Pero
¿qué son las armas: qué pueden, quién ha dicho?
Signo
de cobardía son: las armas mejores
aquellas
que contienen el proyectil de hueso
son.
Mírate las manos.
Las
ametralladoras, los aeroplanos, pueblo:
todos
los armamentos son nada colocados
delante
de la terca bravura que resopla
en
tu esqueleto fijo.
Porque
un cañón no puede lo que pueden diez dedos:
porque
le falta el fuego que en los brazos dispara
un
corazón que viene distribuyendo chorros
hasta
grabar un hombre.
Poco
valen las armas que la sangre no nutre
ante
un pueblo de pómulos noblemente dispuestos,
poco
valen las armas: les falta voz y frente,
les
sobra estruendo y humo.
Poco
podrán las armas: les falta corazón.
Separarán
de pronto dos cuerpos abrazados,
pero
los cuatro brazos avanzarán buscándose
enamoradamente.
Arrasarán
un hombre, desclavarán de un vientre
un
niño todo lleno de porvenir y sombra,
pero,
tras los pedazos y la explosión, la madre
seguirá
siendo madre.
Pueblo,
chorro que quieren cegar, estrangular,
y
salta ante las armas más alto, más potente:
no
te estrangularán porque les faltan dedos,
porque
te basta sangre.
Las
armas son un signo de impotencia: los hombres
se
defienden y vencen con el hueso ante todo.
Mirad
estas palabras donde me ahondo y dejo
fósforo
emocionado.
Un
hombre desarmado siempre es un firme bloque:
sabe
que no es estéril su firmeza, y resiste.
Y
los pueblos se salvan por la fuerza que sopla
desde
todos sus muertos.
Miguel
Hernández
El
hombre acecha (1937-1939)
No hay comentarios:
Publicar un comentario