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3222. Las milicianas del frente de Oviedo. Pilar Lafuente

En este levantamiento unánime de toda la masa productora española contra la opresión fascista ha desempeñado la mujer uno de los papeles más destacados. Aquí en Asturias son escasas las hembras que tienen en los frentes una actuación puramente bélica. Hay algunas, sin embargo, cuyas proezas bien merecen destacarse. En la columna Otero, de la que hablaré otro día, hay varias muchachas que componen un grupo mandado por una joven llamada Maruja, a la que se han concedido los galones de sargento. Es una mujer joven, de aspecto agradable y enérgico, socialista militante, que ya en el glorioso movimiento de Octubre tuvo una actuación destacada. Sufrió después prisión, y con la prisión torturas que templaron su espíritu para la lucha, porque las persecuciones sólo hacen retroceder a los cobardes. Hoy lucha con un brío tal que ningún hombre podrá superarla. Une a estas dotes otra peculiar en la mujer: la astucia. Como forma en una columna de choque, que cada día opera en sitio distinto, ella sabe como nadie preparar las emboscadas. El grupo femenino de la columna Otero ha prestado ya excelentes servicios. 

En todos los frentes hay también mujeres que si viven un tanto alejadas de las tareas bélicas, comparten con los milicianos la vida azarosa de la campaña, los cuidan y atienden y, situadas en la línea de fuego, exponen también su vida sin regateos. 

En el frente de San Esteban lucha, fusil en mano, hombro con hombro con sus compañeros, Pili Lafuente, hermana de la heroica Aída, que murió al pie del Naranco en los últimos días de la revolución de octubre. Es casi una niña, pues acaba de cumplir los diecisiete años, y su temple ya de acero. La he preguntado si quería vengar la muerte de su hermana y ha respondido sin titubeos: 

—No; no quiero vengar nada. Quiero luchar como luchó ella. Seguir su camino. Lo interesante son las ideas, no las venganzas personales. Yo defiendo hoy lo mismo que ella defendió hace dos años. 

Ha hecho una pausa concienzuda, propia de una mujer madura, y sin la menor alteración de la voz ha dicho: 

—Yo escapé de Oviedo el lunes, 20 de julio. Sentí la necesidad imperiosa de salir al campo y unirme a mis camaradas antifascistas para luchar contra la reacción. Dos días más tarde recibí un recado de mi madre, que había quedado en Oviedo, en que me decía: "A tu hermano Daniel le han fusilado; pero no te preocupes y sigue luchando." Y aquí estoy. 

Hay que descubrirse ante esta familia de temple inigualable. Aída, asesinada. Daniel, fusilado por los traidores secuaces de Aranda; Pili, luchando en el frente y una madre que desde la prisión aún tiene "reaños" para decir a su hija de diecisiete años: 

—¡Sigue luchando! 

Otro rasgo revelador de la moral que anima a las mujeres antifascistas de Asturias es el que realizaron en Gijón en los días funestos en que se manifestó la deslealtad. 

A las cinco de la mañana de aquel lunes de tan triste recuerdo salieron a la calle la primera y segunda compañías del regimiento de Zapadores. La noticia cundió por la ciudad como un relámpago y de todas las bocacalles salieron hombres animosos para combatir a los rebeldes. Cercados ya los sediciosos en el paseo de Begoña, entraron en acción las mujeres. Resueltamente avanzaron hacia los soldados, gritándoles: 

—Os engañan. Os hacen sublevaros contra el Gobierno legítimo del país al que servís. Quieren traer a España el fascismo, que esclavizará a vuestros padres, obreros, y labradores, y os esclavizará a vosotros también. No hagáis caso y venid con nosotros.

Una descarga cerrada de la oficialidad y los fascistas respondió a la arenga. Cayeron varias de estas heroicas hembras. Pero las que quedaron siguieron repitiéndola hasta desgañitarse, y el resultado fué magnifico. Primero fueron unos pocos soldaditos, que abandonaron las filas de los traidores con el pañuelo blanco en la punta del fusil. Algunos cayeron perforados por las balas facciosas. Luego siguieron otros, y a las doce del día la segunda compañía se pasaba entera a las fuerzas leales entre clamorosos vivas a la República. 

Así son las hembras de estos bravos asturianos con los que tengo la suerte de compartlr las amarguras de la odiosa lucha en que nos hallamos empeñadas. 


Cuartel general de Sama 
Antonio Soto
Estampa, 13 de septiembre de 1936


Fotografía: Pilar Lafuente (hermana de Aída Lafuente)








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