Lo Último

2921. Franco, la locura y la muerte

Franco, la locura y la muerte, de Jesús R. Silva

Esta obra tiene varios planos, que corresponden a los supuestos autores de la narración. El primero de estos asume el papel del “yo”, es un heterónimo, Carles Martí Llop, que recibe la visita de Tomás, un antiguo camarada, quien le tiende un mamotreto de papeles arrugados, estos constituyen la obra en sí, la crónica de los últimos días de Franco, tomada desde un escondrijo del hospital de la Paz, en Madrid, donde agonizaba en delirio el Generalísimo. Posteriormente, hay retazos de la voz en papel, como narrador, del propio Franco, a través de la lectura de un diario. Finalmente, la obra se cierra con el descubrimiento de toda la tramoya: Tomás, ya muy enfermo, no era sino un antiguo confidente de la policía que habría hecho pasar a Carles por las cárceles del régimen franquista. Como colofón, Carles cederá al autor de carne y hueso, Jesús R. Silva, la obra, corregida.

Esta se divide en tres bloques. El primero “El General”, es un recorrido de los intereses suscitados en torno al Caudillo, quien agoniza en el Hospital de la Paz de Madrid y allí recibe diversas visitas, algunas reales, otras imaginarias: su propia esposa, “la Collares”; el entonces Príncipe de España, Juan Carlos de Borbón; el Almirante Carrero Blanco; Adolf Hitler... Y ve en sueños, retazos de su infancia, del intento de Golpe de Estado del 23F... También en este bloque se inserta, un tanto forzadamente, la asunción de ser espiado desde el falso techo de escayola. Al final de este espacio, Franco recibe la extremaunción en presencia de Juan Carlos de Borbón.

En el siguiente espacio, “La Locura”, Franco ve  al fantasma de su madre, Doña Pilar, que se queja al Altísimo por el trato que está recibiendo su hijo. Doña Pilar asume que él está condenado a los infiernos y en sueños de delirio, lleva al niño “Cerillita”, que fue el Caudillo,  a la contemplación del nuevo invento, el cine. A través de la pantalla proyectada en la pared de la habitación hospitalaria, contempla cómo hubiera sido su vida de haber cumplido con su deber de fidelidad al poder legalmente establecido, la II República Española. El país habría conseguido un alto desarrollo económico y un lugar de honor entre las naciones que derrotaron a los fascismos del siglo XX. El propio Caudillo habría muerto rodeado del cariño consensuado de la inmensa mayoría de sus compatriotas.

Por último, en “La Muerte”, el tercer bloque, Franco se enfrentaría al fin, se prolonga de manera excepcionalmente cruel su vida por intereses políticos de su yerno, el marqués de Villaverde, Juan Carlos de Borbón está decidido a desmontar su régimen, sus familiares solo desean obtener seguridades y hasta “La Collares”, Carmen Polo, confesaría en la habitación de hospital, creyendo no ser oída, que en realidad a quien habría querido y admirado era a uno de los enemigos de su esposo, Azaña.

“Ves como era mentira, que no eres inmortal”. Es una frase que la novela atribuye a Carmen Polo, la esposa de Franco, en la primera parte. En el final, es el mismo Franco quien ruega, “Por Cristo, déjenme morir”, ante la indiferencia de su último médico personal, Vicente Pozuelo. La mayoría de los personajes, Carmen Polo, Juan Carlos de Borbón, el marqués de Villaverde y yerno de Franco, el mismo Generalísimo... parecen haberse detenido en el tiempo, pero la narración de la agonía del general se abre del mismo modo, un amanecer. La novela trasuda una verdad incontestable: el gobierno del Caudillo no es sino una de tantas manchas negras en la Historia de España, que como todo, pasa.

Los personajes, imaginarios y reales, con Franco a la cabeza, son en su mayoría de su perfil, conmilitones y familia. Forman parte del pasado, son afines al perfil del Caudillo y van a desaparecer u ocupar un lugar secundario en el país, a la muerte del fresco general procedente del Noroeste, como decía el chiste. Incluso el que pudo haber sido rey de España, Alfonso de Borbón Dampierre, aparece cosido a esta escaparela, solo su esposa y nieta de Franco, Carmen Martínez, entonces joven y chispeante, parece apartarse de este perfil de personas de ideología muy reaccionaria, temerosas del futuro. En ese margen, aún cercano al Caudillo pero encarnando el futuro, también están aún el rey Juan Carlos o un jovencísimo José María Aznar. Solo los personajes del sueño, “La Locura”, Azaña, Indalecio Prieto, los trasuntos de J. L. Rodríguez Zapatero, J. Pujol o Gaspar Llamazares, ofrecen un nivel de cultura y modernidad.

El autor real, Jesús R. Silva, de ideología republicana, recrea en esta obra sus propios fantasmas familiares, enfrentándose en esta obra con las ideas paternas de admiración por el sangriento Caudillo. El resultado es una novela irregular, un tanto lastrada por la larga extensión de su segunda parte. Subyace una mirada irónica y una invitación interesante al diálogo. De esta manera, “Francola Locura y la Muerte”, se puede calificar como una novela  bien documentada, con personajes descritos a través de sus hábiles diálogos, una correcta ambientación pero sin más profundidad que el manido “todo pasa”. Pero pasa bien.


Jesús R. Silva








1 comentario:

  1. ¡Final!

    -Deberías haber tenido otro final;
    Te merecías, hipócrita, un muro en
    Otro agujero. Tu dictadura,
    Tu puta vida de asesino.

    ¡Menudo incendio de sangre! Podrido verdugo,
    Te tenía que haber apaleado la dura
    Oscuridad de los pueblos, dado a tortura,
    Colgado de un árbol al final de algún camino.

    Rata de la peor delincuencia,
    Te pegaba otra muerte con violencia,
    El final de tantos desde aquel mes de julio.

    Pero la has tenido de tirano español,
    Solo e hibernado, gargajo de la ciencia
    Y con tufo a sangre y mierda. ¡Su Excremencia!

    Gloria de la chapuza,
    Ha muerto el dictador más viejo de Europa.
    ¡Un abrazo, amor, y levantemos la copa!

    (Joan Brossa)

    ResponderEliminar