Como otras mujeres de aquellas
que se distinguieron al iniciarse el levantamiento fascista, empuñando las
armas y tomando parte en los asaltos de los reductos en que se hacía fuerte la
traición, Carmen Viñas, al lado del pueblo, intervino en las gloriosas hazañas
que depararon a éste desde el mismo momento en que comenzó el movimiento
militar, una independencia que luego, andando el tiempo, no pudieron
arrebatarle las hordas de Franco que intentaron penetrar en la ciudad por el
Sur, ni las tropas alemanas que quisieron cortar sus comunicaciones por el
Jarama, ni el Ejército italiano, que pretendió conquistarla viniendo hacia ella
en aluvión por los campos de la Alcarria. Carmencita Viñas desde que tronó el
cañón en las cercanías del cuartel de la Montaña, se lanzó a la calle, con los
puños crispados de coraje.
—¡Quiero
se útil a los defensores de nuestra libertad!
—Retírese
señorita, que le pueden dar un tiro.
—¡No
quiero! ¡Decidme en que puedo ayudaros, muchachos!
—¿Tienes
arma?
-No.
—Entonces
retírate. ¿No oyes como tamborilea la condenada ametralladora?
Pero no se retiró. A su lado acababa de caer, con una estrella de
sangre en el pecho y un himno proletario en los labios, el joven que la había
aconsejado. Se puso de rodillas junto a él, desabrochó la camisa y con un
pañuelo, taponó el boquete que en el pecho viril abriera la metralla fascista.
La suerte de Carmen Viñas estaba echada. Un sanitario que actuó en Guadarrama,
Jerónimo Martínez, nos ha hablado de esta mujer singular:
—Carmencita
Viñas se colocó en aquellos días de julio junto a los heridos y no ha vuelto a
moverse de su lado. Les ha servido de camillera, de enfermera, de madre ... En
la segunda División se la profesa gran admiración y cariño. Su conducta
abnegada durante la guerra le ha hecho acreedora a todo esto. Carmen ha sabido
dar ejemplo a muchos hombres. En días de combates enconadísimos se la ha visto
salir hasta esa "tierra de nadie" —franja donde se pone de acecho la muerte en
los campos de batalla— para retirar a camaradas caídos por el plomo fascista.
Se la ha visto salir. Se han seguido sus pasos desde nuestras líneas con
emoción y se la ha visto regresar arrastrándose con la preciosa
carga de un herido. Carmencita Víñas no ha olvidado nunca el lema de nuestros
sanitarios: "Morir transportando un herido es cubrirse de gloria."
—¿Estuviste tu en la segunda División?
—No, pero he luchado en la Sierra y he presenciado como curaba a
varios camaradas guardias de asalto allá en agosto o septiembre. Se ponderaba
ya por entonces su labor como sanitaria. Después sé que la confirieron la
Jefatura de puestos de socorro. Hoy Carmen es teniente practicante.
Criado y Romero
Estampa, 14 de agosto de 1937
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