A estos cielos que escuchan hoy tu nombre
entre la angustia de mis labios lento,
a estos campos que tú hubieras alzado
hasta el milagro de tu voz abierta
para matarlos, cantarlos y entregarlos,
a esta tarde redonda de hermosura,
quiero, Miguel, venir con tu memoria.
Aquí te siento bien; tengo tu pulso
y guardo con la luz tus ojos tristes.
Olvido, con tu nombre y tu presencia
clavados dulcemente en el recuerdo,
tu tremendo dolor y tu agonía
para encontrarte fresco sobre el agua,
limpio sobre el silencio de los campos
y en la luz y el poema compañero.
Te llevo por el campo, dolorido
mi pecho de tu ausencia y tu llamada,
y no puedo pensarte terminado,
tus limpios ojos quietos para siempre.
Tierno y duro pastor del otro día
soñando por las huertas de Orihuela
una luz incesante y manadora
que te anegaba el corazón insigne;
alegrando el color del Manzanares
con tu blanca camisa, tus abarcas
y un ardor contenido de Levante;
cantando entre los tiros del Jarama
la canción española de la guerra.
No has muerto, que te han muerto entre unos muros
asesinado el vuelo de tus pájaros,
la voz de tu garganta amordazando.
Derribada la hermosura sin remedio,
irremediable muerte a la palabra
tan lejos de mi sangre y de mi aliento.
Aguárdame, Miguel, en nuestra tierra,
en la quietud forzosa de tus labios,
en la clara verdad de tu silencio
que hace temblar tu cielo con promesas de
una canción bajando hasta los hombres.
¡Que su turbia conciencia se deshaga
con tu sangre indeleble, con tu rayo!
Y de albas y de auroras nos incendie
la pasión de tu carne ya cumplida.
Como te alza hoy mi pecho a la ternura
y a la honda memoria que te guardo,
quiera la tierra nuestra, que sembraste
con la dulce semilla de tu nombre,
cumplir con la mañana su jornada
y subirte algún día hasta su gloria.
Miguel de hierba, fuego y alma sólo,
hermano muerto en esta viva muerte:
tú empujas con tu sangre y con tu ejemplo
el limpio amanecer de la esperanza.
Francisco Giner de los Ríos Morales (*), 1942
(*) Poeta. Hijo de Bernardo Giner de los Ríos García y de Elsa
Morales. Estudió en la Universidad de Madrid y en la Institución Libre de
Enseñanza, creada por su tío abuelo Francisco Giner de los Ríos. Participa
en la guerra, en el cuerpo de zapadores, en Valencia. En febrero del 1939 cruza
la frontera a Francia y más tarde se exilia en México.
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