Telmo Bernárdez Santomé (Redondela, 11 de abril de 1886 - Pontevedra, 12 de noviembre de 1936) |
Uno de los casos más espantosos de crueldad fué el del médico de Redondela, don Telmo Bernárdez, condenado a muerte por un Consejo de Guerra y fusilado. La condena y la ejecución misma fueron lo menos cruel de este horrendo episodio.
Encarcelado
a poco de haber estallado la rebelión se hallaba pendiente de proceso en la
cárcel de Vigo cuando una noche, el 3 de septiembre exactamente, le sacaron de
su celda varios guardias de asalto, diciéndole que iban a matarle "para
abreviar". El doctor Bernárdez en manos de aquellos hombres recorrió
aquella noche un terrible "vía crucis". Le llevaron a varios lugares
de las afueras diciéndole siempre que era para acabar con él de un pistoletazo;
le llevaron incluso delante de la puerta de su propia casa y le amenazaron con
matarle allí mismo. Pero no lo hicieron ¿Por qué? ¡Quién lo sabe! ¿Quién
explicará nunca las reacciones psicológicas de aquellas bandas de asesinos que
mataban o dejaban de matar por oscuros mandatos de sus turbios instintos
criminales?
Aquellos
espantosos simulacros terminaron metiéndose los guardias con su pobre víctima
en varias tabernas en las que estuvieron emborrachándose antes de decidirse a
volver a la cárcel y dejar otra vez en su celda al prisionero.
A
pesar de aquella horrible penalidad que no figura en ningún código con la que
el reo hubiese pagado no uno sino cien crímenes que hubiese cometido, pues cada
uno de aquellos simulacros valía por una auténtica sentencia de pena de muerte,
el doctor Bernárdez tuvo que comparecer ante un Consejo de Guerra acusado de
traición - ¿traición a qué? - precisamente por los traidores al gobierno
legítimo quienes les condenaron a ser pasado por las armas.
Al
conocer la sentencia, la esposa del doctor Bernárdez, a la desesperada,
emprendió las gestiones que pudo para obtener el indulto. Aún se cometió con
aquella infeliz mujer una nueva crueldad.
Se
le hizo creer que si obtenía de determinadas personalidades que firmasen la
petición del indulto éste sería concedido sin duda alguna, pues era ya un valor
entendido entre los militares y lo que llamaríamos las fuerzas representativas
de la reacción, que si determinados personajes vigueses, esencialmente los
pertenecientes a la Patronal, firmaban una petición de indulto, era porque el
reo no debía ser considerado como realmente peligroso para la sociedad y se le
podía indultar sin riesgo.
Aquella
esposa atribulada fué llamando de puerta en puerta y personalmente fué
recabando de los enemigos del reo piedad para él. A costa de humillaciones la
pobre mujer llegó a reunir las firmas necesarias. Es decir, todas no; le
faltaba una; una, que era la decisiva para los militares...
Y
porque le faltó aquella firma, la última, la única que le quedaba por recoger,
su esposo, el doctor Bernárdez, médico de Redondela, fué fusilado. Un hijo suyo
de veintidós años fué condenado también y cumple condena en el presidio de
Pamplona. Ella y seis o siete hijos, enfermos, desvalidos, viven como apestados
en la España Nacional, esperando como una liberación a morirse de hambre y de
dolor.
Hernán
Quijano
Galicia
mártir. Episodios del terror blanco en las provincias gallegas
Ediciones
Neos, Buenos Aires, circa 1949
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