los mártires
de
la libertad ibérica,
sin
usar, junto al nombre masculino,
la
voz,
blanca
como un seno maternal
y
enérgica como un toque de diana al romper el día,
la
voz de un diccionario nuevo:
¡milicianas!
Francisco
Aguilera
29 de mayo de 1937
«Tome nota la Academia». Repertorio Americano
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