En
el mes de enero la Alianza celebró una Asamblea y comprendiendo que, dado el
carácter de nuestra lucha, ahora más que nunca era España el lugar apropiado
para discutir los problemas que los intelectuales tienen planteados, ofreció de
nuevo el territorio de la España leal para la celebración del II Congreso
Internacional de Escritores.
En
estos días primeros de julio va a celebrarse dicho Congreso en Valencia, Madrid
y Barcelona, y por su carácter, por las circunstancias especiales que concurren
hoy en nuestra Patria, y por las altas personalidades que han de acudir a él,
ha de tener sin duda excepcional importancia.
En
HORA DE ESPAÑA se ha de dar una amplia referencia del Congreso y la
reproducción íntegra de muchos discursos. Pero ahora, en vísperas del
acontecimiento, sólo queremos saludar a los escritores de todo el mundo que
llegan a nuestro suelo,, pisoteado y herido por la barbarie del fascismo
internacional. Queremos señalar que el más alto pensamiento, el más claro» el
más humano, está a nuestro lado, está con nosotros. Y decir, a los que aún lo
ignoran, que esta fe en la justicia y hondura de nuestra causa, esta
certidumbre que tenemos todos los españoles, que tiene todo el verdadero pueblo
español, de que al luchar por su propia libertad lucha también por la libertad
del hombre, por la libertad del pensamiento, por la libertad del mundo entero,
es para nosotros el mayor acicate en la pelea y la base en que fundamentamos
nuestra gran esperanza en la victoria. Todos los pueblos, todos los mejores
intelectuales están hoy con nosotros. Al llegar a nuestra España los saludamos
con pesar, pero también con alegría por lo que esperamos,
¡Que
vean de cerca, que sientan nuestra España! Ellos han de hablarnos, y el pueblo
español, que ha respondido bravamente a la provocación fascista, que lucha por
su independencia, por la cultura, sabrá oírlos, sabrá entenderlos; los entiende
ya por el hecho solo de que vengan hoy aquí a España, con un gesto de magnífica
solidaridad.
Ellos
han de hablarnos, y la queja de nuestra tierra destrozada e invadida, la voz de
tanta sangre derramada por culpa de unos miserables, ha de hablarles a ellos
también muy íntimamente, afirmándolos más, si cabe, en su honesta y gallarda
actitud de simpatía al pueblo español, a la República española. Y si observan
luego la magnífica moral y disciplina de nuestro Ejército Popular, crecerá en
ellos la confianza en el triunfo definitivo, en nuestro triunfo, que ha de ser
el triunfo de toda la Humanidad progresiva.
Hora
de España VII
Valencia,
Julio 1937
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