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1507. Los franquistas entran en Bilbao

Entrada de las  tropas franquistas en Bilbao, 19 junio 1937 



«El que llamabais Cinturón de Hierro ha sido roto por nuestras tropas. Nada puede contener el victorioso y arrollador avance del Ejército Nacional...» Francisco Franco


El 12 de junio de 1937 dio comienzo el asalto definitivo al "Cinturón de Hierro" diseñado para contener el avance franquista sobre Bilbao y proteger las industrias, los altos hornos y el aeropuerto de Sondika. Aunque Mola había advertido que tardaría tres semanas en tomar Vizcaya, la realidad es empleó tres meses, no haciendo posible el deseo de Álvarez del Vayo: «Bilbao nunca caerá».

En la tarde del 19 de junio de 1937, bajo el repiqueteo de las campanas de las iglesias, y sin encontrar resistencia, la 5ª Brigada Navarra, a las órdenes de Bautista Sánchez, entró en Bilbao. Acompañaban a los primeros carros de combate un grupo de periodistas italianos con camisas negras. En el ayuntamiento de la ciudad diezmada por intensos bombardeos desde el 13 de junio, la bandera republicana fue sustituida inmediatamente por la roja y gualda. Al caer la noche se celebró la victoria franquista con fuegos artificiales, mientras se cortaba el suministro eléctrico ante el temor de la existencia de cargas de dinamita que pudieran activarse.

La República, además de la última provincia vasca, perdía la industria y la minería que pasaron a manos franquistas. Las provincias vascas fueron consideradas traidoras mediante decreto ley y la represión se cebó con el pueblo vasco.

La defensa de Santander y Asturias quedaban sin apoyo.

Transcribimos a continuación un testimonio recogido por Miguel de Barandiarán en el libro La Guerra Civil en Euzkadi. 136 testimonios inéditos.


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Informe nº 133 - Informe de Miguel Emparanza - (Septiembre de 1937)

Pueblo de Bilbao
Nombre y apellidos del comunicante Miguel Emparanza

Interrogado por mí en S. Juan de Luz, D. Miguel Emparanza, De Oñate, recién huido de la zona de Franco, me declaró:

«La víspera de tomar Bilbao los fascistas yo me acogí a la casa del Sr. Lauzirica, hermano del Sr. Obispo Auxiliar de Valencia, donde me encontré con un Sr. Canónigo de Valencia, que había sido traído de Santander y puesto a salvo por D. Esteban Urkiaga -"Lauaxeta"-. estaba muy agradecido; pero censuraba la actuación anticatólica del P.N.V. Recuerdo que hablaba tan airadamente contra el nacionalismo vasco, que para él era un pecado no considerarse español.

Al día siguiente iban a entrar en Bilbao las tropas de Franco. Llegó el día. Yo me situé entre los árboles de la Plaza Elíptica. Había muy pocos hombres; se veían mujeres y niños. De pronto y por Gran Vía entraron los requetés y los falangistas precedidos de un capitán montado a caballo; entre los falangistas venía un fraile capuchino, el P. Revilla, cubierta su cabeza por un gorro de las milicias fascistas. El público les aplaudió. Entre gritos de Viva España aparecieron por donde está situada la "Aurora" los gudaris de Gordexola, que habían  quedado para custodiar a los presos. ¡Pobrecitos, lloraban y lloraban mientras el público les ovacionaba con más entusiasmo que a los fascistas! Eran los héroes que luego de jugar la vida en las trincheras, la habían ofrendado por defender a los presos. El capitán de a caballo les arengó prometiendo que habían de ser respetados en sus vidas y colocados en un estado social en el que -si se portaban como buenos españoles- tendrían pan y justicia.  Luego asomó en el balcón del Carlton el fraile citado y habló como un energúmeno. ¡El P. Revilla es mucho más fascista que fraile! La manifestación se disolvió entre aclamaciones muy frías. ¡fíjese Vd. cómo íbamos a aclamar a Franco! Los gudaris se marcharon no sé adónde. Los primeros momentos todo el mundo hablaba bien de los nacionalistas y comentaba su honradez porque habían entregado a los presos. Luego supimos que habían llegado más detenidos por la parte de Ondarreta y de Begoña. Los gudaris les habían dado sus placas de muñeca, sus chamarras, y hasta fusiles para que si en el camino eran sorprendidos por los "rojos" pudiesen pasar como gudaris. Bilbao tomó las apariencias de un cementerio. Pocos hombres se veían por las calles y las manifestaciones integradas por mujeres y niños se detenían ante las casas y decían ¿dónde están los hombres? ¡Que vengan hombres!

"Pero pronto cambió de aspecto la villa. Empezó la crítica del nacionalismo; "Boletín de Bilbao" por privar a los nacionalistas de la simpatía que habían conseguido con la entrega de los presos, negó que fuese entrega voluntaria, afirmando que habían sido copados y se publicó un Bando exigiendo a las familias informe detallado de todas las personas acogidas en las casas. Llegaron a Bilbao carlistas de todos los pueblos de Guipúzcoa con el objeto de denunciar a todos los nacionalistas y rojos conocidos y 1.200 guardias civiles, policías y de Asalto para detener a los denunciados. Se organizó en la Gran Vía nº 51 una oficina de investigación y salvoconductos en la que obraban las fochas de los huidos de Guipúzcoa y pueblos de Vizcaya. Se estudiaba la ficha de todos los que iban a solicitar salvoconductos y así fueron detenidos muchos, entre ellos el Sr. Arrien, concejal de Guernica. Corrió con insistencia y profusión la noticia de que según las fichas había en Bilbao de 12.000 a 14.000 fusilables. Empezaron los registros de las casas. Cundió el terror. Las familias que tenían algún nacionalista refugiado temblaron. Yo tuve que abandonar la casa del Sr. Lauzirica y comenzar mi dura peregrinación por los pueblos de Vizcaya y Guipúzcoa, amparado de día en zonas no conocidas por mí y de noche en las sombras y en los caseríos de confianza. Los caseros por mí visitados -no puedo citar- respiran un odio terrible a Franco y sus milicias. Una mujer me decía: "¡Cómo ansío la vuelta. A gusto me dejaría pisar por las tropas vascas a trueque de que éstas entrasen en Guipúzcoa!". En Azcona me enteré de este caso: En noviembre se creía que era inminente la caída de Madrid y el cura que sustituía al P. Recondo, que estaba desterrado en Alava, dijo desde el púlpito que había que celebrar la nueva próxima victoria con fiestas religiosas y profanas. Los franquistas del pueblo acordaron celebrar un banquete, matando una ternera. Corrían los días, Madrid no caía y la ternera se iba a podrir. Por fin repartieron las raciones entre ellos y obligaron a sufragar el gasto a todos los nekazaris afiliados a E.N.B.

La llegada de los presos de Bilbao, calificada de hecho milagroso, ha recrudecido la persecución de los nacionalistas. en Oñate fueron detenidas 28 personas donde han ocurrido estos hechos: a la llegada de los fascistas se rapó la cabeza a unas 10 ó 12 emakumes, entre ellas a las Srtas. Arantxa y Edurne Galarza y Josefa Arrázola a las cuales se obliga a ir a la cabeza d elas manifestaciones. La asistencia a estas era obligada, como se puede ver en este caso: la Srta. Mª Teresa Aguirrebalzátegui fue reclamada para tomar parte en la manifestación que organizó para celebrar la toma de Bilbao. Se excusó porque tenía enferma a su madre. Al poco tiempo se le presentaron dos requetés que le plantearon este dilema: "o a la manifestación o a Ondarreta" y llorando se fue a la manifestación. "¿La Religión? qué pueden esperar los sacerdotes, que -como el de Oñate, el párroco- sube al púlpito y en vez de consolar a los perseguidos, se enfrenta con ellos y descaradamente afea y califica de inhumana y brutal la conducta de los hombres, que por no perder la vida a manos de los fascistas, huyeron dejando en sus casas a las mujeres'". Por otra parte los católicos requetés son más temidos que los falangistas y el pueblo va perdiendo respeto al clero. La mayor paliza de la guerra será para la Iglesia».


La Guerra Civil en Euzkadi
136 testimonios inéditos recogidos por Miguel de Barandiarán 






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