Coralia Fandiño Ricart (Santiago, 24 de agosto de 1914 - A Coruña, 30 de enero de 1893) Maruxa Fandiño Ricart ( Santiago, 4 de enero de 1898 - 13 de mayo de 1980) |
Coralia y Maruxa Fandiño Ricart, no siempre fueron las extravagantes mujeres que durante los años sesenta salían a pasear a las dos de la tarde por Santiago, piropeando y flirteando con los estudiantes. Bajo sus atuendos y maquillajes se escondía un drama humano.
Hijas de un zapatero y ambas modistas, pertenecían a una familia obrera de once hijos a la que atacó duramente la represión franquista. Tres de sus hermanos, fueron destacados miembros de la C.N.T. Antonio y Manuel fueron encarcelados y Alfonso permaneció huído. Antonio consiguió la libertad en los años cincuenta, pero falleció poco después a causa de las palizas recibidas en prisión.
Los franquistas las humillaron y acosaron repetidamente para
descubrir el paradero de sus hermanos. Registraban su casa a altas horas de la
madrugada, las dejaban desnudas en la calle y las maltrataban. Esa fue la vida
de las hermanas durante muchos años.
As
Marías en punto
Para que delataran os irmáns perseguidos
espíanas
na rúa.
Daquela
viña a lúa
chamando
pola brétema
para
que a carne núa
fose
estatua mollada.
Non
houbo tregua
nesas
noites de infamia
e aquela pel pedía ser tapada
para borrar tan prolongada aldraxe.
E
a roupa rechamante
cubriu
esas estatuas laceradas
das
Marías en Punto
cando
ían ao paseo.
Cada
cor, cada onda, cada floco
das
coloridas roupas como bálsamo
curaban
esas dores sepultadas
debaixo
das súas toscas maquillaxes.
Aos
dous xardíns amenos de loucura
foron
paxaros nosos a abeirarse
soltando
naquel voo as alas presas
polo
invicto adival do ditador.
*
Para que delataran a los hermanos perseguidos
las desnudaban en la calle.
Entonces, venía la luna
llamando a la niebla
para que la carne desnuda
fuese estatua mojada.
No hubo tregua
en esas noches de infamia
y aquella piel pedía ser tapada
para borrar tan prolongada humillación.
Y la ropa llamativa
cubrió esas estatuas laceradas
de las Marías en punto
cuando iban al paseo.
Cada color, cada onda, cada fleco
de las coloridas ropas como bálsamo
curaban esos dolores sepultados
debajo de sus toscos maquillajes.
A los dos jardines amenos de locura
fueron pájaros nuestros a refugiarse
soltando en aquel vuelo las alas presas
por la invicta soga del dictador.
Helena Villar
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