Víctimas del bombardeo al Liceo escolar de Lleida, 2 de noviembre de 1937. Fotografía: Agustí Centelles |
Como un turbión de alondras bajo la
tarde fría,
la peonza en los bolsillos y la risa
locuela,
—canicas de cristal— los niños de la
escuela
se asoman para ver la geometría
de los aviones negios, que atraviesan
el día.
—¡Un avión! ¡Otro avión! —gritan altas las manos—.
Ellos piensan que vienen de la
juguetería
de Dios y que los reyes
peregrinos
dejaron el bazair sin aeroplanos.
—¡Ya se van, ya se van! ¿No sabrán los caminos?
¿Se perderán entre la azul
maraña?
¡Y levantan sus manos de arcángeles de
España!
Gritan las madres, el maestro
grita,
la abuela, en el portal, se
desgañita,
la sirena en el aire su angustia
desmelena.
Pero es en vano: —¡ Tontos, no es más
que la sirena!—
¿Quien aquieta a los pájaros y a los
niños? Estalla
la primer bomba, astilla los
hogares de enfrente la metralla.
Se acurrucan los niños. Muere en cada mejilla
una rosa temprana y en las caras de
espanto,
rueda la voz y se amotina el llanto.
—¡Una columna de humo!— Quedan
quietas las alas
de las manos.— ¿Es lluvia?— Y el
maestro:—Son balas.
¡Otra bomba, otra bomba! Ya no gritan:
—¡Aviones
que nos mandan los reyes! —No los
juzgan balones
que se tiran a campo, como hace
unos minutos
La ciudad se estremece, sollozando en
sus lutos.
De pronto, se abre el techo, el
cimiento rebota.
La escuela queda ensagrentada y
rota.
—iMadre! ¡Madre!— los niños claman
despedazados.
¡Honor, honor, honor, a los
"nuevos cruzados"
de la "España Imperial", de
la espuela y la bota!
La tierra va bebiendo la sangre gota a gota,
como cerezas frescas. Los pájaros
germanos,
los buitres italianos,
pasan en cruz ametrallando el
viento,
tumban niños y espigas a mansalva
y queda la ciudad sin
pensamiento.
¡Y aun hay hijos de loba de la
hispánica tierra,
que les dicen señores, caballeros del
alba
y que agreguen, con gesto de
cinismo:—Es la guerra—
¡En el nombre de España, buena presa
habéis hecho!
¡"Caballeros del aire",
nuevas cruces al pecho!
¡Ay los niños de Lérida, tumbados como espigas,
serán eternamente "columnas
enemigas"!
¡Hambre de Europa! ¡Universal
canalla!
¡Sobre Berlín, sobre Berlín un
día
caerá la metralla que hoy arrojáis
sobre la patria mía!
¡Y la Italia traidora
sabrá también lo que es cortar la
mano
de un niño y retornar al Vaticano
con su oración y su
ametralladora!
¡Ay, los niños de Lérida, tumbados como
espigas
serán eternamente "columna
enemiga"!
Alfonso Camín
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