Conferencia impartida en Vigo el 22 de noviembre de 2018, dentro de las Jornadas de homenaje a Dionisia López Amado, madre de Plaza de Mayo, organizadas por Amnistía Internacional Vigo y los Amigos y Amigas de Dionisia.
Presentación a cargo de Ramón Nicolás, autor de Lapis da noite
La memoria y el perdón
Dionisia, la gallega del norte, cruzó
el Atlántico en busca de una vida mejor con un bebé de cinco meses en los
brazos, que 24 años más tarde le sería arrebatado cruelmente por la dictadura
militar argentina. Secuestrado, torturado, asesinado, desaparecido.
Con un pañuelo blanco en la cabeza y su dolor a cuestas
dedicó toda su vida a tratar de averiguar el
destino de su hijo. Siempre tuvo esperanza, siempre quiso vivir con
esperanza, a pesar de que era consciente de lo difícil que resulta la vida con
tanta muerte encima, con la angustia de la búsqueda, la desesperación, el
horror de saber que es el propio Estado quien te arrebata lo que más
quieres.
Durante centenares de jueves paseó su
desolación, su reivindicación de la Verdad y su deseo de Justicia por la Plaza
de Mayo junto a otras madres que conmovieron al mundo.
30.000 detenidos-desaparecidos, de los
que cerca de trescientos eran gallegos; 500 bebés apropiados durante la dictadura; más de 500
centros clandestinos de detención; 10.000 presos
políticos; más de un millón
de exiliados. Y una gran parte de la población a la que se privó de derechos y
libertades
Dionisia se pasó más de treinta años luchando por la
Memoria de su hijo. Su lucha se convirtió en lucha
colectiva por la Memoria y contra la impunidad. Y nos la dejó de legado.
Nuestra obligación es mantenerla y transmitirla para que perdure
entre las generaciones venideras.
Soy nieta de una víctima de franquismo. Tal vez por
ello, la lucha de Dionisia y la de las madres de Plaza de Mayo, la lucha de
tantas víctimas en cualquier lugar del mundo, me resulta tan dolorosa y
cercana.
Salvando las distancias con el franquismo -que no son
muchas-, hay un denominador común inherente a todos los golpes militares: terror
y muerte, desaparecidos, ausencia de derechos humanos, ausencia de Justicia.
En Argentina, al igual que sucedió en España tras la
Guerra, la dictadura fue la portadora del terrorismo de Estado, y a través de
sucesivos gobiernos constitucionales se garantizó la impunidad de los
represores.
En España, a lo largo de más de cuarenta años de
democracia, los opresores han vivido rodeados de impunidad. La misma impunidad
que hoy envuelve a los pocos que quedan con vida.
En ambos países los hechos de su dramática historia son
tan contundentes que no pueden ni deben ignorarse. Quienes perdieron la vida
sufrieron todas las negaciones por parte del sistema represivo. Negaron su
detención, su tortura, su asesinato. Es por ello que la elaboración de su
Memoria y de la Memoria colectiva, está en continua reconstrucción.
Hoy quiero hablaros de Memoria y de Perdón, también de
Justicia, desde mi perspectiva personal, fruto de años de investigación sobre
las víctimas.
Voy a comenzar leyendo un breve diálogo entre O'Brien y
Winston, un represor y una víctima, dos personajes de la obra de ficción 1984
de George Orwell.
Winston lleva tres años trabajando en el Ministerio de
la Verdad y un día toma conciencia de que los retoques de la historia
en los que consiste su trabajo son solo una parte de la gran farsa en la que se
basa su gobierno.
Detenido,
torturado durante semanas, acaba aceptando que la única Verdad es la que el
Partido único designa como Verdad.
O'Brien es un agente de la Policía del Pensamiento, un
opresor, un torturador.
«O.- ¿Existe el pasado concretamente en el
espacio? ¿Hay algún sitio en alguna parte, hay un mundo de objetos sólidos
donde el pasado siga acaeciendo?
W.- No.
O.- Entonces, ¿dónde existe el pasado?
W.- En los documentos. Está escrito.
O.- En los documentos…
Y, ¿dónde más?
W.- En la mente. En la memoria
de los hombres.
O.- En la
memoria. Muy bien. Pues nosotros, el Partido controlamos todos los documentos y
controlamos todas las memorias. De manera que controlamos el pasado, ¿no es así?
W.- Pero, ¿cómo
van ustedes a evitar que la gente recuerde lo que ha pasado? -exclamó Winston
olvidando de nuevo el martirizador eléctrico-. Es un acto involuntario. No
puede uno evitarlo. ¿Cómo vais a controlar la memoria? ¡La mía no la habéis
controlado!»
¿Qué es la Memoria?
Memoria es la capacidad de recordar. Para acceder a los
recuerdos, necesitamos varios procesos. Un fallo en cualquiera de los mismos,
impide alcanzar la información. El primer proceso es recibir la información que
tenemos que incorporar a nuestra memoria. El segundo, consiste en almacenar esa información y el tercero y último es la recuperación. Cuando necesitamos una información del pasado,
accedemos a nuestro recuerdo almacenado y lo recuperamos.
Pero además, la Memoria es emoción, porque lleva
implícita una batería de sentimientos. Por eso los recuerdos neutros tienen
menos arraigo en nuestra Memoria que los tristes o felices, que siempre
evocamos con mayor intensidad, en definitiva con mayor emoción. Y es la emoción
la que actúa como cemento del recuerdo, ralentizando el olvido.
Recordar es una palabra bella y generosa. Procede del latín re-cordis, que
significa "volver a pasar por el corazón”.
En
algunos lugares de España y América recordar significaba antaño
"despertar". El poeta castellano Jorge Manrique comenzó las famosas
coplas a la muerte de su padre con el verso: «Recuerde el alma dormida».
La
Memoria nos permite retener y recordar hechos pasados a partir de determinadas
emociones. A veces, para volver a ser felices, solo necesitamos buscar dentro
del corazón, porque de todo lo que amamos guardamos recuerdo, pero también en
la memoria guardamos el triste y doloroso recuerdo del agravio.
La
Memoria Histórica es un concepto que nos traslada al pasado y nos coloca en el
lugar y momento en que vivieron y padecieron las víctimas, y nos descubre como
la ausencia de reconocimiento de éstas, nos ha avocado a un desconocimiento
real de la Historia con mayúsculas, porque hemos ignorado y silenciado sus
historias.
Recuperar
la Memoria de las víctimas es la alternativa al silencio impuesto. Es un acto casi
subversivo, porque damos voz a los que fueron silenciados, devolvemos la
dignidad a los que fueron ultrajados, ponemos fin a la impunidad del opresor y
deja de perpetuarse la traición. Porque como bien decía el gran Machado: «ni el pasado ha muerto, ni está el mañana -ni el ayer-
escrito».
Recuperar
la Memoria es una actividad gratificante pero a la vez agotadora, un salto al
vacío que nos sacude el corazón porque el pasado sigue latiendo vivo.
Sin
embargo es una frágil conquista que tiene muchos enemigos al acecho.
Tenemos
que ser conscientes de que la Memoria Histórica no es sólo un asunto del
pasado, sino del presente y que en contra de lo que desearían algunos, no debe
quedarse encapsulada en ese pasado. Siempre debemos proyectarla hacia el
futuro.
Tanto en España como en Argentina, se perpetraron crímenes
contra la humanidad. Antes aporté las cifras de Argentina. Las de España,
lamentablemente son mucho más altas.
Los crímenes contra la humanidad, o crímenes de lesa
humanidad, son un ataque a los derechos humanos fundamentales que por su
gravedad suponen un agravio no sólo a las víctimas, también a la Humanidad en
su conjunto.
Son delitos de lesa humanidad, -cometidos tanto
en tiempo de guerra como de paz-, los organizados sistemáticamente o en gran
escala, o instigados, o dirigidos por un gobierno o por una organización
política o grupo, como: el asesinato, el exterminio, la
esclavitud, la deportación, el encarcelamiento, la tortura, la violación, la
prostitución forzada, la persecución por motivos políticos, ideológicos,
raciales, étnicos, la desaparición forzada, el secuestro, o cualquier acto inhumano que cause graves
sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre,
siempre que dichas conductas se cometan como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una
población civil y con conocimiento de dicho ataque.
Crímenes que buscan aterrorizar, disuadir de cualquier
resistencia, humillar, acabar con la libertad y la vida.
Junto con los crímenes de guerra,
los crímenes contra la humanidad figuran entre los delitos de derecho
internacional más graves y por ello tienen la especial característica de ser
imprescriptibles, cualquiera que sea la fecha en que se hayan cometido.
Esto quiere decir que pueden ser perseguidos en todo tiempo.
Los autores de los crímenes contra la humanidad no pueden
contar con ninguna protección ni medida de gracia en ningún país. Para ello es
vital la lucha por una Justicia universal.
Los crímenes de lesa humanidad fueron incorporados al Código
Penal Español en el año 2003, bajo el nombre de "delito de lesa
humanidad". El cambio de la palabra "crimen" por la de
"delito" ha tenido como resultado un tipo penal que se
aparta en su interpretación del crimen contra la humanidad especificado en el
Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.
Así que en España, al contrario de lo que ocurre en
Argentina y en otros muchos países, la legislación no contempla en su verdadera
extensión los múltiples crímenes de lesa humanidad, y además tampoco contamos
en nuestras Leyes con la Justicia Universal que el P.P. decidió eliminar, aunque
parece ser que el Gobierno del P.S.O.E. tiene entre sus proyectos prioritarios la
recuperación de la jurisdicción universal, que esperamos no quede en una simple
promesa.
El principio de Justicia Universal trata de evitar la
impunidad de los crímenes cometidos contra la Humanidad, haciendo posible la persecución
penal del delincuente por parte de cada Estado, independientemente de su
nacionalidad y del lugar donde haya cometido el crimen.
En España, el principio de Justicia Universal encontró aplicación
en el pasado en Tribunales de diferentes países, dando lugar a procesos
judiciales por los
crímenes de genocidio, terrorismo y torturas
cometidos en Argentina, Chile, Guatemala y el Salvador. Sin embargo
comenzó a limitarse en la reforma efectuada en el año 2009 y a extinguirse casi
en su totalidad en 2014.
El principio de Justicia Universal está siendo utilizado por la
Justicia de la República Argentina en el proceso por crímenes de lesa humanidad
durante el franquismo, lo que conocemos como "Querella Argentina".
En España, durante 43 años desde la muerte del dictador ,hemos recibido lecciones de olvido, de ceguera, de
injusticia, de borrón y cuenta nueva. Se echa de menos un gesto institucional de respeto y
reconocimiento para todas las víctimas. Una democracia debe fomentar la
búsqueda de la verdad histórica. Nunca se hizo, y seguimos teniendo una patria
triste, deshecha, y una Historia amarga en suspenso.
El Estado español, tierra de
impunidad, reposa sobre un inmenso osario sin letreros ni cruces. Ya advirtió
el poeta visionario León Felipe, que «detrás de Franco llegarían los
enterradores y arqueólogos».
En Argentina, en 1983
se creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. En 1985 se
juzgó a las Juntas Militares y se demostró su responsabilidad, pero la condena
fue mediocre. Después vendrían las Leyes de Punto Final y de Obediencia Debida,
que paralizaron cualquier proceso contra los autores y eximieron de
responsabilidad a los militares por debajo del grado de Coronel. Aún estaban
por llegar los indultos de Carlos Menem que dejaron en libertad sin cargos a
todos los jefes militares procesados que no se habían beneficiado de las Leyes
de Punto Final y Obediencia Debida. Afortunadamente la
Corte Suprema Argentina declaró en 2001 la inconstitucionalidad de los indultos
y de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final y comenzaron a abrirse causas penales cerradas
años atrás. En 2010 la Comisaria de Naciones Unidas para los Derechos Humanos
aseguró que Argentina era el país «con mayor número de juicios por derechos humanos del mundo».
Conocer la verdad es un derecho que nadie debería negar y aunque
ninguna democracia debería soslayar una reflexión sobre el pasado, en España se
aprobó una Ley de Amnistía en 1977 que continua vigente. Una Ley que según la
O.N.U., choca con la Declaración
sobre la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas,
y que a pesar de ella, incluso si hubiera sido aprobada por referéndum o una
consulta, que no es el caso, España «tiene la obligación de investigar,
perseguir y sancionar a los responsables de desapariciones». Pero España elude esa obligación.
Quiero recordar el origen de la palabra Amnistía. Proviene
del griego amnestía, que significa olvido.
En el caso español la Ley de Amnistía es una amnesia
vergonzosa, máxime cuando la aprobación de la misma fue ejecutada, engañando al
pueblo, por unos políticos que decían buscar la reconciliación nacional. La
amnistía no tiene cabida si se produce
antes de un proceso judicial y sobre todo cuando se trata de actos de suma
gravedad como lo son la tortura, el asesinato y la desaparición forzada.
Esta Ley del olvido impuesto de todos y para todos no curó
ninguna herida. Ningún Estado
puede imponer el olvido sobre lo irreparable o lo imperdonable, porque cuando
el perdón de ejerce desde el Estado, ese perdón se convierte en enemigo de la Justicia
y usurpa el derecho de las víctimas a perdonar, si es que así lo desean.
No hay paz ni reconciliación sin Justicia, sin reconocimiento
ni condena por el daño causado a las víctimas.
Y aquel tiempo, que muchos dejaron por muerto y resuelto,
mientras que personas y grupos vinculados al régimen franquista siguieron
estableciendo su legitimidad e influencia, aquel tiempo volvió en sí y nos
hirió mortalmente, porque el perdón no puede imponerse ni regalarse.
Milan Kundera escribió que: «La mayor parte de los seres humanos creen en la
memoria y en la posibilidad de reparar. La una es tan falsa como la otra. La
Verdad se sitúa justamente en el extremo opuesto: todo quedará olvidado y nada
será reparado. El papel de la reparación lo realizará el olvido. Nadie reparará
el error cometido pero todos los errores serán olvidados.»
Estas palabras recuerdan a lo sucedido en España.
Nuestra Memoria debe de ser crítica.
¿Qué ocurre cuando en la balanza toda la violencia está en un
cestillo y en el contrario se encuentra el agravio?
¿Qué ocurre cuando la magnitud del agravio es tan grande?
¿Qué ocurre cuando la Ley protege a los criminales e ignora a
las víctimas?
¿Qué ocurre cuando ya no existen los que han cometido los crímenes?
¿Qué ocurre cuando ya no existen los que han cometido los crímenes?
¿Qué ocurre cuando los muertos no pueden exigir que el
agravio sea resarcido?
¿Quién tiene que pedir perdón y quien puede otorgarlo?
¿Se puede otorgar el perdón sin Justicia?
¿Es lo mismo perdonar que olvidar?
En el Antiguo Testamento se trataba el perdón entre los
hombres como una virtud no obligatoria. El perdón no se consideraba un
imperativo moral, sino algo loable pero no exigible. El Dios que es capaz de
perdonar en el antiguo Testamento, exige antes de otorgar el perdón el
reconocimiento y la confesión del pecado y posteriormente la penitencia.
En el Nuevo Testamento el perdón se convierte en un
imperativo moral, pues perdonar es un ejemplo de amor al prójimo. El cristianismo
muestra que el perdón es gratuito. Desde la perspectiva cristiana cualquier
atrocidad es perdonable.
Para
los judíos los pecados que se cometen contra otros hombres, deben ser
perdonados por quienes sufren el mal. Para el judaísmo el asesinato es un
crimen imperdonable, ya que quien se encuentra en la potestad de perdonar ha
desaparecido. Por ello, no perdonar es para ellos una manera de honrar a la víctima.
Teniendo
en cuenta que el perdón tan sólo beneficia al perdonado, cuando se aprueba una
amnistía como en España, ignorando a las víctimas y los derechos que estas
deberían tener, no solo se está creando una forma de complicidad con el crimen,
que imposibilita el perdón. También se está privando del derecho que tiene la
víctima a perdonar.
Para
que una víctima perdone es necesario que sea reconocida como tal, así como el
sufrimiento al que fue sometida, que se reconozca al culpable y la Justicia se
encargue de su castigo, y que el Estado ejecute la garantía de no repetición.
El
Estado no es la víctima, no tiene legitimidad, no puede otorgar el perdón en
nombre de ésta, pues el perdón es un derecho de la víctima, y cuando la víctima
ha desaparecido, el perdón resulta imposible.
Los
demás no podemos, ni
debemos, ni estamos autorizados a perdonar en nombre de las víctimas. Lo único
que podemos perdonar, y esto es una opción personal, es el daño que nos han
causado a nosotros.
Pero ¿cómo perdonar lo imperdonable?
Los
crímenes que atentan contra la humanidad no deberían ser perdonados, máxime
cuando los culpables no piden perdón. Los culpables de delitos de lesa humanidad casi siempre niegan la
autoría de los hechos que se les imputan. Cuando éstos se demuestran, lo que
niegan es la intención, o manifiestan que cumplían órdenes. Raramente esta
historia finaliza con el arrepentimiento, porque quien se arrepiente admite su
culpa.
El
arrepentimiento no es suficiente para perdonar.
Según Amelia Valcárcel, «la idea de que el
arrepentimiento conmuta el daño no tiene sentido. Por su misma
lógica, el arrepentimiento o la intención son asuntos subjetivos que no
conmutan en nada el perjuicio. El mal causado, muy al contrario, se levanta
sobre sí mismo con toda su potencia vindicativa. Exige lo que se le debe, la
pena.»
En la actualidad, la gran
mayoría de las víctimas de la violencia de Estado en España han asumido la
imposibilidad de Justicia y el castigo a los perpetradores.
En el caso de los
desaparecidos, muchos solo anhelan encontrar a los suyos y darles una sepultura
digna. A otros el recuerdo del mal provoca miedo, dolor y silencio.
Cuando escuchamos desde
diversos sectores -siempre los mismos sectores-, que hay que olvidar, que
recordar significa abrir viejas heridas, que a los que reivindicamos la memoria
de las víctimas nos mueve el odio o el rencor, me gustaría que la respuesta
unánime fuera: "no es el rencor, sino el horror" por lo sucedido y
por saber que existe un Estado que durante más de 40 años
ha mirado para otro lado en políticas de Memoria, que se ha olvidado de las
víctimas.
Y víctimas no son sólo los
asesinados o desaparecidos, también lo son los hombres y las mujeres que fueron
encarcelados, torturados; los esclavos del franquismo; los hombres y las
mujeres que se vieron avocados al exilio; los que fueron hacinados en los
campos de concentración franceses; los deportados a los campos nazis con la
complicidad del franquismo; los miles de niños arrebatados a sus madres; los
hombres y mujeres que actuaron en la resistencia antifranquista, y que fueron
aniquilados por el aparato represor del régimen; las madres que quedaron viudas;
las niñas y niños que quedaron huérfanos, por el encarcelamiento o la muerte de
sus padres y muchos miles y miles de
ciudadanos a los que, bajo el manto del nacional catolicismo, se les privó de
vivir una vida en libertad.
No es rencor. Es horror de saber
que un Estado que sólo ha utilizado el lenguaje del olvido, ignorando las atrocidades
que se cometieron, tiene 114.000 desaparecidos en fosas comunes.
Elie Wiesel, superviviente del
Holocausto y Premio Nobel de la Paz, señaló que: «La
respuesta es la memoria, la única respuesta. Diles a los que quieran saberlo
que nuestro dolor es auténtico, nuestra perplejidad infinita y el agravio profundo».
Es por ello que Memoria del agravio siempre debe ser mantenida. Somos los vivos los que hemos de transferir a las generaciones futuras la Memoria individual y colectiva de las víctimas. Ese es el valor de la Memoria. Somos los vivos los que hemos de pedir Justicia, y luchar porque se alcance.
La Memoria es capaz de
excavar, escudriñar, interrogar a esos huesos sin nombre, a esos anónimos
sepultados por múltiples capas de olvido. La Memoria es capaz de señalar a los
verdugos y espero que la Memoria también sea capaz de destapar la Verdad, de
ejecutar la necesaria Justicia y dotarla de su verdadero sentido y de otorgar
la ansiada Reparación, porque el paso del tiempo no debilita esta petición, al
contrario, la hace más legítima.
Alimentémonos de esa
esperanza, porque si la matamos, será caer en la misma negación contra la que
muchos luchamos.
María Torres
Vigo, 22 de noviembre de 2018
Gracias, María. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Maria,hasta pronto
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