Carmen Conde Abellán (Cartagena, 15 de agosto de 1907 - Madrid, 8 de enero de 1996) |
Es mía y no mía la muerte.
Es la muerte de los
que nacieron conmigo
y cansados de ver
morir o de matar,
van muriéndose en
cuerpos que se resisten
a dejar de ser vivos.
La muerte va dentro,
sin espasmos funerales,
grandiosa a fuerza de
copiosidad.
Se fue quedando la
risa triste
en su fanales de
labios…
El bosque de los que
no resistieron morir,
pulula en torno mío.
¡Es un bosque que
canta en cien leguas
sus salmos de
eternidad!
Me he dormido en el umbral de
la luz y no hallo
más sombra que mi adhesión a la
Sombra.
¡Nadie puede levantar a los
muertos!
¡Con tal velocidad se deshacen!
Un muerto es un charco muy
pronto:
un pequeño y odioso charco
oscuro,
que no recuerda a nada vivo…
No se comprende, viéndole,
que los pies hayan sido otra
cosa
que hueso con líquido miserable
escondido,
capaz de llevar a los otros
charcos a lugares
donde la oquedad del cráneo se
llenara
de lúgubres resonancias.
¿Qué vino reconocería su
siembra
en el vino mefítico que es un
muerto
hecho este charco de ausencias?
Carmen Conde
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