María Torres / 10 noviembre 2018
Entre el 9 y el 30 de noviembre Amnistía Internacional Vigo y Amigos
y Amigas de Dionisia López Amado rendirán homenaje a Dionisia López
Amado en Vigo, cuando se cumplen diez años de su fallecimiento, con una
exposición fotográfica en la microgalería Quadro, un ciclo de conferencias y la
colocación de dos placas en su recuerdo en Cangas y Moaña.
Dionisia López Amado, «la gallega de zona norte», «Nisa», nació en Cedeira (A Coruña) en
febrero de 1928. Con 24 años contrae matrimonio y en 1952 junto a su
marido y su hijo Antonio que contaba cinco meses, cruza el Atlántico camino de
Argentina en busca de una vida mejor, e intentad dejar atrás las huellas
de dura posguerra en Galicia, y la represión franquista ejecutada contra su
familia y sus vecinos.
En 1976 se convierte en madre de un desaparecido de la
dictadura militar argentina. Su hijo Antonio Adolfo Díaz López,
fotógrafo, fue secuestrado en su domicilio junto a su esposa Stella Maris
Riganti, enfermera, la noche del 15 de mayo de 1976. Ambos militaban en
el Partido Revolucionario de los Trabajadores.
«La última vez que vieron a mi hijo con vida fue entrando por la puerta
número 4 en las instalaciones militares de Campo de Mayo [uno de los mayores
centros clandestinos de detención y exterminio de la dictadura]»
(…) «Me quedé sin voz la primera vez que
visité las instalaciones, sólo de pensar que allí habían asesinado a mi hijo.»
Dionisia, luchadora incansable por los derechos
humanos, fue una de las primeras madres de la Plaza de Mayo, asociación que
nació el 30 de abril de 1977 por iniciativa de las madres de los desaparecidos
y detenidos. Fundadora de la Comisión
de Familiares de Desaparecidos Españoles también fue presidenta
de la Comisión por la Memoria, la Verdad
y la Justicia de Zona Norte, una plataforma de reivindicación histórica del
Distrito de Tigre, localidad
bonaerense donde residía.
«Me convertí en una de las primeras Madres de Plaza de Mayo con mi pañuelo
blanco y mi dolor a cuestas.»
Con su dolor a cuestas, dedicó toda su vida a tratar
de averiguar el destino de su hijo y su nuera. Siempre tuvo esperanza,
siempre quiso tener esperanza, siempre quiso vivir con esperanza, a pesar de
que era consciente de lo difícil que resulta vivir con tanta muerte encima, con
la angustia de la búsqueda, la desesperación, el horror de saber que es el
propio Estado quien te arrebata lo que más quieres. Durante centenares de
jueves paseó su desolación, su reivindicación de la Verdad y su deseo de
Justicia por la Plaza de Mayo junto a otras madres que conmovieron al mundo.
Madres de los 30.000 secuestrados, torturados, asesinados y
desaparecidos a manos de la dictadura argentina, de
los que cerca de trescientos eran gallegos.
Se pasó más de treinta años batallando por la memoria
de su hijo y su lucha se convirtió no sólo en una lucha personal, también en
lucha colectiva por la Memoria y contra la impunidad.
Nunca pudo elaborar su duelo, ni tan siquiera cuando
llegó el momento en que se tambaleaba la esperanza.
«Cando chega o 24 de marzo cámbiame a saúde. Vólvome moito máis sensible
cando recordo ao meu fillo, do que xa hai moito tempo que non teño esperanza de
atopar vivo. Non creo que haxa nada semellante a que che desapareza un ser
querido. Porque cando non o podes enterrar, porque non o viches morto, como
elaboras un duelo?»
Un día del verano de 1997 retornó a Galicia, buscando ayuda.
Eran los tiempos de la Causa abierta ante el tribunal número 5 de la Audiencia
Nacional.
En 2007 la Asociación de Gallegas en
la Emigración Herbas de Prata le otorgó el premio Rosalía, por su ejemplo
de lucha y dignidad,
Falleció a los 80 años en Buenos Aires el 28 de
noviembre de 2008, con la vida «hecha y desecha», sin saber que fue de su hijo Antonio y su nuera Stella, sin odio en su
corazón y sin la Justicia que tanto reclamó, pero dejándonos un legado que estamos obligados a mantener.
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