Ayuntamiento de Bilbao, tras la toma de la ciudad por los franquistas. Junio 1937 |
La evacuación de Bilbao, último hecho militar de importancia, no altera el curso regular de la guerra. Ha sido de mayor relieve, y de más gravedad amenazadora, por lo que tenía de síntoma, que la caída de Málaga, intencionadamente mal defendida. La heroica defensa de la capital de Euzkadi, retardando más tiempo del que podían suponer los aliados fascistas la toma de la ciudad, ha sido para el Gobierno del Frente Popular, aunque parezca un contrasentido, una victoria de orden internacional.
El Ejército del Norte, con una capacidad heroica, sólo
conocida hasta entonces por nuestras fuerzas de los frentes de Madrid, estaba
en condiciones, antes de los sucesos de Baleares y Almería, de convertir la
ofensiva italiana sobre Euzkadi, en el fracaso definitivo del Ejército invasor,
como lo demuestran los contraataques victoriosos realizados entonces. Pero un
fracaso en Bilbao significaría para los rebeldes y sus aliados el principio de
su derrota completa, pues allí habían concentrado sus mejores efectivos. Por
este motivo provocaron el incidente del «Deutschland», que era, como se vio más
tarde, el pretexto creado por el eje «Roma-Berlín» para retirarse del «Comité
de no-intervención» por un espacio de tiempo que les permitiese intensificar la
intervención en Euzkadi y garantizar la toma de Bilbao. El bombardeo de Almería
no tuvo otro objetivo que el de distraer la atención y sentar, al mismo tiempo,
un precedente para acciones futuras.
Al operar de este modo los fascismos alemán e
italiano, contaban con la complicidad que les brindaba la timidez democrática.
Pero no suponían —este fué el error fundamental— que, en torno al bombardeo de
Almería, habría de crearse una atmósfera, en el obrerismo internacional, que
obligase a la II Internacional a reaccionar; y más aún, a reaccionar junto con
la III Internacional o, por lo menos, contando con ella. Este hecho, que por
ahora es sólo una corriente de unidad para ayudar a España, es suficiente para
alarmar seriamente a los países intervencionistas (Alemania e Italia), porque
la fuerza unida del campo obrero internacional puede cambiar, con su presión,
la política de las democracias, atemorizadas por el miedo a la guerra.
Principalmente la clase obrera francesa, por tener en la dirección del país el
papel más importante, representa para el fascismo internacional el enemigo más
peligroso, aparte de la U. R. S. S. Por eso no sería extraño que la crisis
reciente del primer Gobierno de Frente Popular, provocada por el Senado,
tuviese estrecha relación con la marcha de la política exterior italoalemana.
Aceptando esto, el proyecto de conquista rápida de España —rapidez impuesta a
la vez por razones económicas y políticas—, estaba preparado por Hitler y
Mussolini sobre tres golpes, a cuál más audaz :
a) La toma de Bilbao, reforzando para ello
intensamente la intervención.
b) La caída del Gobierno francés, con la ayuda de la
reacción del Senado, que arrastraría al hundimiento del Frente Popular francés
y a la distracción obligada de la clase obrera francesa de la guerra en España.
c) Provocar una supuesta agresión (el «Leipzig») que
justificase el tomar una medida de castigo contra «el Gobierno de Valencia», en
el que intervinieran las cuatro potencias del control (Inglaterra, Francia,
Alemania e Italia), elevando así a las potencias democráticas a una
intervención práctica en la guerra, contra el Gobierno del Frente Popular.
Intervención que al mismo tiempo inducía el aislamiento de Francia con respecto
a la Unión Soviética y la legalización práctica de la Junta de Franco. Las dos
cosas fracasaron al retirarse Italia-Alemania del pacto naval de los cuatro.
De los tres puntos, sólo pudieron realizar plenamente
la toma de Bilbao. La crisis francesa se resolvió con un criterio de Frente
Popular. Y la medida de castigo que tomarían las cuatro potencias, fracasó.
Sólo queda el recurso, una vez retirado el fascismo, al parecer
definitivamente, del Control naval, que tome por su cuenta y riesgo las tales
medidas de castigo, cosa que, de realizarse —las seguridades dadas a Inglaterra
por Ribbentrop hacen creer lo contrario—, y a pesar de su gravedad evidente, no dejarían de ser una caricatura
extremadamente reducida del primitivo proyecto. Por otra parte, ha dejado de
existir como farsa más o menos práctica, el Comité de No Intervención, y vuelve
a aparecer en primer plano la Sociedad de Naciones como único instrumento
internacional para solucionar el problema de la intervención extranjera en
España. Si la corriente de unidad internacional para asoldar a España cobra
forma de solidaridad efectiva en las dos Internacionales obreras, la presión de
éstas en la Sociedad de Naciones a través de los Gobiernos de sus respectivos
países puede ser el arma que definitivamente aleje el peligro fascista en
Europa, reconociendo los derechos legales del Gobierno español. Desde luego, la
retirada aparatosa de Italia y Alemania del Comité de Londres crea
internacionalmente la claridad suficiente para que Inglaterra y Francia adopten
obligatoriamente, por la fuerza de sus clases populares, una actitud clara que
decida en favor nuestro, de la democracia, la situación internacional.
L. V.
Valencia, 25 junio 1937
Hora de España VII
Valencia, Julio 1937
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