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2866. El oficial radiotelegrafista Benjamín Balboa. Cómo se sofocó la sublevación de jefes y oficiales de la Armada

 Benjamín Bolboa,cuya intervención fue decisiva paro sofocar lo rebelión de los jefes y oficiales de la Armada
(Foto: Vicente López Videa) 



Cómo se sofocó la sublevación de jefes y oficiales de la Armada

El oficial radiotelegrafista don Benjamín Balboa, benemérito de la República 

La estación oficial de radio del Ministerio de Marina, que controla todas las comunicaciones con los buques de guerra españoles, está situada en la Ciudad Lineal. 

Desde esta estación de radio, enclavada entre los pinares sonoros de Chamartín de la Rosa, fué sofocada en pocas horas la rebeldía de los jefes y oficiales de la Armada que pretendían poner los buques de guerra de España a disposición de los facciosos. 

El gesto valeroso, la ejemplar lealtad republicana y el fervor democrático del oficial radiotelegrafista don Benjamín Balboa frustraron la traición que ya se había iniciado. El verbo y el prestigio de Balboa, volando invisible sobre España y hacia el mar, puso alerta a las tripulaciones de los buques de guerra, y fue motor del movimiento patriótico y republicano que arrancó los mandos de nuestra Armada de manos de los jefes desleales.

Con extrema sencillez rayana en humildad, sin el menor matiz de un orgullo que nunca sería más legítimo, como si nos narrara algo acaecido a un extraño, don Benjamín Balboa nos cuenta su actuación en aquellas horas de dramática inquietud. Tiene tal fuerza emotiva, entraña tal ejemplo vivo de lealtad y cívico heroísmo el relato, que repele los arrequives literarios Dejémosle, pues, escueto de retórica, con todo su vigor de verdad, tal como fluye de labios de Balboa. 

—A las diez de la mañana del día 17 del mes pasado se recibieron en esta Radio las primeras noticias de la sublevación: el texto de la alocución subversiva que Franco dirigía a todos los barcos y guarniciones de España. La transmitían desde Cartagena, con orden de ser comunicada al jefe de Estado Mayor, almirante Salas. complicado en el movimiento. Recibí yo la comunicación, y reproché enérgicamente al radio telegrafista de Cartagena el haberla transmitido. Este, con voz trémula; respondió que lo hacía por orden de la superioridad. Comprendiendo todo el alcance de la noticia, me apresuré a comunicarla, sin contar con el jefe de la estación, al secretario del ministro de la Guerra. Me pidieron el texto, y cuando disponía que un coche lo llevase a Madrid, empezó a dibujarse la traición. El jefe, capitán de corbeta Castor Ibáñez Aldecoa, se interpuso entonces, pretendiendo que antes que al ministro se informase al almirante Salas. Lo hizo así el jefe desleal, dejando abierta la cabina del teléfono para que las fuerzas de custodia pudieran enterarse del mensaje, y ordenó enseguida que desde aquel instante sólo se comunicase por uno de los tres teléfonos que tiene la Central de Radio, y que estaba intervenido por él. Pero este teléfono tenía una derivación, y por ella pude enterarme de que Salas pedía a Ibáñez Aldecoa  que se transmitiese el mensaje faccioso a todas las guarniciones. Aldecoa contestaba al almirante traidor que le sería difícil hacerlo, porque tenía cerca «un hueso». 

—El «hueso»— dice sonriendo Balboa— era yo, que no perdía de vista a Ibáñez. Cuando éste, abandonando sus habitaciones, se disponía a llegar de nuevo a la estación radiotelegráfica para cumplir las órdenes de Salas, creí llegado el momento de evitarlo, y le salí al encuentro. El quiso hacer valer su autoridad, y me mandó que me constituyese en arresto. Pero decidido a obrar enérgicamente, le encañoné con mi pistola y le llevé arrestado a sus habitaciones, reprochándole con dureza su traición.

Enseguida me hice cargo de la estación. Mi primera preocupación fué localizar a los buques de la Escuadra. El primero con el que logré comunicación fué con el destróyer Churruca, cuyo comandante había pedido permiso para desembarcar en Melilla a un fogonero gravemente herido. El radiotelegrafista del Churruca me dijo que, en realidad, lo que se hacía era traer tropas para España. Descubrí al compañero la verdad del movimiento faccioso, y le incité a sublevar a la tripulación contra los jefes traidores. Me contestó no poder hacerlo al instante por estar el buque lleno de fuerzas rebeldes. Pero que apenas volvieran a hacerse al mar lo intentaría. Efectivamente, media hora después de navegar de nuevo me transmitían desde el Churruca este radio: «Tripulación reducido jefes traidores. ¡Viva la República!» Después logré comunicar con el Valdés, fondeado en Melilla, que se puso también a las órdenes del Gobierno legal al conocer la verdadera finalidad del movimiento. Unas horas después lograba localizar a los cruceros que navegaban por frente a Portugal a la altura de Lisboa. Iban también los tripulantes engañados por sus jefes. Hablé con el telegrafista del Libertad, y le incité a que comunicase a la tripulación el carácter faccioso del movimiento, incitándoles a sublevarse. Lo hicieron rápidamente, y se apoderaron del barco, como asimismo, en breve espacio, realizaron el Cervantes y el Jaime I, y todos los demás buques que en un gesto magnífico de lealtad y de heroísmo defienden la causa de la República. 

Nada más y nada menos, con ejemplar sencillez, nos dice don Benjamín Balboa, cuya conducta admirable le constituye en uno de los más altos héroes, entre la muchedumbre de ellos, que en estas horas dramáticas luchan abnegadamente por el porvenir de España, de la República y del pueblo. 


Juan Ferragut
Mundo Gráfico, 12 de agosto de 1936 






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