Hay mujeres luchando en
el frente de la Sierra, mezcladas a los hombres; «mono» azul, cartuchera y
fusil. Otras, aquí, en Madrid, quieren alistarse también, y esto ha movido a
los dirigentes de las Milicias populares a preparar la organización de un
batallón femenino.
Se lleva la organización de este grupo militar, que será integrado
sólo por mujeres, en el Cuartel General de las Milicias: el edificio del
convento y colegio que los Padres Salesianos tenían en la calle de Francos
Rodríguez, en los Cuatro Caminos. Se han alistado ya muchas mujeres. Algunas de
ellas andan ya por el patio del cuartel, con su «mono» azul o beige, su gorro
cuartelero y su fusil al hombro. Son las que primero han actuado en el frente,
como enfermeras o para servicios auxiliares de retaguardia. Muchachas jóvenes,
chiquillas casi, que hemos visto mil veces a la salida de los talleres de la
Gran Vía, en los bailes populares o junto a las barracas de las verbenas.
Modistas, sastras, obreritas, que ven hoy marchar a la lucha a sus hermanos,
sus novios y sus compañeros, y que no quieren ser menos.
Se alistan en el mismo sitio y al mismo tiempo que los hombres:
una oficina en este Cuartel General de los Cuatro Caminos. Dominan, entre las
que aquí vienen, las jóvenes. Pero las hay también de edad madura, como,
por ejemplo, una mujer que ha venido hoy y que se ha alistado porque quiere
marchar al frente de guerra, donde ha perdido a su marido. Ha muerto en la
Sierra su compañero, y la vida en Madrid no tiene ya objeto para ella.
Este batallón femenino que está formándose tendrá la misma
organización que una unidad formada por hombres. Luchará como ellos y en los
mismos puestos que ellos. Mientras se forma, y antes de marchar para el frente,
se irá dando a las que de él formen parte una doble instrucción militar y
política. Nociones de táctica militar y de guerra, manejo del fusil, palabras
sobre lo que es el Frente Popular y lo que significa esta lucha. Es decir,
exactamente la misma instrucción que a los hombres de las Milicias.
Se quiere que el batallón femenino sea mandado exclusivamente por
mujeres. Esto ahora, por el momento, no será posible, y el batallón tendrá como
jefe a un instructor masculino. Los mandos subalternos serán, desde luego,
desempeñados por mujeres, y se aspira a que su jefe, pasados los primeros días,
pueda ser también una mujer.
Estas muchachas alistadas ya en el Cuartel General de las Milicias
tienen un gran ánimo. Todo su empeño es manejar el fusil y salir al frente.
Ríen constantemente y hablan de la lucha como de un juego. La camarada Amelia,
la camarada Chelo, la camarada Trini —¿os acordáis de aquel «Batallón de las
mujeres de la muerte» en una novela extranjera?— desbordan de alegría con
sus «monos» de guerra, sus gorros militares y sus fusiles al hombro. Quieren luchar,
quieren ir a la Sierra. Pero sin olvidarse por ello de llevar la boca pintada a
lo Joan Crawford y de mirarse a hurtadillas algún rizo rebelde en el espejo que
llevan en el bolsillo izquierdo del «mono», sobre el corazón.
Mundo Gráfico, 29 de julio de 1936
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