De Pablo Aguayo de Hoyos, autor de Un traje nuevo para el abuelo para Búscame en el ciclo de la vida
Sinopsis
Feliciano
es un investigador privado, aburrido de la vida, que encuentra su sentido
escudriñando en el pasado familiar. La historia de vida de su abuelo, republicano,
masón y exiliado en Méjico, duerme olvidada en el cajón del silencio. Y él se
siente llamado a despertarla.
Presentación
Esta es mi modesta
aportación a algo en lo que creo: para mirar adelante con esperanza hay que
asumir lo que se deja atrás.
España
tiene aún pendiente un elemental ejercicio de reparación y justicia de lo
ocurrido durante los 40 años del franquismo. La herencia de aquel siniestro régimen ha sido
un secuestro sistemático de la verdad y el olvido deliberado de aquellas personas
convertidas en criminales por defender la libertad.
Rechazo
tal legado, y, aunque sea a través de esta novela, reivindico la memoria contra
la impunidad del franquismo y la amnesia complaciente en la que vivimos.
Un traje nuevo para el
abuelo es una novela en la que se habla de la memoria y
del reconocimiento a la dignidad por los vencidos en la Guerra Civil:
“¿No te das cuenta? Esto es mucho más rico, es
frágil porque es singular, pero debes tener en cuenta que la memoria es amplia
y diversa. Yo he llegado a la conclusión de que no hay una única memoria del
exilio: hay 500.000. La singularidad de cada una ha dado lugar a una memoria
colectiva, que aún sigue viva. Y ésa es la gran fortaleza del exilio. Franco se
esforzó en invisibilizar a los vencidos y no podemos permitir que predominen
las mentiras y los cuentitos con los que reescribieron la historia: hay que
trasmitir esta memoria y dignificar a los exiliados. ¿No crees que tu abuelo se
lo merece?”
… Del exilio de los republicanos españoles en Méjico:
“Pues así vivieron ellos el exilio, como una gran
pérdida... ¿Sabes?, hay algo que se les quedó adentro para siempre y que no
pudieron resolver...”
… Y del largo exilio interior:
“Sobrevivir emboscados entre el miedo, el rencor y
el disimulo: eso era lo que había. Una vida amarga, sin duda”
… Con especial enfoque en el colectivo de los
masones masacrados por Franco y la Falange en los primeros días de la
contienda:
“La logia acordó disolverse tras tener noticias de
los fusilamientos sin contemplaciones que habían sufrido nuestros hermanos en Sevilla, Jerez, Antequera,
Algeciras... Por las ciudades por donde habían pasado los rebeldes había habido
una cacería de masones: todos
asesinados.”
Quiero
compartir con vosotros esta breve novela sobe las consecuencias del franquismo:
las ausencias y los vacíos que dejaron en los que se exiliaron y en los que se
quedaron; un paso más en mi aventura como escritor en la que pretendo hacer de
la literatura un ejercicio de responsabilidad y denuncia.
“Un
traje nuevo para el abuelo” es mi segundo trabajo tras la novela negra “El
crimen de Fani” (Editorial UNO, 2015).
*
Abriendo puertas
La
doctora Isabel Menta es una psicóloga reputada. Trabaja una terapia de moda:
una mezcla de gestalt con psicología holística y un puntito de prácticas
naturópatas. Y no le va mal porque en la sala de espera nunca faltan los
clientes.
Feliciano
acude durante cerca de un año a la consulta de la doctora. Allí aprende a
relativizar sus problemas, a mirarlos con perspectiva, a entender lo que es la
empatía. Dibuja docenas de arbolitos que Menta disecciona con sus gafas
emocionales y le enseña ejercicios para calmar la ansiedad y sanarle. Al cabo
de ése tiempo, Feliciano es optimista. Cree que ha madurado lo suficiente para
retomar su relación con Salma con un compromiso sincero. Le pide a la doctora
Menta que le de el alta:
- De
acuerdo. Ya no tienes que venir más por aquí, si no quieres. Veo por lo que me
cuentas, que las cosas con Salma están en una fase distinta y quizá puedan
arreglarse. -Feliciano siente elevarse
del silloncito, se le ilumina la cara de alegría. -¿Quieres una infusión? -le
ofrece Menta.
- Sí,
gracias.
La
Doctora Menta se levanta y acerca una bandeja con una jarra de agua, un
servicio de té y una cesta con varias bolsitas.
- En
cualquier caso, no te precipites... -dice la Doctora y tras servir el agua
hirviendo en las tazas añade- Yo te aconsejaría que des el paso cuando estés
completamente seguro de lo que quieres. Y antes de darte el alta, voy a
proponerte un ejercicio de meditación como despedida. ¿Te apetece?
- Sí,
me parece bien. ¿Me tumbo?
- No,
esta vez lo haremos sentado... No hay prisa, tómate la infusión tranquilo.
La doctora pone en marcha un pequeño altavoz y
comienza a oírse una melodía que evoca un lugar con altos árboles y pájaros que
parecen conversar al son de la música.
- ¿Estás preparado?
- Sí.
- Vale. Siéntate cómodamente, reposa tus manos sobre
las piernas y concéntrate en tu respiración. Cierra los ojos y visualiza cómo
tu ombligo avanza al tomar aire y cómo retrocede al soltarlo... Despacio,
respira con normalidad y obsérvala.
Menta
habla pausada, deja las palabras en el aire armoniosamente, siguiendo las
subidas y bajadas de la música hipnótica que flota en el ambiente.
- Ahora
imagina que estás en una espaciosa sala, con techos altos y unos grandes
ventanales desde los que se ven plantas afuera. Sales al exterior, hay muchas
plantas y árboles... No alcanzas a ver sus copas, son altos, magníficos. Paseas
y encuentras una regadera. Está llena pero no te pesa. Te entretienes en echar
agua a cada planta que encuentras.
(…)
- Hay
una planta que te atrae especialmente. Te acercas a ella y te sientes bien
contemplándola. Te acomodas junto a ella: estás relajado y notas que de la
planta emana una luz... Es una luz brillante que entra en ti, te traspasa y te
llena poco a poco. Te hace sentir cada vez mejor... En paz contigo mismo y con
los demás... Conectado. Respira profundamente y quédate en ése bienestar unos
minutos.
Feliciano
acaba por abandonarse y se deja llevar por los sonidos de la jungla imaginada.
Al cabo, la música calla y Menta rompe el silencio con su cálida voz:
- ¿Qué
tal, cómo estás?
-
Bien... Muy bien.
- ¿Qué
has visto en la meditación? Cuéntame...
- He
imaginado que estaba en una casa que me resultaba familiar, me sentía
pequeño... Creo que me recuerda al chalé de mi abuela, sí. Había una galería
con grandes ventanales y mucha luz, pero había algo que me impedía ver el
exterior: una especie de muro, me parece. Luego estaba en un porche y he visto
un jardín o un lugar parecido. Estaba todo lleno de plantas y macetas. Había un
cerezo precioso...
- ¿Y
qué planta has elegido?
- Una
glicinia o algo así. Estaba emparrada y llena de racimos en flor colgando. Me
he metido debajo y he sentido el calor de los rayos del Sol a través de sus
flores violetas.
- Es
curioso... Dices que has visto un muro delante de las ventanas, ¿no? Eso puede
ser una pista de algo que te bloquea, que te impide ver más allá... Por otro
lado, dices que has visto flores moradas; ése color se relaciona con la
sanación y algo más: con un mensaje.
- ¿Un
mensaje?
- Sí,
puede ser algo que portas tú y que lo está esperando alguien.
Feliciano,
incrédulo, sigue las interpretaciones de Menta. Las encuentra muy vagas pero no
fuera de lugar.
- Dices
que has visto el chalé de tu abuela... ¿Recuerdas alguna mala experiencia en
ésa casa?
Feliciano
piensa un instante y responde:
- No
tengo buenas vibraciones con su recuerdo, pero no veo nada en especial que me
provoque rechazo.
- Luego
está lo de la planta. La glicinia, la sanación. Quizá nos indique que en esa
casa se necesite una limpieza... Quizá algún suceso relacionado con la casa que
no esté resuelto. No sé, ¿le ves algún sentido?
-
Puede, creo que algo sucedió en mi familia materna pero no he sido nunca capaz
de enterarme qué pasó.
- Y
luego está lo del color violeta: el mensaje. Y el bloqueo... Feliciano, -Menta
hace una pausa meditada y juntando las yemas de los dedos desde el fondo de su
butaca, le dice:- te propongo que indagues en los recuerdos acerca de ése lugar
y que abras las puertas o derribes los muros que has visto allí.
- Me vas
a perdonar Isabel, pero es que a mí eso de abrir puertas... Me parece un tanto
abstracto, no sé...
- De
acuerdo -la doctora deja de tocarse las puntas de los dedos, se incorpora en su
butaca y mira fijamente a su paciente-. Voy a ser concreta y creo que esta
tarea es fácil para ti. Te invito a que hagas un viaje a la memoria de tu
familia.
- ¿Un
viaje dices?
- Sí,
pero simbólico, hombre. No creo que necesites ninguna maleta... Tienes que
encontrar tus raíces. ¿Y cómo? Pues documéntate sobre tu familia: tus padres,
tus tíos, tus abuelos... Y trata de encontrar si hay algún secreto familiar.
Eso sabes hacerlo de sobra, ¿verdad?
-Bueno,
sí. No creo que eso sea problema, aunque la familia, no sé... Ha pasado mucho
tiempo...
- El
tiempo no lo cura todo, Feliciano. Sólo lo tapa. Quizá tú eres un mensajero y
tu destino está ligado a ése mensaje que debes entregar a alguien para sanarlo
o para sanarte a ti mismo.
Feliciano
percibe ahora por completo el sentido de una de las frases que Menta tiene
enmarcadas en su consulta y que no acababa de saber qué pintaban allá:
“Lo que se calla en la primera generación,
la segunda lo lleva en el cuerpo.”
Pablo Aguayo de Hoyos
Un traje nuevo para el abuelo - Capítulo 3, fragmento.
Editorial UNO, Junio 2016.
141 pags.
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