Marcos Ana consiguió la libertad, tras 23 años de cárcel, el 17 de noviembre de 1961 |
Querido amigo nuestro, de Rafael y María Teresa:
Hoy sabemos lo que es el júbilo. Estamos contentos.
Has salido de los años amargos con tu juventud
intacta. Estrenas la vida. Has ingresado por la puerta grande al amor de tus
gentes: tus gentes somos nosotros, tu familia, la que sufría esperándote.
A veces ocurren estas cosas, y un hombre con sus
sufrimientos de hombre, aunque existan otros con las mismas penas, resume en él
los símbolos dispersos. Esto te ocurrió a ti. Durante estos años tu nombre ha
corrido con sus pequeñas sílabas al rojo, despertando a los que dormitaban.
Tuvo ese poder. Tus palabras rítmicas eran las voces al
unísono de muchos, la angustia de las casas sin fuego de hombre, las mujeres
sin cobija de varón, los niños llenos de preguntas sin respuesta. Nos
acostumbramos a tender la mano con dos lágrimas en la palma, rogando a todos
los que quisieran oír.
Oyeron muchos, tantos que asombró lo vivo del recuerdo
de nuestra lucha heroica, inacabada en el corazón de los mejores ciudadanos del
mundo.
Durante años, te digo, hemos tendido la mano para
detener a los que parecían tener prisa en olvidar. No, no podemos hacerlo
aunque queramos porque nuestra razón está en nuestra paciencia. Aunque
parezcamos mendigos, los españoles debemos seguir pidiendo, contando, hablando,
iluminando las cárceles oscuras para que la gente mire y vea y comprenda.
Has de saber, Marcos Ana, cómo ha habido compatriotas
tuyos vigilando siempre. Deberías conocer a las mujeres llenas de coraje para
el amor al prójimo, cómo responden cuando el sufrimiento las necesita. Hubieras
debido verlas ir de aquí para allá, repitiendo verdades simples con su mano
tendida, protegiendo de lejos vuestras noches encarceladas. Pedían y pedían luz
para vuestros ojos, justicia y todo eso a que parecen tener derecho los hombres
cuando están en libertad.
Así tu nombre pasó de boca en boca desde la
universidad hasta la pequeña reunión de vecinos. Eras para estas mujeres el
hijo que le salió poeta, tal vez el amante encadenado. España, algo olvidada en
sus contornos físicos por todos nosotros, hijos del alejamiento, resonaba por
ti otra vez. Tu voz nos permitía descubrir a las gentes una generación española
nueva. Era la generación blanca, los hijos de vencedores y vencidos que se unían. Estabas
entre ellos. Nos llegaron libros y libros de poetas. Habían puesto la mano
sobre España y temblaba.
“Pongo la mano sobre España y quema...” —dice López
Pacheco—, “Pongo la mano sobre España y tiembla...”
Tú estabas en tu patio y ellos, en el ancho patio
carcelario de fuera, temblaban y coincidían. Su voz y tu voz eran el mismo
llamamiento. Resultaba emocionante ver levantarse, paladines del futuro, a los
jóvenes poetas de España.
—Tres largos años rojos poblaron la ancha tierra de
simiente infinita...
Era nuestra simiente la que se levantaba y nos
sentimos orgullosos. Ahora estás a su lado. Sabemos qué difícil es andar la
ancha tierra de la patria cuando parece ajena, pero estás, pisas barro español,
nuestro barro, el primero de la estirpe, aquel modelado con errores, lágrimas,
sangre, fe y amor. Sabemos que tu paz interior ya no depende de ti sino de
nosotros. Nosotros que debemos seguir pidiendo por los que quedaron suplicando
la normalidad española, cosa que parece más difícil que ir a las estrellas. La
normalidad española, que quiere decir la continuidad de la historia de una
patria común, el hacer marchar el reloj, sacándolo de esa hora de la
indiferencia, el conformismo, la ocultación y la mentira donde esté, hacer que
España recobre el paso, despierte su instinto vital, se sacuda opresiones y los
españoles marchen juntos hacia objetivos nacionales y sociales e históricos que sienten ya latirles en las venas.
Ahora
que andas libre, Marcos Ana, piensa alguna vez en nosotros. Nada nos debes
porque los deberes de conciencia no adeudan y túeras nuestro deber y los demás que quedaron siguen
siéndolo.
Lo que deseamos de ti, Marcos Ana, es tu poesía. Sigue
dándonos tu voz, sigue diciendo a las gentes la tragedia de España, que
nosotros seguiremos tendiendo la mano a las gentes, deteniéndolas: ¡Eh!, ¿no
ven ustedes? Miren, en mi mano derecha están dos lágrimas que ningún viento
pudo secar. Se llaman: España.
Hasta pronto, amigo, hasta pronto. Te besamos como
besaríamos a Antonio Machado, a Federico, a Miguel...
Estamos orgullosos de ti. La limpieza de tu sangre
valiente nos regocija. Te queremos y estamos orgullosos de decírtelo.
Tus Rafael y María Teresa.
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Antes de mandarte esta carta, Marcos Ana, han llegado
las noticias que están conmoviendo al mundo. España retoma la tarea de su
libertad. Los alertas de los mineros asturianos huelguistas los oímos con todos
los poros del alma.
Ahora, los españoles tienen que tomar sobre sí la
tarea de su destino.
Nuestras palabras de unión de los españoles, de
coordinación de esfuerzos, de desapasionamientos mezquinos para apasionarnos
todos por el gran rescate de la patria se está concretando en realidades. De
nuevo vuelven las letras de su nombre: España ha de estar en los titulares de
los diarios. Lo que parecía imposible de hacer se hace. Otra vez la
majeza, la hombría, la decisión. Puedo decirte que hay asombro en los
comentarios y nosotros nos reímos y nos regocijamos, porque es la decisión de
un pueblo entero la que se va dibujando en los telegramas que llegan. No,
España no es corral de mansos. Puede que ésta no sea más que la primera etapa
del asalto decisivo a la libertad, pero ahí los tenemos, proletarios unidos,
obreros a quienes no se engaña. Ellos y los intelectuales y las mujeres y las
madres de familia y todos presienten que les han robado algo. Sí, durante estos
años les han robado la palabra decisiva, la voluntad popular expresada, la
libre disposición de destino del pueblo.
Veinticinco años son muchos para nosotros mortales,
pero pocos para una nación. Que no vengan ahora los hábiles en provocar
rencillas atemorizando a las gentes. La guerra civil española ha concluido y la
liberación de España debe ser obra de todos los españoles. No necesito decir
qué cerca estamos de todos ellos estudiantes, intelectuales,
obreros andaluces, vascos, asturianos, catalanes... Siempre causa sorpresa la
llegada de la aurora. En un prodigio al que los hombres no se han podido
acostumbrar. Desde la raya de esa incertidumbre, pero seguros de que los
rosados dedos del albatocarán el dulce rostro de España te abrazamos de
nuevo.
"Te llamo desde un muro"
© Fundación Editorial el perro y la rana, 2008
Venezuela
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