Fernando de la Rosa_Batallon (Foto: Vicente Lopez Videa) |
Fernando de Rosa, el capitán del batallón,
«Octubre», es, pese a su juventud, un veterano de las luchas políticas y
sociales. Pequeño y recio de cuerpo, rubio el cabello y claras las pupilas,
Fernando de Rosa, que parece un muchacho sajón, es italiano de nacimiento y
habla el español con precisa elocuencia. En su gesto y en su verbo palpita el
dinamismo espiritual de un agitador auténtico. Lo es Fernando de Rosa con todo
el ímpetu apasionado de su temperamento latino, consagrado desde los albores de
su pubertad a la lucha antifascista.
En uno de los salones de la Fundación
Elorza, magnífico edificio incautado para cuartel de Milicias en la calle de
Torrijos, hablamos con Fernando de Rosa de los orígenes del batallón «Octubre»,
que tiene ya una magnífica ejecutoria de heroísmo entre la legión de luchadores
de la causa popular.
Entre todas las actuales Milicias, el
batallón «Octubre» es el de más antiguo abolengo revolucionario.
—Procedemos —nos dice Fernando de Rosa— de
la primera Milicia de la Juventud Socialista, fundada en Febrero de 1934 por
José Laine, actual comisario político de la columna del teniente coronel Rubio.
Ya en su origen, esta Milicia tenía por finalidad política la lucha contra el
fascismo. Eramos entonces dos Grupos, de tres compañías cada uno, formados
únicamente, y por recluta secreta, por afiliados de la Juventud Socialista. Yo
era subjefe de la Milicia, y el compañero Lafuente, jefe de compañía.
—¿Cuál fué la primera actuación de la
Milicia?
—La primera ocasión en que la Milicia actuó
públicamente, podemos decir, «en grande», fué cuando la concentración
derechista de El Escorial. Tuvimos entonces nuestro bautismo de fuego, y
durante todo el verano de 1934 sostuvimos una lucha, no por callada menos dura,
contra los fascistas que en Madrid tiroteaban a los vendedores de periódicos
obreros y cometían los asesinatos de la pobre Juanita Rico y otros militantes
proletarios. Luego, nuestra Milicia se fusionó con las del partido y los
Sindicatos socialistas, y juntos sostuvimos el movimiento de Octubre en
Madrid.
Hace una pausa Fernando de Rosa, como
evocando mentalmente el panorama de aquellos días trágicos. Después
continúa:
—Ya puede usted imaginarse lo que ocurrió
entonces: fuimos a la cárcel o al destierro los dirigentes; quedaron deshechas
las organizaciones... Sin embargo, durante «el bienio negro» se mantuvieron
algunas compañías y depósitos de armas.
—Llega por fin el triunfo del Frente
Popular 16 de Febrero de este año —insinúo.
—E inmediatamente —añade el capitán de
«Octubre»— yo me dediqué a la reorganización de aquellas fuerzas, como
secretario de Milicias de la Juventud Socialista Madrileña. Teníamos todos el convencimiento
de la urgente necesidad de adiestrarnos para la lucha y conocer los problemas
militares. Nuestro último capitán instructor técnico fué el infortunado
Faraudo, y otro, el capitán Cortés, ambos asesinados por los fascistas.
Un recuerdo doloroso, pero impregnado de
viril decisión para los dos camaradas inmolados. Y entramos en la evocación de
los primeros dramáticos días actuales.
—Al estallar la rebelión militar, los
primeros quinientos fusiles que recibieron paisanos por orden del Ministerio de
la Guerra fueron los nuestros. Nos los dieron en el Parque de Artillería, y los
llevamos al Círculo Socialista del Sur, en la calle de Valencia.
—¿Cuál fué vuestra primera acción de
guerra?
—El ataque, a las tres de la madrugada de
aquel lunes, del Campamento de Carabanchel. Enseguida nos destacamos a la presa
de Santillana, donde copamos una Sección de Ingenieros rebeldes y les hicimos
36 bajas. Después fuimos a Somosierra, y después, al Alto del León, donde, en
una acción muy dura, resultó muerto nuestro jefe, el capitán Arturo González
Gil, y yo, levemente herido.
En estos momentos, y con la rapidez que las
circunstancias exigían, es cuando se forma el batallón «Octubre» como tal
unidad de combate. Lo componían al principio 800 hombres, y ahora somos 1.200.
Nuestra eficiencia ha sido ya probada. Aspiramos a tener una completa técnica
militar; pero no el espíritu del militarismo, cuyos frutos pone a la vista esta
terrible guerra civil. Nuestros camaradas dan cada día nuevas pruebas de su fortaleza
y de su entusiasmo. Estamos en la Sierra, a mil novecientos metros de altura, y
no tenemos alojamiento ni cuartel. Se descansa en el suelo a pleno aire, y se
hace con toda su rigidez la vida de campaña.
—¿Cuáles son hasta ahora las principales acciones
de guerra del batallón «Octubre»?
—Tomamos parte muy activa en los ataques a
San Rafael. En otros dos puntos de la Sierra que no es discreto citar, cuatro
compañías de «Octubre» rechazaron a una fuerte columna enemiga, haciéndole 48
bajas y cogiéndole 38 prisioneros, tres morteros y 116 fusiles. Ahora mismo
estamos en una posición donde el enemigo nos ha «metido» —un humorista ha
tenido la paciencia de contarlos— 575 cañonazos, aparte las «píldoras» de la
Aviación.
Por fortuna, todo ese bombardeo ha sido
para nuestros camaradas pólvora en salvas. No nos han hecho ninguna baja, y
nuestros camaradas se ríen de ese furor artillero, que no nos impedirá seguir
adelante.
Y en el rostro de muchacho sajón de este
italiano que tan bravamente lucha por la causa del pueblo español hay una
sonrisa plena d«edecisión y de fervoroso entusiasmo.
Juan Ferragut
Mundo Gráfico, 2 de septiembre de 1936
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