Nuestra llegada a la zona Centro causó sorpresa. La propaganda de la quinta columna había hecho creer a la población que el Gobierno la había abandonado y que no pensaba volver a España. En Aviación también había comenzado a surtir efecto esta propaganda, que nuestra presencia cortó en parte. Inmediatamente nos dedicamos a preparar lo mejor posible nuestras fuerzas, en previsión de la ofensiva que cabía esperar del enemigo. Recorrí todos los aeródromos y hablé con el personal, exponiendo con toda franqueza la situación. Mi preocupación principal fue preparar las unidades para los siguientes encuentros, pero no descuidé, haciéndolo con la discreción debida, tomar todas las precauciones posibles para salvar al personal si el enemigo, en su ofensiva, rompía nuestras líneas.(...)
Estas
disposiciones para salvar al personal en previsión de un caos podían parecer, a
primera vista, desmoralizadoras; pero en el ambiente de incertidumbre y de
recelo que se estaba creando en nuestra zona con la propaganda capituladora, me
parecieron necesarias y humanas. Yo sabía que cualquier aviador republicano que
se hubiese distinguido algo en la guerra, por su actuación o por el mando que había
ejercido, si caía en manos de los franquistas sería fusilado, después de un
vergonzoso simulacro de proceso, o asesinado por las buenas, sin tomarse la
molestia de camuflar el crimen (...)
El coronel Casado, jefe del Ejército
del Centro, me telefoneó para decirme que necesitaba hablar conmigo y que me
invitaba a comer en su puesto de mando, situado en la Alameda de Osuna, una
finca de las afueras de Madrid. Como a mí me interesaba conocer lo que pensaba
Casado y el ambiente que reinaba en su Cuartel General, acepté la invitación.
Era natural que, desde el primer momento, el tema de nuestra conversación fuera
la situación en la que se encontraba Madrid y la zona republicana. Casado estaba
muy pesimista y todo su afán era inculcarme su pesimismo, tratando de demostrar
que no podíamos hacer nada, militarmente, contra una ofensiva franquista.
Después se puso a decirme, aunque con ciertos rodeos, que la mejor solución
para nosotros era hacer una paz honrosa con Franco, en la que no hubiera
vencedores ni vencidos, paz que permitiría salir de España a todo el que
quisiera. Le contesté que todo lo que me decía era absurdo, pues conociendo a
Franco, era disparatado creerle capaz de hacer la menor concesión. Casado, que
no sé por qué razones pensaba que yo podía estar de acuerdo con él, al ver mi
actitud se puso bastante nervioso, queriendo a toda costa convencerme. Me dijo,
recalcando mucho las palabras: "No solamente lo que te digo es posible,
sino que te puedo asegurar que a los militares de carrera se nos reconocerían
los grados. Tengo garantías muy serias de que estas proposiciones serán
respetadas". Al preguntarle si podía saber quién daba esas garantías, me
contestó muy solemnemente que era Inglaterra la que había arreglado hasta el
último detalle, y que él mismo había tenido varias entrevistas con el
representante inglés, al que Franco había prometido cumplir formalmente estos
compromisos, poniendo una sola condición: que prescindiésemos del Gobierno
republicano y que nosotros, es decir, los militares profesionales, nos
hiciésemos cargo de la situación y tratásemos directamente con él. La verdad es
que sus palabras me produjeron más asombro que alarma. Pensé que todo lo que me
había dicho Casado eran planes suyos más o menos fantásticos y no un complot en
toda regla, a punto de estallar. Referí esta conversación a Negrín, pero mis
informes no fueron todo lo alarmantes que debían haber sido, pues yo estaba
convencido de que una sublevación militar capitaneada por Casado y por Miaja
era algo tan disparatado que no podía tomarse en serio (...)
Estaba tan ajeno
al peligro que por la espalda nos amenazaba que la misma mañana de la
sublevación de Casado fui a Valencia para hablar con el general Miaja, jefe
militar de la zona republicana. Encontré su Cuartel General muy agitado. Allí
estaban varios jefes militares con mandos importantes. La enigmática actitud de
Miaja para conmigo y el ambiente de nerviosismo y hostilidad contra el Gobierno
que prevalecía entre los jefes y oficiales que lo rodeaban, me dejaron sorprendido
y bastante inquieto. Me di cuenta de que allí se estaba tramando algo turbio
(...)
Al llegar a Albacete, pude localizar por teléfono a Negrín. Le dije que
tenía algo urgente que comunicarle y me mandó que fuera a verle a Elda, un
pueblo cerca de Alicante, donde se había instalado provisionalmente. Puse a
Negrín al tanto de lo que pasaba. Esta vez sí le informe alarmado y dando mucha
importancia a lo que acababa de presenciar. Negrín mandó llamar a Miaja. Éste no
se presentó. Repitió la misma llamada con el mismo resultado y decidió ir él
mismo a verle. Yo regresé a Albacete. Cuando llegué al aeródromo, me dieron una
nota de Negrín en la que me ordenaba volver urgentemente a Elda. Me imaginé que
algo grave había sucedido. Efectivamente, las primeras palabras de Negrín
fueron para comunicarme que Casado se había sublevado contra el Gobierno,
constituyendo una Junta encabezada por [Julián] Besteiro y titulada Consejo de
Defensa.
Ni más ni menos que otro golpe de estado contra la República. Casado sabía que Franco no aceptaba sus peticiones. La respuesta de Franco a Casado no fue otra que decirle: "Tenéis la guerra totalmente perdida. Es criminal toda prolongación de la resistencia. La España Nacional exige la rendición incondicional del ejército rojo" 05/05/1939. Cuatro días más tarde Casado se reúne con Mera y éste se une al golpe. Besteiro, unido al golpe desde el principio, lo justifica así por radio el 18 de marzo: ....la necesidad de sofocar el pasado levantamiento comunista y los cuidados conducentes a prevenir la repetición de semejantes contingencias no ha hecho olvidar un momento al Consejo Nacional de Defensa, lo que constituye su misión y la verdadera razón de su existencia. (...) Es además nuestro deseo tener a la opinión debidamente informada del proceso de nuestra actuación para el logro de esa anhelada finalidad. En prueba de ello queremos poner en vuestro conocimiento los términos exactos de la comunicación que el Consejo de Defensa dirige al Gobierno Nacionalista (...) ese comunicado dice así: "Consejo Nacional de Defensa a Gobierno Nacionalista.- Ha llegado el momento de que este Consejo Nacional de Defensa se dedique por completo a su misión fundamental y, en consecuencia, se dirige a ese Gobierno para hacerle presente que estamos dispuestos a llevar a efecto negociaciones que nos aseguren una paz honrosa y que al mismo tiempo puedan evitar estériles efusiones de sangre. Esperamos su decisión".Tan solo un día después Franco mandfa una nota a Casado en la que decía que no estaba dispuesto a que acudieran a Burgos los mandos superiores enemigos y además le recordaba a Casado que "sólo aceptaba la rendición sin condiciones". Acto seguido Franco inicia la ofensiva final en todos los frentes. Casado y los que le apoyaron: Traidores a la República y a Negrin.
ResponderEliminarAsí fue Benito, otro golpe, otra traición más.
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