Hace un año que Madrid sufre por la perfidia de malos españoles, auxiliados por bárbaros cabileños y por los todavía más bárbaros totalitarios del fascio italiano y del nazismo alemán, además podemos decir, modificando ligeramente y adicionando con unas pocas frases, el celebérrimo parte del alcalde de Móstoles al conocer los fusilamientos de madrileños que ordenó Murat en represalia del Dos de Mayo: "Madrid perece víctima de la perfidia francesa: Españoles corred a salvarlo", excitación imperativa subsistente y que ha oído el Socorro Rojo Internacional al pedir que se conmemore el aniversario enviando a la villa mártir ropas y víveres, abrigo y subsistencia.
Madrid ha menester esa índole de auxilio, porque horroriza pensar en lo que sufrirá este invierno, sin un cristal en los balcones y ventanas, sin carbón, sin leña, casi sin árboles de los que hacerla, ni muebles aptos para ser convertidos en astillas. Y este frío imposible de contrarrestar con abrigos y calefacción aumentará con la desnutrición de los que apenas si comen para otra cosa que para distraer el hambre. El frío hace tiritar y tiritando no se muestra valor a los ojos del que mira, y el hambre, en vez de impulsar, acoquina, apaga el entusiasmo, abate el brío, que como dicen refranes chabacanos y exactos: "Tripas llevan piernas" y "de la panza sale la danza".
Antes del noviembre del año 36 viene Madrid luchando heroicamente contra cuantos pretendían dominarlo, ya concentrándose en el Cuartel de la Montaña, ya bajando sobre él desde la Sierra, como aludes humanos, como lobos hambrientos. Madrid supo defenderse y al salvarse salvó a la España republicana. Y antes de que saliéramos del asombro causado por la maravillosa resistencia en la Sierra de Guadarrama, surge la epopeya de noviembre.
El enemigo, engañado por la traslación del Gobierno a Valencia, trata de engañar a los madrileños haciéndoles creer en lo que su vileza inventaba o tenía por cierto; pero la población de Madrid, que luchó, hace más de un siglo, abandonada por la familia real y los Consejos, lucha ahora que el Gobierno no la abandonó sino que estratégicamente cambió de lugar, con ánimo entero y fe en la justicia de su causa y en la fortaleza de su brazo; lucha y arroja a las avanzadas enemigas de los sitios a que llegaron y contiene en la Ciudad Universitaria, Casa de Campo, barrio de Usera y Carreteras de Extremadura y Andalucía, a los que se parapetaron en esas y en otras cercanías de Madrid.
Durante este año sublime y trágico, Madrid no sólo contiene al enemigo sino que logra rechazarlo por algunos sitios. Derrota a los alemanes en su avance por Aravaca y vence a los italianos en Trijueque y Brihuega. Evita por Arganda que los extranjeros—lo son también los nacidos en España, que se valen, para combatir a sus compatriotas, de italianos, alemanes y marroquíes—corten la comunicación con Levante, aspiración del enemigo para coger por el estómago a Madrid y dominarlo.
Se llegó a la Granja y a las cercanías de Segovia por la Sierra, a Sigüenza por la provincia de Guadalajara, a Carabanchel por la orilla derecha del Manzanares y a las cercanías de Seseña en el camino de Aranjuez. Se han recuperado varios pueblos, se reconquistó Brúñete y en los barrios míseros de las cercanías de Madrid, como el de Usera, se pelea en las casuchas y se disputa palmo a palmo el terreno.
Admiro a Madrid, me conmueve Madrid. ¿Cómo no admirarle? Sin perder su característica alegría, resiste a un enemigo poderoso, y sin que decaiga su confianza en la justicia republicana antifascista y en su espíritu de sacrificio y en su ánimo valeroso, combate para vencer y aún más que para obtener la victoria, para enterrar al fascismo, no diremos, apelando a una frase hecha, que entre sus muros, porque Madrid es una población abierta, sí podemos decir que en sus muladares y escombreras. ¿Y qué ánimo, por ajeno que sea a Madrid, al que yo amo como hijo, puede librarse de la conmoción causada por las cuitas, por los sinsabores, por los sufrimientos de la villa tan admirable por su heroísmo cuan por la estoica conformidad y abnegación sublime ante el hambre, el frío y el tremendo cañoneo ya de las baterías enemigas, ya de los aviones negros y carniceros como cuervos? Repercuten en el corazón los estampidos de las bombas y los ayes que se cree percibir de los heridos. Apena el saber de las casas agujereadas, como mutiladas o hundidas cual muertas. Y horroriza conocer la destrucción de barriadas como Rosales, Arguelles, la calle de Blasco Ibáñez...
¡Oh! Madrid, Madrid más heroico que el Dos de Mayo, que el 7 de julio, que en las jornadas de 1854 y que en las barricadas del 22 de junio de 1866 y como nunca mártir; ni en los motines por el pan durante los hechizos de Carlos II ni en las andanzas del año del hambre, cuando la vulgarmente llamada francesada sufrió un martirio semejante.
Hay, como dicen las mujeres de exaltada solidaridad, que quitarse el pan de la boca, para dárselo a los mártires de Madrid a quienes ni el hambre logra abatir.
Roberto Castrovido
Facetas de la actualidad española, núm. 9, La Habana, enero 1938
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