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1790. Manolita del Arco

Manolita del Arco Palacio (Bilbao, 1920 - Madrid, 20 de enero de 2006)
Fotografía: Manolita del Arco en la cárcel de Alcalá de Henares, 20 de abril de 1957


Aunque nací en Bilbao en el año 20, desde los seis años me trasladé a Madrid a vivir con unos tíos que eran propietarios de una carbonería. Estudié normalmente en el colegio y terminé los estudios justo cuando empezó la guerra. Mi tía era una mujer republicana de toda la vida. Me acuerdo que al mismo tiempo que iba al colegio también iba por las noches a una academia de artes y oficios para aprender mecanografía. Allí tenía relaciones con gentes que eran del Socorro Rojo Internacional y de una agrupación dependiente del Partido Socialista que se llamaba "Salud y Cultura". De ellos debí aprender las canciones revolucionarias de antes de la guerra, que recuerdo que se las cantaba a mi tía cuando volvía a casa por las noches. Con ellos iba también a alguna reunión, que unas veces se lo decía a mi tía y otras no, porque en aquella época las chicas no es que fuéramos tímidas, aunque yo si lo era, sino que éramos muy respetuosas con los mayores y nos parecía que si hacíamos algo que les podía ofender era mejor engañarles y no decírselo, aunque eran engaños un poco infantiles, sin importancia.

Una cosa que recuerdo muy bien es el día de la proclamación de la República. Yo vivía en la zona de Chamberí, en la calle Caracas, y la directora del colegio al que acudía, que estaba enfrente de casa, era republicana. Recuerdo perfectamente que aquel día, que debía ser laborable, porque estábamos en el colegio, como por arte de birlibirloque, al momento estaba ya la bandera republicana en el balcón. Yo todavía no había cumplido los once años. Inmediatamente, las chicas que estábamos en clase, porque aquel era un colegio de niñas, ya que entonces colegios mixtos había muy pocos, salimos a la calle y cantábamos aquello de "no se ha ido, que le hemos barrido, no se ha marchao, que le hemos echao".

Cuando yo tenía trece o catorce años, antes de la guerra, mandábamos cartas a Brasil y a Alemania para pedir la libertad de Luis Carlos Prestes y Ernesto Thaeleman. Me acuerdo que era muy pequeña y le pedía a mi tía los diez céntimos que valía el sello. Recuerdo también un día que llegaba yo de la academia a las nueve de la noche o así, y en un sitio con poca gente, delante de un convento que hay en la zona que va de Zurbarán a Caracas, un falangista estaba repartiendo octavillas con su candidatura y me dio una. Empecé a leerla y cuando me di cuenta de lo que era latiré al suelo. El falangista me dio un tortazo y llegué a casa llorando. Al verme, mi tía me recomendó que otro día no la tirara delante de él, sino que la guardara en un bolsillo y la tirara más adelante. También recuerdo cuando mataron a Galán y García Hernández, que comprábamos unas postales que decían que si se miraban fijamente y luego se miraba al cielo se veía allí su imagen. Nos parecía una cosa excepcional, aunque luego, cuando he sido mayor, he sabido que era un simple efecto óptico.


Manolita del Arco
"Comunistas. (Memorias de lucha y de clandestinidad)"










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