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2467. Presencia de Miguel




Nadie,
–ni antes ni después de ti–
Supo, sabe
Pronunciar mi nombre.

Hacías una creación de la palabra,
Del tono, del sonido, del acento.
Voz nueva, distinta.
Con rumor de campos.
Alzada en solitaria espiga.
Crecida en anchas claridades.
Levantada en blancura de nubes y rebaños.
Despierta en ecos jamás aparecidos.
Tú, asombrado al oirte.
Sorprendida yo.
Alado allazgo.
Emicionado palpitante vuelo,
con hondura de verso.
De cielo las alturas.
¿En dónde hallaste el ¡María!
rotundo, sonoro,
a un tiempo débil, fuerte,
limpiamente nacido
en traslúcido aliento?
¿De donde los tactos de sus sílabas?

A tus llamadas me encontré. 
Sin moverme acudía.

Entonces de mí supe
la belleza de las cálidas letras.
Que me envuelven y acompañan.
Entonces vinieron a mi mundo
sueños, ilusiones, esperanzas.
Entonces nacía "El rayo que no cesa".
Y mis pequeños poemas, tristes, asustados.
Entonces…
Te recuerdo en mi nombre
-aprendido de ti-
Que conmigo inseparable, llevo.
Inconsumible, ingrávido.
Sin muerte y sin dolor.


María Cegarra
Tránsito, Murcia, 1979









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