Francisco Martínez-López, "El Quico" |
Ese pasado que no tiene que caer en el olvido
Carta
abierta de un comunista a la dirección de su partido
Francisco
Martínez-López 'El Quico'
Miembro
activo del Partido Comunista de España desde 1944, he sido primero activista
desde mis once años en los servicios de información republicana y enlace del
movimiento de la Federación de Guerrillas de León Galicia. He luchado como
guerrillero en la segunda agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia León
desde 1947 hasta 1952, fecha en la que pasé al exilio en Francia . Secretario
general del PCE en Francia de 1977 a 1990, miembro del Comité Central de 1983 a
1991: fiel a mis principios comunistas nunca he cesado, desde entonces, de
militar en mi agrupación, en Francia y otra vez en España. Por todas estas
razones me siento hoy con la autoridad política y moral para pedir a mi partido
-el PCE- que reconozca públicamente los repugnantes métodos que utilizó durante
los años de la guerrilla antifranquista y que rehabilite a quienes los
padecieron y particularmente a las víctimas de las ejecuciones sumarias
impuestas por la dirección del partido.
¿Cuánto
tiempo tendremos que esperar aún para que lo haga?
En
2009, Víctor García Fernández, un hombre de 63 años, descubre que su padre,
Víctor García García El Brasileño -a quien consideraba, hasta esas fechas, una
víctima de la represión franquista- había sido asesinado cerca de Lalín en
enero de 1948 obedeciendo las órdenes del Comité Central del PCE, dirigido en
aquel momento por Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo. El cuerpo de El
Brasileño fue arrojado al exterior del cementerio perteneciente a la Parroquia
de Moalde en Silleda, no lejos de Pontevedra. Ahí es donde lo descubrió su
hijo.
Pocos
meses después escribe una carta a los miembros del Comité Central a través de
Felipe Alcaraz, presidente del PCE, para pedirles que le informen, de forma
oficial, ya que ellos tienen acceso a todos los archivos del PCE, “sobre los
cargos que le imputaron” en aquel entonces desde la dirección del PCE a su
padre y que les movieron a “tomar tan drástica solución”, según las palabras
del mismo Víctor [1].
En
el día de hoy, queda aún sin respuesta esa carta de Víctor García Fernández.
El
Brasileño dedicó su vida a luchar por la emancipación y la libertad de los
trabajadores: primero en Brasil, después en España cuando la Revolución de
octubre de 1934 en Asturias, durante la guerra civil y en la guerrilla del
Noroeste de España de 1942 a 1948. En ésta última etapa organizó junto con los
resistentes de Orense, y en contacto con los servicios secretos ingleses, una
línea de evasión para los aliados a través de España en dirección a Portugal;
reorganizó también el PCE y las actividades antifranquistas en la zona
fronteriza luso-galaica. En aquel momento, desde Francia, la dirección del PCE
envía a sus ejecutores para desacreditarlo políticamente, intentando manchar su
imagen delante de sus compañeros. Hasta que finalmente lo asesinan.
En
enero de 1948, un comisario político escribe en su informe al CC “¡Ya lo hemos
cazado, este perro!” Los documentos conservados en el Archivo Histórico del PCE
dan cuenta de esa verdadera caza al hombre .
Con
esta carta abierta quiero expresar todo mi cariño y reconocimiento hacia su
hijo, Víctor García Fernández, y toda mi solidaridad con su combate para la
rehabilitación de su padre. El asesinato de Víctor García García El Brasileño
simboliza el de todos esos resistentes -fuesen o no comunistas- que durante los
años de la dictadura cayeron no bajo las balas de los fascistas sino bajo las
balas de los que ellos consideraban como sus compañeros y -en el caso de los
guerrilleros comunistas- bajo las balas de miembros de ese partido en el cual
habían puesto toda su confianza y todas sus esperanzas.
Estos
asesinatos fueron cometidos en un contexto de depuración política. Al finalizar
la segunda guerra mundial, los miembros de la dirección oficial del PCE
-Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri, Enrique Líster, Vicente Uribe-, que se
habían refugiado en la URSS o en América Latina después del pacto germano
soviético de 1939, deciden volver a Europa para hacerse con las riendas del
poder en el seno de la organización. Jesús Monzón que dirigía en aquel entonces
el partido es destituido.
Entre
1944 y 1948, las purgas con acusaciones falsas se multiplican con el fin de
sustituir a los hombres y a las mujeres que habían quedado en España para
luchar contra la dictadura. Algunos, como Víctor García García El Brasileño ,
son acusados de monzonismo. Las campañas de desprestigio se desatan en las
publicaciones clandestinas de la nueva dirección del PCE para apartar a esos
antiguos cuadros de sus bases militantes. En 1948, la persecución se
intensifica en varias zonas de resistencia, hasta conseguir la eliminación
física de quienes -según dice la nueva dirección del PCE- “estorban”. Así, son
asesinados Gabriel Trilla, Teófilo Fernández y otros camaradas que formarían
una lista que para citarla aquí resulta desgraciadamente demasiado larga.
En
la guerrilla combatí con el grupo de Manuel Girón. Con mis compañeros de la
Segunda Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia León nos enfrentamos a
los miembros del aparato que la dirección del PCE en Francia había enviado a
España para “enderezarnos”, según consta en los informes del PCE [2]. Es decir,
se trataba de imponernos, con la máxima violencia, una cultura militarista
totalmente contraria a la cultura de resistencia que nos unía, desde 1936, a
los campesinos, a los mineros, vecinos, familiares y amigos que formaban la red
de apoyo de nuestro movimiento de guerrillas.
Hemos
comprobado cómo esa estrategia de depuración intentaba controlar nuestras redes
de resistencia. Y, sobre todo, vimos cómo mataron a algunos de nuestros
compañeros guerrilleros, que habían luchado toda su vida defendiendo la noble
causa de una España libre. Así fueron, por poner algunos ejemplos, los casos de
Miguel Cardeñas y Ceferino Álvarez Bailarín, comunistas asesinados, el primero
en septiembre de 1949 en Sotadeiro (Orense), y el segundo quince días más
tarde, en una marcha con Saúl Mayo y Emilio Villarino, dos mandatarios del
aparato representado por Manuel Soto Coronel Benito, enviado desde París para
usurpar la dirección del Ejército Guerrillero de Galicia León.
Las
sospechas sobre esas muertes crecían al ver cómo se acumulaban tantas caídas de
nuestros compañeros, y en circunstancias que nos resultaban muy difíciles de
aclarar y aún menos de entender. Por ejemplo: la caída en Chavaga (Lugo) de
seis compañeros entre los cuales se contaban los responsables de la Segunda
Agrupación del Ejército Guerrillero de León Galicia: Evaristo Fernández Roces,
Guillermo Morán, Gregorio Colmenero Porreto, Julián Albarca Guardiña, María
Casanova y Ramón Casanava, dueños de la casa donde se produjo el combate.
Comprendimos
entonces que nosotros -los que formábamos la guerrilla de Manuel Girón-
estábamos también en la lista de los que “estorbaban” y cuya cultura de
resistencia autóctona, fuente de su anclaje social, había que eliminar. Por
eso, decidimos cortar con esos nuevos jefes del Ejército guerrillero y
refugiarnos en zonas de apoyo que ellos desconocían.
Después
de la muerte de Manuel Girón, algunos de nosotros pudimos exiliarnos a Francia.
Hemos pedido, en enero de 1952, en un encuentro con los responsables del PCE en
París, que nos informasen sobre quienes en las filas del Ejército guerrillero
de Galicia León pretendían actuar en nombre del PCE. ¿Qué vínculos tenían con
la dirección del partido los hombres que habían perpetrado aquellos asesinatos?
¿Cuáles eran las razones de tantas caídas enigmáticas en la guerrilla a partir
de su llegada en 1946 hasta 1950? Nuestras preguntas quedaron sin respuestas.
Aún estoy esperando.
64
años han pasado desde aquel encuentro parisino. 64 años no es nada. Años de
lucha en el exilio, años de esperanzas.
64
años que no borraron tampoco en mí el recuerdo doloroso de los que cayeron bajo
otras balas que las del enemigo franquista.
64
años buscando a tientas en un laberinto de mentiras y de ocultación, dentro de
mi propio partido, las razones de su destino trágico.
64
años esperando que mi partido condene esas ejecuciones inaceptables,
absolutamente injustas, contrarias en su totalidad a los valores que pretende
defender, que dañaron la dignidad de tantos compañeros y compañeras que dieron
su vida en su lucha contra la dictadura franquista, que dañaron también la
dignidad de quienes sobrevivimos intentando mantener esa ética democrática que
nunca abandonamos a lo largo de nuestra vida.
Durante
mucho tiempo he callado públicamente porque las sospechas no son pruebas. Ahora
las pruebas existen. También he guardado silencio pensando que, en aquel
momento, la lucha contra la dictadura era la prioridad absoluta y porque en
aquel contexto me preocupaba el riesgo de que mis declaraciones pudieran ser
instrumentalizadas para debilitar esa lucha.
He
denunciado públicamente las depuraciones de compañeros de las cuales fui
testigo en la guerrilla en el testimonio que he publicado en el año 2000 bajo
el título Guerrillero contra Franco [3] . Estoy esperando que lo haga también
el PCE, mi partido de siempre.
Y
que no me digan ahora que silenciar esos asesinatos de antifranquistas
perpetrados por miembros de mi partido es necesario para poder denunciar las
masacres en masa de la dictadura. Que no me vengan ahora con el argumento
eterno de que sería “hacer el juego al enemigo”. Si no lo hacemos nosotros, con
un necesario ejercicio de autocrítica que se ha retrasado tal vez demasiado en
el tiempo, serán los herederos del franquismo y todos los que intentan
establecer una equidistancia entre el fascismo del golpe de Estado y la defensa
de la II República quienes impongan su interesada versión de los
acontecimientos con el sólo intento de desacreditar nuestra lucha y nuestro
compromiso con la libertad y la democracia.
Desde
hace varios años he escrito tres cartas al actual secretario general del PCE,
José Luis Centella, para pedirle no sólo información sobre los cargos que se le
imputaron desde la dirección del PCE a Víctor García García El Brasileño sino
también para exigir que desde las filas del PCE se denunciara su asesinato y se
organizara un homenaje para dignificarlo. He multiplicado las llamadas
telefónicas. Y sigo en espera, sin ninguna respuesta. ¿Se repite lo que me pasó
en Paris en 1952? ¿Me enfrento, una vez más, al silencio y al desprecio igual
que en aquel remoto encuentro parisino de mi exilio?
64
años han pasado, 64 años no es nada. ¿Acaso esos 64 años en verdad no cambiaron
nada?
¿Qué
motivos explican hoy, en el año 2016, ese silencio? ¿Se siguen ocultando la
responsabilidad y las motivaciones del PCE en esas liquidaciones de compañeros
resistentes que eran comunistas? ¿Cómo nuestra defensa de la memoria histórica
de la lucha contra la dictadura podría ser creíble si no hacemos en nuestras
propias filas y con transparencia ese trabajo auténtico de memoria?
Con
las armas, fui un guerrillero contra Franco. Desde hace treinta años, con la
palabra tuve que ser un guerrillero de la memoria democrática. Con las
compañeras y los compañeros de las guerrillas de todas las regiones de España,
en la asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE), hemos multiplicado encuentros,
debates, entrevistas, libros, combates políticos para transmitir aquella
experiencia de resistencia armada al franquismo.
¿Qué
sentido tendría ese “trabajo de memoria” que es el nuestro y que pretende hacer
el PCE si a su vez sepultara la memoria de Víctor García García El Brasileño,
la de Miguel Cardeñas, la de Bailarín , la de los hermanos Díaz (guerrilleros
de la Cuarta Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia León, asesinados en
la Coruña), la de Francisco Corredor Serrano El Gafas, la de Francisco Blas
Aguado Pedro , la de Juan Ramón Delicado González, asesinados en Levante y la
de tantos otros resistentes ejecutados por haber intentado resistir a la
imposición dictatorial de un modelo de organización totalitaria [4]?
Tengo
noventa y un años y mi conciencia de comunista me impone hoy día otra batalla:
conseguir que los que pretenden gestionar el legado de la memoria comunista
respondan por primera vez a las preguntas de Víctor -el hijo de Víctor García
García El Brasileño-, a las de Iván -hijo de Juan Ramón Delicado González- y a
las tantos otros que no pudieron recibir la ternura y la digna herencia de sus
padres. Y a las de ese joven guerrillero que fui yo, salvado de la muerte por
los pelos, que llegó a París en 1952 y empezó a preguntar, ya entonces, por qué
Miguel Cardeñas y los demás compañeros guerrilleros habían caído bajo las balas
de comisarios políticos de su partido, el PCE.
[1]
Sobre la encuesta de su hijo, ver: el artículo en el Faro de Vigo del 22 de
marzo de 2009 http://www.farodevigo.es/portada
deza-tabeiros-montes/2009/03/22/buen-nombre-padre/308637.html y su blog: Víctor
García G. Estallino El Brasileño-blocs tinet.cat/t/ que describe su búsqueda de
la verdad sobre el asesinato de su padre.
[2]
Ver AHPCE, sección Nacionalidades y regiones, subsección Galicia León, informe
de Galicia de principios de marzo de 1948. jacq 520-525.
[3]
Martínez López Francisco, « El Quico» Guérillero contre Franco. La guérilla
antifranquiste du León 1936-1951. Paris, Editions Syllepse, décembre 2000, 175
p ; Guerrilleiro contra Franco, Vigo, A Nosa Terra, 2006; Guerrillero contra
Franco. Guerrillero contra el olvido, La guerrilla antifranquista de León
Galicia (1937–1952), La memoria cautiva de la guerrilla (1952–2011), Madrid,
Latorre Literaria, 2011.
[4]
Vease Josep Sanchez Cervelló Maquis, El puňo que golpeo al franquismo,
Barcelona, Flor del Viento ediciones, 2003.
Su coherente actitud le honra. Testimonios como este de Francisco son los que propician que, algún día, pueda por fin salir este país de su atronador silencio.
ResponderEliminarSalud!
Así es Loam. Quico no sólo es la memoria viva de la resistencia antifranquista, es un ejemplo a seguir. Esta semana espero tener una cita con él para darle el abrazo que se merece.
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