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3324. Luis Jubert

Corrían los días brumosos de diciembre del 36. Las vertientes de la Sierra de La Serna,  próximas a Belchite, ardían de pólvora y de entusiasmo. La dinámica inteligencia  de un militar iba de una parte para otra, siguiendo el curso de la lucha, señalando nuevas posiciones, alentando con su ejemplo a sus soldados. El enemigo resistía en sus reductos, más el entusiasmo e intrepidez de nuestros hombres, que la importancia del material bélico que éstos empleaban. Una arenga a sus muchachos, una llamada encendida de fe a los corazones, y una tromba humana que se lanza a la conquista de los primeros parapetos enemigos. Una tras otra, son tres las líneas de trincheras que pasan a poder de nuestros soldados. Una nube de pólvora envuelve la arrogante figura de un hombre que avanza solo, como vanguardia audaz del Ejército libertador. Solo, con su pistola de oficial, por todo armamento. Luis Jubert, tal era el hombre, marchaba adelante, cabalgando ya en las alas del triunfo. A las voces de aliento de los camaradas que le seguían, todavía tuvo tiempo para repetirles, entusiasta: «¡La Serna, o yo! ..». Y fué La Serna la que cobró el tributo de sangre de aquel luchador. Herido ya en un brazo, al asaltar un nuevo parapeto, una siniestra ráfaga de plomo mordió en el pecho ardiente del héroe...

Luis Jubert era capitán en el antiguo Ejército. Sus ideas y sus convicciones liberales habían sido causa de que en octubre de 1934, fuera degradado y encarcelado. Allí conoció todavía más de cerca la injusticia de una sociedad cimentada en una desigualdad irritante; ni que decir tiene que sus convicciones antifascistas salieron fortalecidas de la prisión. 

Llegado el 19 de julio, Luis Jubert al trente del Regimiento de Chiclana, fué uno de los primeros militares que se pusieron entusiastamente al lado del pueblo. El supo sacrificar todos sus intereses, sus conveniencias y sus ideas por el triunfo de la libertad que el apetecía. Descendiente de una familia de reconocida historia liberal, Jubert afirmó su lealtad con el sacrificio de cuanto le era querido. «Prefiero que toda mi familia perezca en la indigencia antes que la República se pierda». Así se despidió Jubert de sus amigos, cuando el alto mando le señaló Aragón como teatro de sus heroísmos.

Llegado a Aragón, pronto se destacó por su valor y por el conocimiento magnífico que en el aspecto militar tenía, además de granjearse rápidamente la simpatía de todos sus soldados, que en él tenían el más aleccionador y elevado de los ejemplos. Cuando todo en el campo dormitaba, cuando sólo la vigilancia de los centinelas aseguraba al pueblo de una sorpresa enemiga. Jubert permanecía en su puesto de mando, hasta altas horas de la madrugada, siempre concibiendo algún plan estratégico con que sorprender al enemigo. No conocía el descanso. Todas las horas del día eran hábiles para él.

Repitió varias veces los ataques sobre las posiciones de Monte Lobo, Belchite y La Serna, consiguiendo señalados éxitos en todos ellos. Su preocupación constante era la ocupación de la sierra de La Serna, en cuya conquista cifraba la caída de Belchite. Y el 7 de diciembre concibió el asalto definitivo a aquellas posiciones enemigas, en cuya operación ofrendó su vida, dedicada por completo a la causa del pueblo. 

Los soldados de nuestra división, compañeros en su mayoría del héroe, en aquellos días de emoción y de gloria, perpetuaron su memoria, denominando a su columna «División Luis Jubert»

Nosotros, que no gustamos de prodigar los aniversarios por un simple afán literario, hemos creído un deber de compañerismo y justicia dedicar unas líneas a la memoria del capitán Luis Jubert, que fué, en su vida, uno de los más firmes y reconocidos valores de nuestra División, a la que dedicó sus mayores afanes, y en la que recogió el cariño de sus soldados, que en todo momento le admiraron.

Que el recuerdo del caído estimule a nuestros soldados, para prodigar el heroísmo, el valor y el entusiasmo magníficos que poseía el malogrado compañero Jubert.


25 División
Enero de 1938







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