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Amós Acero Pérez
(Villaseca de la Sagra, 31 de marzo de 1893 - Madrid, 16 de mayo de 1941)
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Amós Acero Pérez, maestro, socialista, alcalde republicano de Vallecas (Madrid) fue ejecutado a las 05:30 horas de la madrugada del 16 de mayo de 1941 en las tapias del cementerio de La Almudena, tras la condena de un juicio militar sumarísimo sin posibilidad de defensa. Rechazó que le colocasen una venda para tapar sus ojos frente al pelotón de fusilamiento.
Pocas horas antes, había escrito la que sería
su última carta:
Noche del 15 de mayo de 1941
Mi esposa e hijos adorados:
Estoy viviendo las ultimas horas de mi vida y mi alma se va tras
de vuestro recuerdo para llevaros toda la grandeza de mi cariño.
He tenido mala suerte; no ha servido la limpieza de mi vida y la
nobleza de mi ejecutoria para impedirás este desenlace de dolor y de lágrimas.
Me voy del mundo con la satisfacción y el orgullo de haber
cumplido con mis deberes, sin daño ni quebranto de nadie. Sembré el bien por
doquier hasta entre mis adversarios. La vida me recompensa así. Me siento
orgullos de encontrarme superior a los demás. Sentid también vosotros este
digno orgullo mío, y que él sea el lenitivo que enjugue vuestras lágrimas y ahuyente
vuestra pena.
No me duele morir, siendo inocente. Lo doloroso seria morir
culpable.
Ya no podré pagaros con mis sacrificios y mis ternuras, la
abundancia de cuidados y abnegaciones que en mí habéis derrochado. Pero este
deber que con tal sublimidad habéis derrochado Dios y la vida os lo
recompensaran.
Dolores, hijitos; no lloréis, no sufráis. Lo irremediable no debe
haceros penar. Cuídate, no estás bien y los hijitos te necesitan ahora más que
nunca. Bésalos por mí, tanto como yo les hubiese besado; erais el cariño y la
preocupación más honda y dulce de mi vida.
Continúa su educación llevándolos siempre por la senda de la
honradez, dignidad y nobleza por la que ya caminan impulsados por la
ejemplaridad de nuestras vidas sencillas.
Solo por vosotros me cuesta tristeza abandonar la existencia y un
dolor infinito me acongoja el pensar en los días que os esperan. Pero ¡animo y
valor!. Ya vendrán para vosotros y para todos días mejores y mi nombre de
sacrificado recuperara el rango moral que me pertenece y que no habrá logrado
manchar nadie. Todo este pueblo me conoce y sabe que mi corazón solo tuvo
capacidad para el bien.
Adivino el sentimiento general que producirá mi sacrificio en ese
pueblo tan poco comprendido y mal interpretado por algunas gentes. Vaya también
para él, mi amorosa despedida.
Muero por haberle servido, no en sus violencias ni en sus
pasiones posibles, sino en sus humanas apetencias y justas necesidades. Mi
obra, mi nombre y mis sueños, ahí quedan. no ignorados ni aun entre los adversarios
que tan ligeramente han dado margen a este desenlace.
Oye, Dolores. En este instante supremo, como estimulo para morir
orgulloso de mí mismo, vienen a mi memoria todas aquellas instrucciones hijas
de mi iniciativa merced a las cuales sembré con entusiasmo entre tantos
desvalidos, el lenitivo para sus dolores, la saciedad de su hambre, la
moralidad a su conducta y el freno a sus pasiones. Esto me hace estar contento
de mí mismo en esta hora suprema de mi vida. ¿Y mis niños de las escuelas?
Trozos de corazón que fui dejando en mi camino.
Hijitos, imitadme siempre en mi conducta para con todos. Perdonad
como yo les perdono, hasta a quienes os quitan mi amparo, mi cariño y os
arrancan las más dolorosas lágrimas de vuestro vivir.
Gonzalo, estudia y trabaja, hijo mío. Por mama, por tus
hermanos, por ti. Se digno de Serafina siempre y piensa que por sus virtudes y
su abnegación yo la hubiera llamado con satisfacción, mi hija muy querida.
Amosito, quiero que estés sereno y sufras el dolor de mi muerte,
con el estoicismo prudente y digno, conque yo vivo mis últimos instantes.
Llevaos bien todos los hermanos, como hasta ahora y mimad a mama, cuya
situación actual tanto lo necesita.
Lolita, mi hijita. Se siempre digna, limpia y honesta como eres.
Estudia, lee y aprende. Así honrareis la memoria de papa y todos os seguirán
queriendo como hasta aquí.
Paquito, hermoso. Yo sé que me necesitabas como todos, para
completar vuestra formación personal y profesional pero ya que yo falte,
obedeced a mamá, y a ese puñado de nobles amigos, entre los que hallareis
consuelo, ayuda moral y dignos y saludables consejos.
Mi Aurorita, mi vida. Ya no serás como decías "la niña de mi
vejez", pero te queda mamá y los hermanitos. Apoya en ellos tu
cariño y tu ilusión.
¡Cuánto os quiero a todos! ¡Cuantos besos y ternuras me llevo en
el alma, sin poder expresarlas y enviároslas de hecho como testimonio de mi
cariño inmenso!
Tened todos en vuestra pena la dignidad y la prudencia más
exquisitas y tened la seguridad y la esperanza de que la Justicia Eterna,
velara por vosotros y por todos hoy y en el porvenir.
Conste que estoy tranquilo a pesar de que os pierdo y de que
confiado, mas en la situación serena de mi conciencia que en la justicia de los
demás, llegue a creer como me decíais en la conmutación de mi condena.
La suerte no lo ha querido. ¡Cúmplase la voluntad de lo Alto y
que Él demande a quien corresponda la responsabilidad moral de mi muerte.
Constante, hermano querido, no decaiga tu animo ni tu ilusión de
vivir. Te necesitan todos; los tuyos y los míos, que desde ahora son tuyos
también. Te instituyo heredero de mi paternidad, para guía y amparo de mis
hijos. A la hermana, ¡pobrecita! Que tenga mejor suerte que hasta
ahora vea pronto con ella a sus hijos y a su pobre marido. Yo
voy a unirme con nuestros viejos y con nuestros hermanos.
Consuela a Dolores y a mis hijos. Que no me lloren Que me
recuerden y me imiten en la conducta moral que mi vida señala
A Sotillos, Feli, Fina, Anita y familia; a la abuela Petrilla,
Maldonado. A Juliana, tus hijos, Miguel. A todos con mi despedida eterna, les
envío gratitud cariño, cuanto puedo dar en esta hora póstuma de mi vida.
¡Cuantas cosas os diría! Sois mi vida mi mayor asidero a ella. No
sufráis y sed como fui con todos, hasta con los adversarios y si algún día mis
restos pueden descansar eternamente en Vallecas, llevadme a su cementerio y así
estaré cerca de lo que tanto quiero y del pueblo en cuyo servicio rindo el
tributo de mi vida.
Adiós a todos y para siempre. En el ultimo fulgor de mi vida
corresponder al ultimo adiós a vosotros amados míos.
Os envío como ultimo testimonio de cariño, mis besos más puros
más amantes más dignos de la pasión nobilísima que vuestro recuerdo inspira a
mi corazón.
Dolores, hijitos, no se como terminar, aun no creo que estas son
mis ultimas palabras y sin embargo así es. Que la suerte os haga leve
esta pena y la vida os depare motivos de pronto y eficaz consuelo. Yo os
bendigo y os despido para siempre, queriendo dejaros en estos renglones todo lo
bueno, todo lo mas amante de mi ser, para que viva eternamente entre vosotros y
sea vuestro amparo y vuestro consuelo en los días más amargos del futuro. Y en
la aurora de paz y de justicia que ha de llegar para nuestra amada patria y
para vosotros los que sin culpa ni motivo, recogéis esta cosecha de pasiones y
este quebranto incomparable.
¡Adiós, adiós todos, alma de mi alma, millones de besos y
ternuras de este infortunado que os adora y ve acercarse el momento de morir.
Sed buenos. Hasta la eternidad
Amós
Amós Acero, una vida por Vallecas, de Castor Bóveda
Ediciones De La Torre, 2009
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