“El 24 de septiembre de 1955, un cura loco, que reza a
paso militar, llegó al Pozo del Tío Raimundo. Desde entonces, nada es lo mismo.
Levanta una iglesia y la llena de fotos de Juanito Valderrama, de Lola Flores,
de tantos santos. Se mete bajo las chabolas para evitar el derribo por la
Guardia Civil. Desaloja bares a hostia limpia. Trae universitarios a poner
ladrillos. Da recomendaciones para irse a Alemania. Monta una guardia
pretoriana de monaguillos y monaguillas. Niega recomendaciones para irse a Alemania.
Organiza y preside procesiones. Te deja en el confesionario a medio confesar
para gritar “¡esa puerta!”. Paraliza la elevación del cáliz para ordenar callar
a la beata que no cesa de rezar en latín. Monta un cine de verano. Da un
bofetón a Paco, el monaguillo, porque los muñecos salen al revés en la primera
proyección. Organiza romerías. Da plantón a Franco. Consigue que se elija un
alcalde. Iza banderas. Arría banderas. Obliga a cantar himnos. Le roban
banderas de la URSS. Lee consignas sobre Vietnam. Lleva a los de Comisiones a
una escuela de fabricación de hombres. Se inventa una bandera con Pozo
incorporado. A las ocho y media, misa para viejos. A las nueve y media, misa
para niños. A las diez y media, para niñas. A las once y media, misa en general.
Y a leches a las doce y media, misa para jóvenes. Reparte queso y leche
americana mientras el señor Tomás cambia novelas de Marcial Lafuente Estefanía.
Atruena el barrio con La Marsellesa. Monta un “Común” de trabajadores. Se hace
de Comisiones. Se hace no violento. Se hace “Ciudadano del mundo”. Se aburre en
reuniones. Se ríe del comisario Yagüe. Se encierra. Se cabrea. Mecanografía con
dos dedos mientras no hay quien aguante el tocadiscos. Se bautiza como Charly.
Hace de Pepe Biscarreta practicante. Organiza “Ayuda fraterna”. Se hace
carcelero. Escribe. Organiza una rondalla...” (Llamarse barrio: el Pozo del Tío Raimundo/VV.AA. 1986)
*
Convivir con el pueblo sin ser pueblo
“Ya he dicho
algo de cómo la ‘causa suprema’ del pueblo me mordió y cómo, oliendo que en mi
sociedad, como ayer en Dinamarca, había demasiado podrido, me refugié —¡no hubo
huida!— aquí en el Pozo, cuando no había sino chabolas en barro, oscuridad y
rabia. Vine de puntillas, equivocándome a continuación con todo un serial de
obras y sus influjos, sus influencias, su paternalismo. Desde que estoy aquí, a
medida de mi equivocación radical y tan bien intencionada —por aquello del
dichoso hacer y hacer, sea como sea...— ‘ellos’ me fueron a su vez haciendo y
mordiendo a buena medida y lugar. Esto ha sido la conquista de un mundo
desconocido, que me ha ido socavando y ganando como lo saben hacer estos
hombres elementales, sufridos, que hablan poco y mal, pero que viven como yo no
sabía vivir.
Viví a su lado. Al principio, decía que ‘encarnado’. Después, ya
digo que ‘conviviente’. Viví entre ellos, en la bodega de los largos silencios.
Hoy aquí en el rincón de un ‘Común’ de trabajadores que ha sabido acoger a un
hombre que morbosamente se dice fracasado. El caso es que a la medida del tiempo
y del contacto, con sus lecturas correspondientes —en la cara de los hombres y
en el extenso anecdotario de esta épica pequeña del suburbio—, a la medida de
la serie de lances, de protestas y de rabias contenidas, de encuentros con los
poderosos y de rechazo de los bien vivientes, la ‘causa’ de la justicia y de la
libertad para todos, vista desde aquí, donde no sólo se divisan sino que se
huelen y se convierten en sangre la injusticia social y la falta de libertad de
los pequeños, esta causa fue siendo la que se comió a todas las anteriores, y
fue fraguando en principio hasta dar con mi socialismo, sui géneris sin duda,
pero cabal [...].
Me ficharon, me calumniaron también. Aquí tuve que ir
rompiendo con tantas amistades y con ese otro Madrid que, habiendo sido tan
mío, yo no puedo ser ya de él. Aquí me hallé más sacerdote. Aquí, entre muchos
que no creían y no creen, entre tantos que nos dan y me dan las más altas
lecciones de lo que es luchar anteponiendo la justicia, la conciencia a toda
instalación, comodidad y consecuencias de eso del propio estado. Y aquí tuve
que sufrir, en colofón lacerante, los abandonos de la Iglesia por parte de la
mejor juventud. Aquí comprendí cuánta falsía o cobardía aún empañaba el gran
mensaje. Aquí empecé a ser un cristiano al desnudo, cuando la “causa” del
pueblo fue haciéndose mi causa, lo cual me fue llevando paso a paso a un
distanciamiento, y más, de las otras clases, que habían sido la mía...
Y me fui
quedando solo, aquí. Pero solo, porque convivir con el pueblo y entre el pueblo
no es, ni será nunca, ‘ser’ del pueblo. Me falta haber nacido en él. Me falta
un hogar como el suyo. Me falta, sobre todo, la experiencia, la vivencia del
trabajo y sudor compartido. Me falta, pues, lo más serio y más impactante. Por
ello, lo reconozco, mi socialismo nació híbrido y originado de vivencias
marginales y de lecturas, con sus reflexiones cargadas de pasión. No puede,
pues, ser bandera. A lo más, ha sido tema de charlas y plano desde donde
hoy me encuentro con un ‘mí mismo’ que no puede ser ni seré, pero que se
defiende, atisba, acusa y aspira. Año tras año he visto, a mi vera, sufrir,
rabiar y soportar la injusticia. ¡Cómo gocé cuando descubrí aquello de la
función personal de la propiedad colectiva en lugar de la función social de la
propiedad individual!
Yo no encuentro ninguna oposición entre mi cristianismo y
mi comunismo. Soy comunista como una dimensión más de mi concepción evangélica.
Por otra parte, nunca he tenido problemas con ninguno de mis obispos en razón
de mi adscripción al PCE. No los tuve con Morcillo ni con Tarancón. Y ni
siquiera con su sucesor. Tampoco con mis superiores jesuitas. Por mi casa han
pasado en visita mi amigo Perico Arrupe, cuando era general, lo mismo que su
sucesor el padre Peter Kolvenbach. También mis provinciales. Abrigué el temor
de que alguno de ellos me llamase la atención sobre el tema. Ninguno lo hizo.
De manera que aquí estoy y aquí sigo. Si me hubiesen pedido que abandonase mi
militancia, hubiera devuelto el carné. Pero ninguno lo hizo. De modo que no
tengo por qué renunciar a algo que considero positivo...
Sí, intervine en lo de
la luz, en el agua, en las escuelas. Pero eso fue poco. Lo principal es que me
equivoqué. Pensé que todo consistía en venir al barrio y dar limosnas. Creí que
venía a enseñar. En realidad, vine a aprender. O, mejor dicho, quienes suponía
que serían mis discípulos, fueron mis mejores maestros. He descubierto a Jesús
en los vecinos del Pozo. ¡Cuánto me han enseñado estos hombres buenos, cuánto
me han confundido! Yo ya no digo esa tontería de “encarnarse en los pobres”,
porque es mentira. Yo soy un cura burgués que estoy aquí y no me he encarnado
en nadie. Estoy con ellos, pero no soy de ellos..."
José María Llanos Pastor
(26 de abril de 1906 - 10 de febrero de 1992)
Se va a realizar un homenaje a Llanos en abril del 2016 en el Pozo si interesa envío programa
ResponderEliminarmi correo
pukopatuko@gmail.co
Gracias
Gracias Miryam. Contactaremos contigo para que nos facilites el programa, que difundiremos.
EliminarUn saludo fraternal.